LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO SAO PAULO (BRASIL), 1965. DESDE 1991 RESIDE EN CORDOBA.

TRAYECTORIA PROFESOR DE FILOSOFIA, HA ESCRITO POESIA Y ENSAYO. ENTRE SUS OBRAS DESTACAN 'LAS CARTAS MARCADAS', 'NO SE TRATA DE UN JUEGO', 'LA VIDA NUEVA' Y 'LAS ISLAS SUMERGIDAS'.

Eduardo García está teniendo un año fructífero. Si en febrero publicaba un libro de aforismo, Las islas sumergidas (Cuadernos del Vigía), a finales de mayo aparecía su último poemario, Duermevela (Visor), con el que obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Melilla 2013. En Duermevela , navegando entre el sueño y la vigilia, Eduardo García explora la realidad a través de su realismo visionario.

--"Escribir un poema es pedirle el teléfono a una desconocida, / arrancarle una hoja a un árbol extraviado en un jardín con vistas al futuro / o jugar con palabras a la ruleta rusa... lo cierto es que a las palabras las carga el diablo", escribe usted al inicio de 'Duermevela'. El poema, por tanto, es un misterio. ¿De qué certidumbres parte a la hora de escribir? ¿Cómo le surge el poema?

--La poesía tiene algo de mística mundana. Recuperar fugazmente un estado de inocencia, de hipersensibilidad. La única certeza con la que cuenta un poeta es la de que la escritura es más un estado receptivo que una actividad. No hay pues camino que conduzca al poema. Lograr que pensamiento, imaginación y palabra confluyan en armonía parece en principio un afán imposible, más allá de nuestras fuerzas. Y sin embargo sucede, inexplicablemente, una vez más.

--Los poemas de 'Duermevela' navegan entre el sueño y la vigilia --de ahí el título--, configurando lo que se ha dado en llamar su "realismo visionario". Defíname escuetamente el realismo visionario. ¿Qué pretende con él?

--A lo largo del siglo XX la poesía española fue basculando entre realismo y vanguardia. A partir del cambio de siglo muchos apostamos por aventurarnos en una fértil fusión de las tradiciones heredadas. Mi poesía responde a una aspiración de reavivar la tradición visionaria, sí, pero no para evadir la realidad, sino para indagar más a fondo en ella. Ir retirando capas de palabras muertas, aproximarnos al corazón de la manzana. El verdadero realismo disuelve el velo de las falsas apariencias, revela lo latente pero oculto a la mirada. Soñar despiertos para acudir al rescate de las luces y las sombras que nos aguardan al fondo del espejo.

--¿Qué es para usted la poesía? ¿Qué le preocupa como poeta?

--La poesía es una exploración de la identidad, un rescate de cuanto olvidamos en el caos cotidiano, un repliegue al interior de nuestros más profundos sueños y temores, una revelación. Como poeta me preocupa en nuestros días el sistemático amordazamiento del deseo por las grandes fuerzas económicas, la mecanización de nuestras vidas, la precariedad, en suma, a un tiempo material y humana. Me gustaría gritar, como Rimbaud, "la verdadera vida está en otra parte". Y ponerme manos a la obra, en busca de un tiempo que merezca la pena compartir.

--'Duermevela' pertenece al ciclo abierto con 'La vida nueva', su anterior poemario, con el que obtuvo el Premio de la Crítica. Sin embargo, el estilo se ha adelgazado y el proceso de fragmentación se ha acentuado. ¿A qué obedece este cambio? ¿Es preciso que los libros sean unitarios?

--Es cierto que dedico toda una sección del libro al poema breve, una nueva modulación que hasta ahora no había transitado. Tras la aparición, en mi anterior libro, del vasto poema versicular, sentí la necesidad de explorar la vía opuesta, ceñir el poema hasta la almendra misma del lenguaje. La progresiva fragmentación del discurso, por su parte, refleja el pulso de la época. La crisis nos ha zarandeado a todos, sumergiéndonos en una gris incertidumbre. Es natural que la voz de un poeta, si honestamente explora en su interior, rescate la misma herida fragilidad que sacude a sus contemporáneos.

--Este mismo año ha publicado usted un libro de aforismos, 'Las islas sumergidas', y algún poema de 'Duermevela' podría haber sido incluido en él. ¿En cuál de los dos géneros se siente más a gusto? ¿Qué le aporta cada uno?

--El aforismo ha sido un gran descubrimiento para mí. Me ha regalado un espacio ideal para un despliegue poético del pensamiento. Un pensar simbólico, encarnado en imágenes, donde confluyen la lúcida mirada del poeta y el destello feliz de la intuición. En él he encontrado al fin el territorio en donde mis dos vertientes, poesía y filosofía, se dan la mano. Pero si dar a luz un aforismo es prender la yesca para el fuego, cabalgar a lomos de un poema es surfear sobre una llamarada. El aforismo es una isla, una enérgica chispa en la espesura. El poema, una navegación.

--Usted es profesor de Filosofía. Dígame como filósofo y poeta para qué sirve la poesía en el siglo XXI, qué nos puede aportar frente a la crisis.

--Un poema es un estimulante del espíritu. Despierta en el lector energías que permanecían latentes en nosotros. Mirando en el espejo de la página podemos reconocer nuestro flanco más frágil, nuestro miedo; pero también alimentar las fuerzas del deseo. Necesitamos abrir paso a la esperanza, ponernos en marcha hacia la transformación. La poesía del siglo XXI podría contribuir a ese despertar a un tiempo personal y colectivo. Ayudarnos a comprender que, frente a los que afirman que no cabe más alternativa que la rendición sin condiciones, en nuestra mano está cambiar las reglas del juego. Todo está por hacer y el futuro será el que entre todos construyamos.