Estadio: El Arcángel

Asistencia: Unos 17.500 espectadores

Terreno de juego: Bien

CÓRDOBA: (1) Juan Carlos, (17) Gunino, (12) Iñigo López, (2) Pantic, (3) Crespo, (5) Ekeng, (6) Luso, (10) Fede Cartabia, (7) Rossi, (18) Borja García y (14) Ghilas. Cambios: (16) Fidel por Rossi en el 72' y (9) Xisco por Borja García en el 77'.

ESPANYOL: (13) Kiko Casilla, (16) Javi López, (19) Colotto, (22) Alvaro, (18) Fuentes, (14) Cañas, (4) Víctor Sánchez, (6) Salva Sevilla, (17) Lucas Vázquez, (8) Stuani y (9) Sergio García. Cambio:(2) Mattioni por Salva Sevilla en el 64'.

EL ÁRBITRO

Jaime Latre (C. Aragonés). Anuló un gol a Pantic por un claro fuera de juego (76'). Amonestó a los locales Crespo (25') y Ekeng (55') y a los visitantes Cañas (13'), Fuentes (36'), Alvaro (68'), Lucas Vázquez (80'), Mattioni (85') y Víctor Sánchez (88'). Expulsó al segundo de Ferrer, Sánchez Jara (76'), por protestar.

LA CRÓNICA

El novato Córdoba deberá pagar doble peaje. A las lagunas (para algunos, charcos) en la plantilla, sobre todo en determinadas zonas, deberá adaptarse, desde anoche y en las próximas semanas, a un nuevo debut. Los baches sufridos casi desde el inicio en el camino escogido demostraron claramente que no era por donde debía proseguir el equipo de Albert Ferrer que, de nuevo hizo varios cambios, hasta cuatro, con respecto al once titular de la anterior jornada. Tirarse por la senda del optimismo descarado como por el de la profunda depresión (por juego, por obtener un solo punto, por la ausencia de ideas) no sería justo. Señalando lo positivo, este nuevo Córdoba demostró mayor compromiso defensivo, más solidaridad en la línea de atrás, mayor responsabilidad en evitar ser dañado y, en definitiva, más consistencia en el campo propio. El dueto formado por Patrick Ekeng y Luso Delgado dio la posibilidad de que un nervioso Pantic tuviera una oportunidad para reasentarse en su regreso a la titularidad, que Gunino demostrara que no es un pollo sin cabeza y, para colmo, logró que el sufrimiento de Crespo no fuera tanto como lo hubiera sido en el Córdoba anterior con un encuentro como el de ayer.

Pero este equipo debe partir de esa base para ofrecer más, bastante más. Hasta donde el límite de sus calidades de mediocampo hacia adelante lo permitan. Sí, se sabe que esa calidad, a esta plantilla, no le sobra precisamente. Pero sí que se puede explotar algo más. Por lo pronto, debería ser de alabar la confianza del técnico en un jugador como Borja García, a pesar de que el madrileño no está ni tan siquiera cerca del Borja que conoció El Arcángel, ese El Arcángel que ayer volvió a ser lo mejor de la noche. Y también cabría preguntarse si echar a la derecha a un mediapunta es la mejor manera de exprimir la calidad que atesora. Máxime, si ese mediapunta es Fede Cartabia, hoy por hoy el mayor talento de la plantilla. Para colmo, ese desplazamiento provoca que el argentino parezca jugar continuamente para sí mismo y, ya se sabe. Al final, ni gana él ni gana el equipo. Eso, en cuanto a nombres, por no extenderlo a Fausto Rossi. En cuanto a líneas, el fútbol de creación del Córdoba se redujo a buscar de nuevo al 10, aunque ganó en la parcela de profundidad en banda. Mucho centro, más que en todos los encuentros anteriores juntos, pero sin rematador. Una demostración --una más-- de que el plan de creación/ataque de este Córdoba aún está en pañales, por lo que sigue mostrándose como un equipo que no va a por los tres puntos de manera decidida.

Obligatoriamente, hay que quedarse por ahora con lo positivo ya que, al menos, hubo una evolución. El Córdoba salió enchufado, infinitamente más que en anteriores compromisos. Músculo en el mediocampo ante un rival como el Espanyol, de su Liga. Los blanquiazules llegaron a llevarse el punto y a esperar el premio gordo a balón parado o, en su defecto, a que Sergio García se sacara algo de la chistera. Pero el delantero se dejó el frac en el hotel. Esa mayor consistencia defensiva le vino bien a los locales, que recuperaban sin dificultad, sobre todo por medio de Patrick Ekeng, para intentar conectar con las bandas en donde solo Fede Cartabia aparecía intermitentemente y, casi siempre, excesivamente individualista. Los locales apenas producían para varios centros y para merodear (solo eso) el área de Casilla, siempre muy seguro por alto.

Ese mejor arranque tuvo su colofón en una gran ocasión de Ghilas tras robo en el mediocentro cordobesista. El argelino elevó el balón ante dos rivales y el portero rival, pero se le marchó fuera por muy poco. En los últimos 15 minutos del primer acto el Espanyol logró igualar el encuentro, siempre disputado en un tono bajo, más bien plomizo. Colottó reclamó un penalti tras un saque de esquina y Sergio García siempre aparecía, aunque sin lograr dar ese último pase matador.

La segunda parte comenzó al igual que el encuentro, con un Córdoba con más intención de demostrar que puede dar más de sí siempre que se abra el cajón de las ideas. Mientras eso llega, el conjunto blanquiverde prosiguió con la tarea de abortar la intención de hacer daño del Espanyol (muy tímida) y probar a darle algún susto a Kiko Casilla. Dos incursiones (sobre todo la segunda) de Fede Cartabia lograron poner en aprietos al portero espanyolista, pero en los últimos 20 minutos el Córdoba fue perdiendo fuelle paulatinamente y solo lo intentaba como su rival: a balón parado. Aunque en este caso, algo menos trabajado, a pesar de que Pantic rematara a gol una falta lateral botada por Cartabia. Jaime Latre anuló el tanto por fuera de juego claro.

Estando fresco, este Córdoba no tuvo visión ni intención clara de ir a por el partido; con el desgaste y la generosidad física demostrada, el último cuarto de hora estaba abocado a la insustancialidad absoluta. Un nuevo susto para los locales a la salida de un saque de esquina a cargo de Colotto fue la última acción digna de mención de un encuentro que murió sin nada más que reseñar. El Córdoba no tenía ni la capacidad para el arreón final, a pesar del empuje desde la grada.

Si hubiese sido el primer partido de Liga, y a pesar de volar dos puntos ante un rival directo, hubiera sido un punto ideal como inicio de trabajos posteriores. Ahora, los tiempos y ese casillero de triunfos a cero, exigen que lo que debía ser una evolución progresiva deba convertirse en saltos, el próximo, en Getafe.