Ponga el rival que quiera. El Villarreal del pasado domingo o el Granada de anoche. Lo bueno de este Córdoba (si se puede decir así) es que con él ya se sabe de antemano qué te puede ofrecer, por más que se empeñe en dar al principio unos minutillos de apariencia. Y lo que te puede mostrar es poco, por no decir nada. Ni colectivamente (debe en los que confeccionaron la plantilla y en menor medida del entrenador) ni individualmente. Ni hay calidad ni se puede conformar un grupo homogéneo por más que se empeñe el serbio, ya que la heterodoxia fue la máxima el pasado verano. Y así, imposible. Ayer, un nuevo ejemplo, que no (¡ay!) el último.

Porque ya en la primera parte, el Córdoba ni tan siquiera disparó a puerta. Pero habrá que ir por partes, para que nadie incida en que unos pueden ver una cosa y otros, otra. El planteamiento defensivo y de salida de balón de este Córdoba de Djukic se sustenta en la apertura de los centrales para incrustar ahí a uno de los pivotes. Bien. Caparrós situó a Success y a Córdoba sobre Pantic y Deivid, mientras que Eddy y Yuste, alternativamente, se pegaban a Ekeng. En el minuto 2, el camerunés arriesgó ante la presión rival al borde del área. En el minuto 4, Saizar --visto lo visto-- empezó por mandar a los suyos para adelante y a sacar él de puerta. En el 17 fue Luso el que falló en la entrega, cuando el equipo ya tenía media salida realizada, y en el 20, un malentendido entre Deivid y Ekeng ante Larsson a punto estuvo de provocar que el rojiblanco se plantara solo ante el portero vasco. En ese punto, mejor no seguir para fijarse en la creación. Caballero, en la mediapunta, absolutamente desaparecido. Está claro que el vallecano necesitaría, en esa zona, de mucho balón por detrás, algo que no tiene este Córdoba. Ni por detrás, ni por delante ni en los costados. Tan solo Ryder Matos --mucho esfuerzo, poca cabeza-- apareció en alguna ocasión. Vico se mostraba más preocupado por la imponencia física de Nyom que de otra cosa y Xisco andaba preocupado desde el minuto 15 por un dolor que ya es crónico. Lo de Ekeng es, simplemente, inaceptable. Su despliegue llama la atención a un sector del público, pero su desorden y anarquía no es de recibo para un equipo de fútbol profesional. Menos, si se le pone incluso a defender dentro del área a Jhon Córdoba, como ocurrió en el minuto 9, lo que desató el pánico en más de uno. A pesar de todo, 20 minutos de cierta igualdad hasta que la velocidad arriba del Granada rompió a los blanquiverdes. Córdoba remataba un cabezazo de Success y el poco postureo que mantenía el Córdoba hasta ese momento explotó. Si hasta el gol la posesión era favorable a los de Djukic (44% por 56%), desde que el conjunto local se adelantó, el partido se puso en chino (58%--42%).

En la segunda parte la cosa no mejoró, por más que el serbio intentara que Caballero tocara más balón, bajara al centrocampista unos metros y diera más trabajo arriba a Ekeng. Tan solo sirvió para un saque de esquina de Fede Vico que Oier tuvo que despejar a una mano y para un contragolpe de Caballero que abrió al camerunés, dentro del área, y que éste disparara al segundo anillo de Los Cármenes. Esa fue la producción ofensiva cordobesista y también el último servicio en blanco y verde de Ekeng, ya que Teixeira le mandó a la ducha con todo merecimiento tras dos entradas a Eddy (51' y 70'), con el que ya en la primera parte tuvo sus más y sus menos. En inferioridad, armisticio y de nuevo al postureo para llegar a la conclusión de que este Córdoba llega ya a dar lástima.