Esta última visita de Lee Ritenour y Dave Grusin al Festival de la Guitarra de Córdoba no estuvo a la altura de tan históricos artistas y profesionales. No basta la sobrada experiencia ni las cuantiosas rentas atesoradas durante una vida de éxitos para dejar sitio al descuido. El Grammy del californiano y los ocho Oscar del genial octogenario Grusin parecieron brillar por su ausencia de forma inexplicable en una noche aciaga, plena de desencanto, con un repertorio que rozó el tedio y una indolente asepsia de sentimiento, propia de la música de ascensor.

En la edición del 2011 sorprendieron gratamente a los que, esperando un repertorio cargado de la maestría de Lee Ritenour para interpretar con su habitual sello de elegancia y mesura, se encontraron además a un «intrépido» guitarrista abordando sus propios temas de jazz-fusión. El pasado martes no alcanzaron ninguna de estas metas, ni quedaba rastro de aquella celebrada apuesta en la que destacó Sonny Emory, batería de Earth, Wind & Fire, que les acompañaba entonces.

Por el contrario, la laureada pareja, que siempre ha funcionado a la perfección, se hacía acompañar en esta ocasión por Wes Ritenour en la batería, que supone un salto abismal en ejecución y sonido y que parece costarles caro en pasión, calidez, mesura y resultado en general. No obstante, el fraseo nítido, musicalidad y afinación del contrabajo y del bajo eléctrico del experimentado Tom Kennedy tendía a equilibrar la escena, discurriendo con la solvencia esperada en estos casos, sobre todo en una muy especial versión de Samba de uma nota só, de Jobim.

Estupefacción en la mayoría de los asistentes, bastante más de media entrada, al comprobar que lo que parecían los desajustes iniciales de sonido, por otra parte cada vez menos excusables en estos niveles, se mantuvieron durante todo el concierto, con una estridente batería opuesta y descompensada a la delicadeza habitual, que la hubo en sus tres guitarras, seña de identidad de aquel progenitor que probablemente pensó en Montgomery, y a las melódicas manos del famoso pianista.

Un Dave Grusin que brilló lo justo en sus escasas intervenciones solistas, quizás las mejores de la noche sin contar su inicio con la caja de ritmos, con bandas sonoras de películas como la interpretación en solitario de Milagro, el tema de aires españoles de su disco Migration para la película de Robert Redford, o Mountain Dance, de la romántica Falling in Love, protagonizada por Meryl Streep y Robert De Niro, que sonó en el obligado bis.

En cualquier caso, y, sobre todo, tratándose del calibre de estos artistas y de sus fieles adeptos, hay que pensar que un mal día lo tiene cualquiera.