CÓRDOBA: Juan Carlos; Gunino, Krhin, Crespo, Edimar; Abel Gómez, Zuculini (Fede Cartabia, min.46); Bebé, Borja García , Fidel (Heldon Ramos, min.64); y Florin (Ghilas, min.46).

ATLÉTICO DE MADRID: Oblak; Juanfran, Giménez, Godín, Gámez; Saúl, Gabi, Tiago (Mario Suárez, min.46), Koke; Griezmann (Arda Turan, min.70) y Mandzukic (Torres, min.62).

GOLES: 0-1, min. 5: Griezmann. 0-2, min. 39: Saúl.

ÁRBITRO: Estrada Fernández (Colegio catalán), que amonestó a los cordobesistas Florin y Gunino, así como al rojiblanco Juanfran.

INCIDENCIAS: Partido de la trigésima jornada de la Liga BBVA, disputado en El Arcángel, con terreno de juego en irregulares condiciones, ante algo más de 18.000 espectadores, con nutrida presencia de colchoneros por todas las gradas. El doble campeón del mundo del kilómetro contrarreloj en pista de ciclismo adaptado, Alfonso Cabelló, fue homenajeado antes del comienzo.

LA CRÓNICA

Decía en la previa José Antonio Romero que "los buenos toreros se ven con las buenas ganaderías" y que el Atlético de Madrid era "la mejor". En tarde soleada y con los tendidos de El Arcángel casi llenos sonaron los clarines y timbales al ritmo creado por Queco cuando los contendientes saltaban al ruedo verde: el resultado final del festejo indicó que el toro resultó ser el morlaco que más o menos se esperaba el público (aunque el ganadero no tuvo que mandar la versión más fiera de su cuadra), mientras que fue el matador el que decepcionó al respetable, al que dejó claro que continúa siendo un maletilla atacado de los nervios, sin placear en cosos de primera y al que igual le vienen grandes incluso los alberos de segunda. Hoy por hoy, este sobresaliente, para las portátiles. Así, el espectáculo que esperaban los presentes, con un matador reivindicándose y realizando lo que hasta ahora apenas había ejecutado, terminó con una cornada de dos trayectorias (una a cargo de Griezmann y otra con Saúl como autor) y, más que enfermería, cementerio.

Decidió de inicio Romero colocar a Zuculini como pivote punteado por delante por Abel Gómez y Borja García, probablemente con la inocente intención de controlar la salida de balón o, en su caso, de intentar mantener la posesión del mismo, con lo que se desechaba la opción de intentar acorazarse en lo posible. En realidad, tal y como está este Córdoba, casi da igual, pero no hizo bien esa primera opción. El agujero en el mediocampo blanquiverde fue notorio en el ecuador de la primera parte, ya que no se tenía capacidad de presión en esa zona y lo de tener balón para intentar generar algo sobrepasaba el concepto de sueño. Al igual que en Anoeta, el Córdoba comenzó con lastre. Un error de Zuculini cuando había público sentándose aún terminó con gol de Griezmann y, apenas a los cinco minutos, el partido estaba ya visto para sentencia. "Cualquier organismo humano necesita tiempo para poder gestionarlo, pero no llegamos a alcanzar los umbrales de energía para llegar a ese momento óptimo", dijo el técnico tras el partido, en uno de esos circunloquios de los que tanto gusta. Pero este Córdoba no adolece de "gestión mental", sino de otro tipo de gestión: deportiva. O futbolística, como quieran llamarlo. Desde el verano hasta hoy. Un equipo sin capacidad de reacción y sin herramientas para ello. El primer tiempo pasó de manera insufrible, con un Atlético a trote cochinero y un Córdoba incapaz de dar cuatro pases seguidos. De ahí que los colchoneros, casi sin querer, anotaran el segundo y, al igual que en la primera vuelta, tras un saque de banda. Giménez dio continuidad al balón en el aire puesto por Gámez y Saúl, libre de marca, anotaba a placer de cabeza, otro de los males (tantos) de este Córdoba. No era la derrota, sino la aridez. Ver al becerrista zarandeado por el animal con divisa rojiblanca partía el corazón e indignaba, todo en uno. Y más, en una plaza supuestamente de primera.

Intentó Romero dar puntadas al traje para que al torerillo no se le vieran las vergüenzas, al menos. Entraron Cartabia y Ghilas por un desafortunado Zuculini y una isla llamada Florin. El toro no quiso hacer más sangre y se acomodó en tablas, mandándole claramente el mensaje al oponente de que la lucha había terminado. El Atlético reculó algo y pensaba ya en partidos de competición europea. Simeone movió el banquillo (en el que había dejado a Arda Turan y a Fernando Torres, entre otros) para hacer más llevadero a su equipo el tránsito hasta el final, sin apenas desgaste. El trote cochinero mutó ya en paseo. Literal y militar. El Atlético andaba sobre el terreno de juego y,mientras, el Córdoba bastante tenía con in- tentar enganchar tres pases con sentido. Lo logró en la fase más contemplativa de los rojiblancos, en el último cuarto de hora, con una primera aparición de Bebé, que firmó el primer disparo entre los tres palos del Córdoba en lo que se llevaba de partido. Corría el minuto 61. El luso volvió a aparecer para lanzar un disparo seco que se estrelló en la cruceta de la meta defendida por Oblak. Pero el Atlético volvió a recordarle aquello del armisticio: en un saque de esquina Godín remataba de cabeza abajo para que Juan Carlos evitara a una mano el tercer gol visitante.

El Córdoba se empeñaba en torear de salón en esos últimos mi- nutos, fuegos de artificio con permiso del jefe del partido. Una falta lateral de Bebé se estrelló en la red de Oblak, pero por fuera, y otra falta sacada por Fede Cartabia buscó la espalda de la defensa enemiga para que Crespo, girando, rematara de cabeza para que el portero rojiblanco se luciera a una mano también. Entre chuflas a los suyos, al palco y gestos de desesperación finalizó el espectáculo, en el que también se adivinaron ciertos tics que avisan de una descomposición que acecha a las puertas. A dos meses de la puntilla aún.

El torerillo se marchó lleno de moratones, con una herida considerable, un traje deshecho y un lamparón que va en aumento (ya son ocho puntos y podrían ser incluso 10 a la salvación) y teniendo claro que definitivamente y a pesar de lo que dijo su mozo de espadas en la previa, esta ganadería y estas plazas son demasiado para él por mucho que el apoderado se empeñe en tapar el error. Mejor que todos tomen nota de Rafael Gómez El Gallo: “La verdad del toreo es tener un misterio que decir... Y decirlo”. Al menos el novillero no tiene misterio que decir, de ahí la cornada, que es para todos.