El compromiso, el orgullo, la motivación, la actitud, etcétera, es lo que te hace empezar. Las formas y el hábito es lo que te mantiene ante cualquier circunstancia. En una partida de ajedrez a veces el peón es el instrumento más importante de una victoria. En fútbol no es lo mismo formar un grupo que formar un equipo; no es lo mismo conformar una plantilla equilibrada y competitiva que firmar a jugadores de calidad técnica pero que ante la demanda de exigencia de resultados les generen y superen la presión, el rechazo ante las criticas y les dé miedo asumir responsabilidades.

Al planificar una temporada hay dos reglas. La primera: saber lo que no hay que fichar (es más importante que fichar). La segunda: fichar para formar un equipo, no un grupo de 25 jugadores. Son nueve jornadas en seis semanas en la que el club se juega su futuro, y está en manos de un grupo de jugadores que posiblemente al término de esta temporada no se van a enfundar nunca más la camiseta blanca y verde; la salvación hará sabios a todos los que participaron o bien esa sabiduría se convertirá en debilidad ante el descenso. La mejor medicina para esa debilidad es la autocrítica, una mejora viene precedida por una autocrítica real.

Al jugador que se enfunde la blanca y verde solo le pido hasta el final compromiso, orgullo, coraje, sentimiento, trabajo, pasión, intensidad, ilusión, inteligencia...