1 - Sporting: Cuéllar, Luis Hernández, Iván Hernández, Mandi, Canella (Santi Jara, m.66), Bustos (Carmona, m.51), Lora, Nacho Cases, Isma López, Lekic (Guerrero, m.83) y Scepovic.

2 - Córdoba: Juan Carlos, Gunino, Bernardo, Raúl Bravo, Pinillos, Luso (Iago Bouzón, m.89), Uli Dávila, Pedro, Obiora (Fran Cruz, m.69), Juanlu y Xisco (Arturo, m.52)

Goles: 0-1, m.40: Pedro, 0-2, m.68: Iván Hernández en propia puerta, 1-2, m.88: Guerrero.

Árbitro: Sureda Cuenca. Mostró tarjetas amarillas a Lora (m.4), Luso (m.45), Xisco (m.52), Cuéllar (m.70), Pedro (m.75), Santi Jara (m.90).

Incidencias: El estadio de El Molinón registró la entrada de 19.185 espectadores.

Con el Córdoba, ya se sabe. Hay que envainársela cuando uno menos se lo espera. No ya en esta temporada, sino casi en todas y cada una de las 60 que lo contemplan. En los partidos importantes, para lograr algo grande o dar un paso adelante, suele patinar y pasarse más de un pueblo y, cuando nadie o muy pocos esperan algo bueno de él, lanza un caramelo. O un pastel, como fue el de ayer. De ahí que si se mira la historia blanquiverde y se comprueba la competición en esta Segunda 2013/14 las afirmaciones categóricas augurando un éxito prefijado o llamando a un seguro y sorpresivo fracaso pueden dejar al autor del vaticinio a la altura de Sandro Rey. Así que, al igual que se ha advertido en tantas y tantas jornadas a lo largo de la actual temporada lo mejor que se puede hacer es tirar de mesura, algo por otra parte muy poco habitual en esos casi 60 años en blanco y verde. Igual va siendo hora de madurar y, simplemente, pensar que este Córdoba no es de los mejores cuatro equipos de la categoría ni tampoco de los cuatro peores. Y que en medio hay 14 dándose la más grande, entre ellos él, lo que provoca rachas negativas en todos, solo hay que mirar las estadísticas de los demás. Posiblemente, los que más tranquilos estén de entre esos 14 sean los que superen esas rachas horrorosas (y ahí no está solo el Córdoba) y finalmente lleguen a junio con una sonrisa. Lo que es el equipo, el Córdoba, los jugadores, dieron ayer una lección de por dónde hay que tirar. Sin aspavientos, sin lamentos, sin victimismos. El conjunto blanquiverde no está entre esos cuatro mejores, en parte, porque llegaba a El Molinón, campo vedado para él hasta ayer, con bajas más que significativas: fundamentales. Ni Saizar, ni Caballero, ni Abel Gómez, ni López Silva, ni Garai. La capacidad de creación, imposible. El genio de la individualidad, en casa. Gran parte de la calidad, ausente.

Y con lo que tenía, Albert Ferrer compuso un once con el que pocos pensaban que lograría lo que se propuso. El Córdoba, con un doble pivote defensivo formado por Luso y Obiora (no había más, Pelayo estaba renqueante y se quedó fuera de la lista) planteó un encuentro ordenado, serio, paciente. Sin defender por apelotonamiento ni con el culo metido en la cara de Juan Carlos, lo que evitaba agobios excesivos salvo en una fase del primer acto. Así saltó el conjunto blanquiverde y en los primeros 15 minutos se cumplió el guión. Lograba maniatar al Sporting, que ni tan siquiera llegaba a combinar más de tres pases seguidos. El Córdoba, ahí, continuaba agazapado. Más, cuando llegó la mejor fase para los locales, que tuvieron un cuarto de hora en el que lograron que la grada oliera el gol. Isma López hacía sufrir a Gunino y Scepovic, echado en banda en muchas ocasiones, ganaba por corpulencia a Pinillos. Apareció algún remate de Lekic que Juan Carlos debió despejar a córner y también un disparo de Bustos que se envenenó tras tocar en un defensa blanquiverde. Pero el portero cordobesista demostró que lo de la pasada jornada era falta de competición.

El Córdoba comenzó a lanzar contragolpes, pero morían por la falta de picardía o el fallo en el último pase. Con todo, en los últimos 15 minutos de la primera mitad, los de Ferrer lograron que el choque volviera a sus inicios. El Sporting se desinflaba y el Córdoba crecía. El gol de Pedro a pase de Pinillos casi al borde del descanso no fue sino el golpe de fe que le hacía falta al Córdoba para seguir en esa línea de buena colocación sobre el campo, seriedad y competitividad. Para colmo, en el inicio de la segunda mitad no apareció la clásica caraja, a pesar de perder a Xisco (muy importante en ese primer acto) en la punta de ataque. El Córdoba redobló esfuerzos y logró que el Sporting ni tan siquiera generara acercamientos al área de Juan Carlos, lo que provocó los primeros síntomas de ansiedad y desesperación en los de Sandoval, que veía cómo los blanquiverdes montaban contras y cogían el picaporte de la puerta para cerrar por completo el encuentro. Una rápida incorporación de Juanlu finalizó con un disparo raso y demasiado flojo cuando el malagueño tenía a dos compañeros mejor situados para apuntillar al enemigo. Otra contra de Arturo moría con un penalti clarísimo de Iván Hernández cuando el cartagenero se disponía a disparar. Y tras otra jugada de Juanlu, el balón acababa en Pedro, cuyo lanzamiento era desviado por Iván Hernández, lo que hizo inútil la rectificación de Cuéllar.

Era utopía dejar a cero el marcador ante el mejor ataque de la categoría y casi lo logra el Córdoba. Guerrero remataba tras una buena jugada de Santi Jara, aunque no dejó de ser anecdótico, ya que el Córdoba volvió a tener otra ocasión a cargo de Juanlu.

La frustración de los sportinguistas cuando Sureda decretó el final, con su afición pidiéndole más atributos masculinos, contrastaba con la actitud de los jugadores cordobesistas. Apiñados todos en el centro del campo, Obiora llegando también desde el banquillo y saltando sobre el grupo, Pedro y Juan Carlos, héroes ayer, fundiéndose en un abrazo, y también Raúl Bravo, gesticulando y dando golpes de cariño a los hermanos Cruz. El campeón de Europa gritaba un: "¡Vamos, j..., que podemos!". Ellos sí creen en el equipo.