La literatura argentina e hispanoamericana tuvo ayer en Buenos Aires un nueva y estremecedora pérdida. Ricardo Piglia murió a los 75 años como consecuencia de una enfermedad degenerativa, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que padecía desde hace más de un lustro. El nombre de Piglia se ramifica virtuosamente en distintas esferas de la cultura argentina desde finales de los años 60: la narrativa, tanto en novela como cuento, el ensayo, el guion de cine y televisión y la docencia que ejercitaba con pasión.

Su nombre completo era Ricardo Emilio Piglia Renzi y lo desdobló por décadas: Renzi fue el personaje de sus novelas más notables, Respiración artificial y La ciudad ausente, entre otras ficciones. Piglia y su alter ego literario volvieron a juntarse en Los diarios de Emilio Renzi, bitácora privada que empezó a escribir hace más de medio siglo cuando vivía en la localidad bonaerense de Adrogué. El segundo volumen, que llega a las puertas del último golpe de Estado en Argentina, fue editado hace pocos meses y celebrado por la crítica. Más que diario personal, Piglia había construido sin proponérselo quizá un gran fresco político y cultural de un país a la deriva en el que también, naturalmente, se cruzaban sus anotaciones sentimentales. Nadie esperaba que fuera su último libro en vida.

Decir Piglia, a secas, ha sido, durante muchos años, un modo reverente de invocarlo. Siguiendo la senda de su amigo David Viñas, enseñó a varias generaciones a leer la literatura argentina y norteamericana, establecer sus cruces con la política y la crítica (pasando por Lukács, los formalistas rusos y Bertolt Brecht), iluminar la espesura de las tramas paranoicas, descubrir el peso de voces que se creían menores o laterales y establecer nuevas jerarquías dentro de las letras de su país. Los escritores Roberto Arlt y Macedonio Fernández adquirieron, a través de su mirada otro lugar de relevancia.

A principios de los 60, Piglia se convirtió en uno de los intelectuales que se adhirieron a la Revolución Cubana. De hecho, su primera mención literaria la obtuvo en el séptimo concurso Casa de las Américas. Durante la última dictadura fue un escritor de culto que se recomendaba sigilosamente. En 1978, la revista Punto de vista publicó un anticipo de Respiración artificial. Dos años más tarde, esa novela devino una pieza fundamental para la comprensión no solo del horror que se vivía, sino del camino personal trazado por su autor. A través de sus páginas no solo se discute a Jorge Luis Borges (al que define como un autor del siglo XIX) sino los afluentes de la barbarie que inundaban a una sociedad todavía impasible o indiferente. Con la recuperación de la democracia, Piglia se convirtió en una de las figuras de mayor peso de la cultura argentina. Sus libros de cuentos La invasión, Nombre falso y Prisión perpetua pasaron a integrar la biblioteca de los lectores exquisitos.

AUTOR DE MASAS / Cada intervención de Piglia establecía una diferencia. En los años 90 publicó La ciudad ausente, una novela de corte futurista que tuvo su versión operística. Es ese el momento en que Piglia deja de ser un autor de culto nacional para traspasar las fronteras y alcanzar gran reconocimiento, en España especialmente. Piglia vivió en Estados Unidos, donde fue profesor en Harvard y Princeton. Años atrás, su figura irrumpió en la televisión con una serie de clases magistrales que lo ubicaron en un sitio inédito.