La burbuja inmobiliaria y el Estado del bienestar, que ofrecieron protección social y un empleo, más coche utilitario aparcado en la calle frente a una casa hipotecada, fue un atrayente espejo para la gente: se miraban en él y, como no tenían experiencia de la verdadera riqueza y el poder, se veían parecidos a los ricos. En mi pueblo (como en el suyo) los obreros daban de mano a mediodía y se iban al restaurante con aire acondicionado a almorzar a la carta. Se les llamó clase media, recibían su legitimidad de la democracia representativa y dieron por concluida la lucha de clases. Se acabó. Ya no había ni derechas ni izquierdas y, cuando pocos años después las pintaron bastos, pudieron votar al PP sin empacho culpando al PSOE de la crisis. No habían sido educados para entender el sistema capitalista.

Pero cuando esta misma gente comprobó que habían metido a la zorra en el gallinero, que la crisis no remitía sino que se agravaba, y que los ricos eran cada vez más ricos y ellos habían vuelto a ser más pobres que antes, primero, titubearon perplejos y, luego, se indignaron y se hizo la luz en su inteligencia y comprendieron que habían vivido un espejismo y sido víctimas de un engaño. Fue entonces cuando utilizaron su voto democrático, que es lo que les quedaba en las alforjas, y acabaron con el bipartidismo turnante y tunante, y muchos se apuntaron a "asaltar a los cielos", por no asaltar el palacio de la Moncloa o el Banco de la esquina, ¿verdad? La metáfora es de Marx y utilizada recientemente de modo retórico por Pablo Iglesias y eso confunde y da munición a la derecha, que acusa a los partidos emergentes de izquierdas de radicales y revolucionarios, incluyendo al PSOE. ¿Pero es que alguien ha visto una barricada por algún lado? ¿Pero es que alguien puede imaginar a Pedro Sánchez como un Louis Blanqui encabezando un movimiento comunero? ¿O a alguien que no sea Esperanza Aguirre acusar a Pablo Iglesias de ser un Lenin demandando ¡Todo el poder para los soviet!?

No. Todo lo contrario: la estrategia política de la izquierda es no crear acciones revolucionarias en situaciones objetivas no revolucionarias. Porque lo que los españoles quieren es seguir manteniendo su vivienda, llegar al final del mes y dar un futuro a sus hijos. Es decir, una vida digna. Y lo que lo no quieren es seguir viviendo como hasta ahora. Así de sencillo.

Y lo que el PP tiene miedo es que se demuestre que otra política es posible, más allá de sus manidas y fracasadas recetas neoliberales que nos subyugan al poder financiero y a las multinacionales, y que haya políticos honrados que, en vez de llenarse los bolsillos con dinero público, cedan parte de su salario institucional para ayudar a proyectos comunitarios. Yo no sé si esto es la revolución, pero es un cambio de 180 grados que nos pone los pies en la tierra.

* Comentarista político