Confieso que es una gozada oírle hablar, aunque se exprese en inglés. Ya lo advirtió su presentador, el periodista gaditano Alejandro Luque: "Es uno de los hombres con mejor humor del mundo". Efectivamente: lo es. Y, además, tiene el don de cautivar, de enredarte con sus palabras. Ameno, divertido, simpático, didáctico, gestual, vehemente, chistoso... Fueron algunos de los adjetivos que anoté en mi cuaderno mientras hablaba.

Es el escritor griego de moda. El protagonista de sus obras, el comisario Kostas Jaritos, ha acabado convirtiéndose en uno de los personajes más conocidos y atractivos de la novela negra mediterránea, sobre todo a partir de la crisis griega, que le ha proporcionado argumentos contundentes. Por ejemplo el de su última novela, Con el agua al cuello (Tusquets Editores), el macabro crimen de un director de banco que aparece degollado.

Petros Márkaris estuvo ayer en la Fundación Antonio Gala de Córdoba presentando su última novela, en un acto organizado conjuntamente con la Fundación Tres Culturas de Sevilla. Y habló de todo: de la crisis económica, de la política, de la escritura, de la novela negra, de la familia y de la vida en general. Empezó hablando de la crisis, de la situación de la gente del sur de Europa, y dijo que, mientras empeora la situación económica, la gente se preocupa más y "se incrementa la solidaridad en el sufrimiento porque hemos perdido la perspectiva futura de una posible solución". A su juicio, estamos todos los países mediterráneos en el mismo barco.

A continuación habló de la convivencia con Kostas Jaritos: "A veces mis lectores me preguntan cómo escribo y yo les digo que carezco de un plan, tengo una historia en bruto, no sé qué va a pasar. Me levanto, me tomo un café con Jaritos y le pregunto por sus acciones y él me las explica. Esa es la fórmula de trabajo. Jaritos es el que relata la historia. Yo solo tengo que saber cuál es su paso siguiente".

¿Y los personajes? Los suyos son reales, no hay nada mejor que cogerlos de gente conocida. Márkaris confesó que la mujer de Jaritos es como su madre y la hija del comisario, como la suya. "Los que quieren a Adrianí hubieran querido a mi madre", asegura. "Mi madre cocinaba de maravilla los tomates y los pimientos rellenos". Contó los orígenes de Jaritos para explicar la tradición conservadora de ritmo lento que se acostumbraba a vivir en Grecia y cómo la nueva situación y los cambios tan rápidos que se han producido se le hacen difícil de asimilar.

Luego habló de la novela nórdica y la novela negra mediterránea. La primera surgió en 1986, tras la muerte de Olof Palme. "Se dieron cuenta de que esa sociedad idealizada no existía. Tenía muy buena fachada hacia afuera, pero un alto grado de brutalidad dentro". En el sur, en cambio, se muestra la evolución de la sociedad tras las dictaduras y sus relaciones con el crimen organizado. "Los escritores del sur no tenemos que describir crímenes brutales porque estamos hasta las narices de la brutalidad", argumentó. También habló de otra diferencia fundamental: la comida. Los personajes de las novelas del norte solo comen sandwiches y beben cerveza, mientras que los del sur comen bien. Y eso tiene su explicación: "En el norte la liberación de la mujer llegó mucho antes, lo que fue bueno para la mujer y malo para la cocina". El, como otros muchos autores de novela negra, cocina en su casa: le enseñó su madre.