¿Querías agua? ¡Toma agua! Hoy he entendido por qué la gente va al fútbol hasta el final, pese a todo.

Había prometido que este domingo iría al pantano de Belmez. Ya sabía que iba a llover, lo sabía desde el lunes. Abríamos el tiempo y lo ponía: nube, 98%, 11 grados, viento. Pero conforme se acercaba el domingo nos autoconvencíamos de que iba a ser posible.

-- Lo malo es al meterte al agua, pero con dos brazadas se te pasa.

-- Los del tiempo se equivocan.

-- Y en la bici empiezas subiendo, así que no te enfrías.

En el estadio debe pasar lo mismo. El domingo sales cabreado, el lunes te desahogas leyendo todas las críticas, sigues criticando en el trabajo, pero el miércoles se te va olvidando, y si hay algún cenizo que se resista, ahí aparecen los medios oficiales para la propaganda.

Comunicamos que los rumores de suspensión de la prueba son falsos. ¡Todo está listo! Os esperamos el domingo llueva, truene o haga frío.

Así que llega el sábado y miras los demás resultados de reojo, y comienzas a hacer cábalas de a cuánto nos pondríamos del sexto si ganáramos, y preparas la bici y la ropa y cenas sano, y llega el domingo.

El domingo estás despierto a las siete, y no te ha costado, desayunas leyendo la previa, que suele ser alentadora, y sigue lloviendo. Pero vas a Belmez. 70 kilómetros. O a Las Tendillas. Por el camino cae la más grande.

-- Da igual, será épico.

Te extraña ver a menos gente. Se han rajado bastantes.

-- Por estar aquí, ya estamos locos.

Recoges tu dorsal, ves la boya amarilla más lejos que nunca, todos los atletas resguardados bajo la carpa, agarrados a un deseo casi imposible, con una bolsa de basura en la mano para meter la ropa que se pondrán al salir del agua. Porque aún confían en que podrán nadar, pese a que el agua del pantano tirita. Esperas a que pase algo. ¿Un milagro?

La espera en el estadio es parecida. ¿Otro milagro? Que corra el tiempo. Solo entre el minuto cinco y seis ocurre algo excepcional. Un aplauso de 9000 personas, a la vez, todos de pie por un muchacho de 26 años. Hasta siempre, compañero, recuerdan a Ekeng. Un minuto entero estremece, bastante más que el frío, más aún si piensas que son 26 años, que son muy pocos.

Córdoba es una nube gris. Y Belmez.

Un hombre coge el micrófono. El altavoz no funciona.

-- Buenos días, por decir algo.

El agua está a 14 grados; la carretera, peligrosa; la pista, un sendero de barro. En el fondo, sabíamos que no se podía.

Cero ocasiones de gol, cinco pelotazos, pitada al descanso. También lo esperábamos.

Javi está desanimado. Dice que el año pasado no pudo acabar la prueba por un pinchazo y este año por la lluvia.

Francis está cabreado. Dice que con un par de refuerzos el equipo iría primero.

-- Me deben un triatlón.

-- Me deben un equipo.

Un equipo ya no le van a dar, pero el gol tiene el mismo efecto que el que hubiera tenido un rayo de sol en el pantano. Hay aplausos en Belmez y en El Arcángel. Unos se aplauden a sí mismos. Los otros... los otros también deberían aplaudirse a sí mismos. Qué mérito.

-- Peor que un parto.

En el fondo lo saben. ¡Bah! Pero qué más da la victoria. Claro que lo saben. Que seguirán viniendo gane, empate o pierda; que seguirán recogiendo su dorsal llueva, truene o haga frío. Si no encuentran explicación, no hace falta que la busquen. Se llama pasión.