Es la seña de identidad de esta Liga, que de alguna manera casa con la que ha sido, siempre, la de este Córdoba. O para ser más exactos, con todo lo que rodea a este Córdoba. Se logra un triunfo y se mira incluso el liderato. Se cae derrotado y algunos acuden raudos a la tabla para ver dónde está la Ponferradina para hacer números. Y ni una cosa ni la otra, porque en esta temporada, un equipo como el Alavés, que gana en casa después de dos meses sin hacerlo sigue en ascenso directo. Y otro equipo, el Córdoba, es capaz de tirarse casi una vuelta entera sin hacerlo en El Arcángel y estar a un punto del 'play-off'. Por lo tanto, ¿quién es capaz de predecir lo que puede ocurrir en los próximos cinco partidos? Nadie los ganará todos, pero incluso el que pierda muchos estará en la penúltima o última jornada en disposición de pelear la última plaza, ese sexto puesto para la esperanza, aunque sea mínima.

Ya se ha repetido a lo largo de las últimas jornadas, pero conviene recordar que, a estas alturas, lo del juego y el fútbol ha empezado ya a entrar en un segundo plano. Y, al igual que en Oviedo hace una semana, ayer se volvió a comprobar. Sobre el césped de El Arcángel se pusieron, frente a frente, dos formas contrapuestas y dos estados de ánimo. El Girona es un equipo que inicia bien, construye mejor --incluso estando en inferioridad numérica--, llega bastante claro al área rival y finaliza de forma horrorosa, al menos ayer. Su némesis en El Arcángel es un equipo que inicia poco, no sabe lo que es construir, cuando llega al área rival es gracias a un par de individualidades, pero que finaliza de manera tremenda, como casi nadie en la categoría. Obvio que los visitantes dieran una mejor imagen, sobre todo en la primera mitad, sumaran ocasiones sin éxito y a ojos de no pocos se llegara a entender que merecieron algo más. Pero el Córdoba tuvo su mérito, no tanto por la victoria, sino al ser consecuente con su línea argumental de toda la temporada tras una primera parte en la que se le iba la vida en esta Liga.

Porque en ese primer acto, el Girona fue mejor, sin excusas. Se plantó mejor que el Córdoba desde el inicio, superaba la línea de presión blanquiverde sin problemas dejando, por juego, a medio equipo por detrás del balón, siempre raseando éste. O la primera línea conectaba con Pere Pons, que se giraba y era capaz de salir de entre dos rivales, o lo hacía por las bandas, unas veces Coris, otras un Clerc al que no se le puso remedio en todo el encuentro. Y si había dos cosas más que destacar en los catalanes es que siempre mantuvieron la paciencia con el esférico en los pies y, además, sabían cómo eliminar los posibles contragolpes locales. Lo bueno para el Córdoba es que Razak hizo ayer de portero, contestando bien a tres claras ocasiones de los rojiblancos, y que el Girona estuvo falto de instinto asesino en los últimos metros. Por lo tanto, en esos primeros 45 minutos la desazón fue máxima con las acciones de Razak a cabezazo de Alcalá (10'), a disparo de Amagat (20') o a la falta peinada por Lejeune (25'). Lógico que el público despidiera con una gran pitada al equipo, no sólo por la imagen de inferioridad ofrecida, sino porque veía venir el adiós a la temporada de manera prácticamente definitiva tras meses de derrotas en casa.

Pero reaccionó bien el conjunto de Oltra tras el descanso, más que nada porque aplicó la lógica: si yo no juego a nada, voy a intentar que tú tampoco. Viendo que por fútbol el adversario le superaba, el mérito de los blanquiverdes fue que al menos durante el primer cuarto de hora lograron desordenar lo justo a los catalanes como para que esa salida fluida y constante desde su primera línea finalizara de una vez. Unos metros más hacia adelante, ajustar algo las líneas --sobre todo la de mediocampo con la delantera--, lo necesario para que tanto Florin como Xisco dejaran con menos metros a Eloi Amagat o a Pere Pons. Al menos, el Córdoba lograba así evitar lo visto durante la primera mitad: constantes búsquedas de la portería de Razak por parte del rival, que se apoderaba de los despejes de la defensa blanquiverde sin ningún problema para continuar jugando en campo adversario. Y esos primeros 15 minutitos del segundo acto bastaron para que la grada se animara, sobre todo con una jugada en el minuto 53 que se repetiría 20 minutos después para transformarse en gol. Florin llegaba por banda izquierda y la jugada culminaba con un disparo desviado de Caballero. Pedro Ríos probaba a Isaac Becerra poco después y Cisma le ponía en aprietos con un disparo lejano (59') que el portero visitante desvió a córner.

No le dio para más al conjunto de Oltra, que acertó en los cambios. Pineda mantuvo el tono en la banda y de Markovic sólo hay que decir que inició la jugada del gol del triunfo casi en línea de tres cuartos, lo que apenas había hecho el Córdoba en todo el encuentro. El serbio abrió a Florin a banda, que profundizó y bien pudo devolver el balón a Markovic, que esperaba ya en el primer palo, pero lo dio al segundo, en donde Pedro Ríos, solo, cabeceó a la red pillando a contrapié a Isaac Becerra.

Cierto que fue casi una jugada aislada, pero a este Córdoba no se le puede pedir mucho más y, por lo que se ve, a muchos del resto de la Liga tampoco. Ese gol del jerezano salvó a su equipo como a una chica de película americana de acción: de ser comida por los cocodrilos a rescatada en el último segundo por la mano del héroe, asido a una liana. Así, en un suspiro, el Córdoba se daba otra oportunidad.