Hace años que llegué a Bucarest para dar un curso. Mis sentimientos fueron encontrados. Una ciudad en profunda decadencia, con mucha pobreza en las calles, pero que conservaba, pese a las brutalidades de todo orden de Ceaucescu y de su compañera de dislates y de fusilamiento, una enorme belleza y unos edificios que justificaban que se la comparara con París en pequeño. En muchas otras ocasiones visité la capital y el país. No tengo ningún empacho, al contrario, si afirmo que amo Rumanía, sus gentes, sus paisajes, sus universidades, su cocina y su cultura

Abro El ojo castaño de nuestro amor , de Mircea Cartarescu, publicado por Impedimenta, y me sumerjo en la prosa de este poeta, el escritor rumano más valorado en la actualidad. Vengo reclamando desde hace tiempo el concepto teórico de divagación como forma más amplio que los términos autobiografía e incluso ensayo. Los perfiles un tanto difusos de divagación son los adecuados a ese adentrarse sin plan previsto en un universo que va de la anécdota a la opinión pasando por reflexiones de diverso tipo. Es cierto el carácter misceláneo del volumen y ello permite niveles diferentes de lectura. Unas veces el texto te sorprende por la materia y por el tratamiento de la misma aunque nos sea conocida. Son variantes que permiten la evolución de la serie. Otras, nos es incógnita y hay que hacer una lectura de descubrimiento. No falta la posibilidad de que el texto incida sobre cuestiones que nos preocupan y la lectura se convierte entonces en una dialéctica apasionante. Este es el caso de este libro. He disfrutado como no se imagina el amigo lector. No cabe duda de que el libro se puede considerar autobiográfico pero, en mi opinión, en un doble sentido. Hay recuerdos y vivencias que se pueden calificar de objetivos porque hay datos y hechos, también hay opiniones sobre temas candentes; en conclusión, una lectura apasionante, una prosa extraordinaria y un lirismo que cierra el círculo perfecto del estilo, esencia del artista.

Aristóteles escribe sobre el placer del reconocimiento. El pesimismo general que se desprende de los textos agrupados es también mi atmósfera, especialmente en lo que se refiere a la decadencia general de la cultura en su sentido de cultivo y no de consumo, de espectáculo, aunque nadie puede tirar la primera piedra.

Las humanidades están en crisis y la estatua de Ovidio, el que aprendió las lenguas de los bárbaros y se diluyó en ellas, aparece rodeado de tiendas de recuerdos, de tiendas con su nombre, nada diferente a Mozart con Salzburgo y no hablaré de Roma. La mercadería ha existido siempre, el problema radica en el desconocimiento de lo que vemos. Las imágenes dan fe de nuestro paso por aquella plaza pero nada más, muy pobre botín donde la curiosidad no existe. El mismo sentido de desvalimiento oprime al autor como al que esto escribe en lo que se refiere a Europa. Me encanta ver su defensa de la excelencia cultural europea frente a un estúpido relativismo total que se ha ido imponiendo desde hace años. Homero y Cervantes son cimas, por emplear la imagen tradicional, de la creación humana. Son clásicos por su valor perenne en cuanto dialogan por encima del espacio y el tiempo. Un texto recuerda, se trata de una mezcla feliz, una relación amorosa con una joven que tiene unos sueños y una imaginación desbordantes que le ha servido de cantera para relatos y novelas. En este ejemplo se aprecia la belleza de las imágenes, solo superada por ese viaje en muchas vidas para encontrar a la joven mecánica de alas sutiles con la que se acopla.

La riqueza de matices es muy notable. Reflexión, lirismo y, no podía faltar, humor. La autobiografía es un ajuste de cuentas donde el autor se puede hacer trampas y, de hecho, se las hace, pero eso no importa, lo que interesa es el resultado textual. Vivir en un país comunista y, sobre todo, en su hecatombe, cuando el futuro se mueve entre la esperanza y la crisis, es muy complicado. Tener una lengua que debe ser traducida no ayuda. El autor es tímido, lector voraz, poeta y desea unos vaqueros de campana que están de moda. La picaresca es universal y lo engañan, le venden medio pantalón muy bien envuelto. La madre y los dos hijos se abrazan con una ternura infinita, es el título del libro. Léase.