Los toros, el aborto, la guerra, la tortura, la ley de violencia de género, la mutilación genital, los robots, el neoliberalismo, el paleocomunismo, los impuestos, Mourinho, los billetes de 500 euros, la independencia de Cataluña, el arte contemporáneo, el Islam, el matrimonio gay, la poesía de la experiencia, la privatización de las televisiones públicas, ETA, los inmigrantes y los refugiados, Rajoy y/o Pablo Iglesias, la homeopatía y/o el psicoanálisis, la lista de las 100 mejores películas del cine español, la ley Mordaza, la Civil War de la Marvel y la guerra civil española. Todos estos temas son problemáticos y polarizan a los opinantes en güelfos y gibelinos, en “hunos y hotros” que decía Unamuno. El mundo se divide entre los que se posicionan con Iron Man o con el Capitán América, entre la dieta vegetariana o carnívora o los fans y los detractores del Bolero de Ravel. La discusión es la sal de la vida y la luz de la democracia.

Precisamente porque hay disensiones profundas es fundamental que haya lugares de diálogo y debate, de confrontación de razones y argumentos, de exposición de datos y hechos. Donde se pueda decir todo, incluso aquello que resulte doloroso, difícil y duro de escuchar, con los únicos límites del insulto, la calumnia y la amenaza. Perdónenme que me ponga pedante pero es que soy profesor de Filosofía: es lo que los griegos llamaban “parresía”, un concepto que Michel Foucault clavó: “el hablante usa su libertad y elige la franqueza en vez de la persuasión, la verdad en vez de la falsedad o el silencio, el riesgo de muerte en vez de la vida y la seguridad, la crítica en vez de la adulación y el deber moral en vez del auto-interés y la apatía moral.”

La última vez que había estado en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Córdoba fue como ponente de la TEDx Cuesta de Bailío. Entonces impartí una charla sobre quienes fueron los filósofos que “mataron” a Liberty Valance. Valance era el matón de una película de John Ford que tenía atemorizados a los habitantes de un pueblucho del “salvaje oeste”. Como no le gustaban las noticias y opiniones del periódico, le propina al director del mismo, junto a sus secuaces porque los cobardes siempre van en manada, una brutal paliza.

El jueves pasado volví al Aula Magna a escuchar a los ponentes de una mesa sobre La tauromaquia como expresión de libertad. Pero un grupo de extrema izquierda trató de impedir la “parresía”, tapando con sus gritos e insultos la celebración de un acto en libertad y verdad. No llegó la sangre ni a la biblioteca ni a la cafetería de la Facultad gracias al comportamiento de los asistentes al acto, que aguantaron con estoicismo y humor que los llamasen “asesinos” y “torturadores”. Finalmente, el decano de la Facultad intervino, con claridad intelectual y contundencia no exenta de cortesía, los escracheadores fueron expulsados y el acto pudo desarrollarse. Liberty Valance, una vez más, había sido derrotado. H

* Profesor de Filosofía