Merece la pena morir, por lo que merece la pena tener, y todos tenemos derecho a equivocarnos, pero los cordobesistas no tenemos derecho a rendirnos. En fútbol nadie es más que nadie, especialmente si un equipo lucha por estar cohesionado, es solidario en el esfuerzo y ya no puede ofrecer más. Otra cosa bien distinta es si hacemos un cóctel de todos estos conceptos y lo compensamos con jugadores de talento (sería lo ideal). El inconveniente es que los jugadores de más talento suelen comprarlos los clubs más pudientes; el resto tienen prohibido equivocarse y solo pueden comprar trabajo, intensidad, compromiso y alguna pincelada de talento que pueden resultar la enzima ideal para competir con los más pudientes y que más dinero tienen para invertir (los límites salariales del Madrid o Barça rondan los 200 millones euros).

Frente al Valencia, nuevamente, el Córdoba CF mostró más corazón que talento, y el resultado dio nuevamente la razón a las estadísticas (sirven para mejorar) las cuáles nos muestran que debe mejorar en equilibrio defensivo (encajaron dos goles tras desajustes defensivos), especialmente sobre movimientos de presión (el menos efectivo en la recuperación del balón con una media de 63 recuperaciones por partido; el Athletic es el que más con 75 recuperaciones), y mejorar su balance ofensivo sustentado más en recursos y alternativas individuales que elaboración colectiva (es el segundo equipo que menos balones rondan o lleva al área rival con una media de 18 por partido).

En el fútbol como en la vida misma, nunca es tarde para nada, y si reaccionas vives. A veces nos olvidamos que estar vivos ya es una nueva oportunidad. El aficionado que sufre cada semana con su equipo (también sufren los profesionales) debe seguir creyendo en su equipo hasta el final. ¡Si en las buenas te quiero, en las malas te amo!