La campaña de las elecciones autonómicas de Andalucía ha quedado abierta, y hasta el próximo 20 de marzo los candidatos podrán pedir el voto. Empieza así la cuenta atrás del 22-M, en la que los partidos políticos deberán esforzarse por introducir algún hecho diferencial que mantenga la atención de los ciudadanos, dado que la batalla electoral lleva largo tiempo en marcha, con particular intensidad desde que en mayo del 2014 se celebraron las elecciones al Parlamento Europeo y las urnas desvelaron más sorpresas de las que se esperaban.

A estas alturas ya se han difundido varias encuestas, a las que se sumó ayer la del Centro de Investigaciones Sociológicas, que, como las anteriores, prevé que el PSOE gane las elecciones, pero sin mayoría absoluta. El CIS atribuye 44 escaños a Susana Díaz (tres menos que en las elecciones del 2012) y vaticina el hundimiento del Partido Popular, que pasaría de 50 a 34 escaños. Junto a la formación de Juan Manuel Moreno Bonilla, Izquierda Unida sería la gran damnificada, bajando de 12 a 4 o 5 diputados, resultado que rechaza su candidato, Antonio Maíllo. El desplome de PP e IU lo rentabilizan Podemos, con 21-22 diputados, y Ciudadanos, que alcanzaría cinco parlamentarios. PA y UPyD volverían a quedar fuera de la Cámara.

Con estas elecciones Andalucía se sitúa en el centro del vértigo con el que hoy se afronta el debate político nacional. Desde fuera de la Comunidad Autónoma, el 22-M se mira como un laboratorio de pruebas para comprobar si se cumple ese nuevo reparto de fuerzas políticas en las instituciones que auguran los sondeos. Los analistas políticos de los partidos tendrán un caso real que estudiar, tanto con los resultados como con los movimientos que se producirán a continuación si ninguna formación alcanza la mayoría absoluta. Lo que ocurra con el PSOE, con el PP, con IU y con las fuerzas emergentes de Podemos y Ciudadanos permitirá perfilar las estrategias de las elecciones municipales del 24 de mayo, y diseñar las de las generales, que se esperan para finales del 2015 o principios del 2016.

Pero para Andalucía y para Córdoba el 22-M no es ningún experimento. Se juega su futuro en sus resultados y en cómo los gestionen los actores políticos, y de ellos dependerá en gran medida que encarrile con acierto este año 2015 de la recuperación económica. Nuestro Parlamento presenta hasta ahora un reparto de fuerzas muy simplificado, pero puede pasar, si así lo quiere la sociedad andaluza, a una estructura fragmentaria sin precedente. Y el peligro está en que, frente a las necesidades de Andalucía, haya condicionantes externos en los que cada cual aproveche para perfilar su marca en un año electoral. Si se fragmenta la Cámara andaluza, cabe exigir a los partidos un plus de responsabilidad para conseguir un Gobierno con la fortaleza necesaria para seguir saliendo de la crisis. Mientras, pediremos candidatos que busquen sinceramente lo mejor para los ciudadanos. Y juego limpio.