Iba para periodista, y de hecho se licenció en Periodismo y Ciencias Políticas aunque viene de familia de abogados. Pero María del Mar Roca Requena, de talante solidario y alma nómada, prefirió desarrollar su carrera en el mundo de la cooperación internacional de ámbito institucional, que la ha llevado primero a Bruselas y, desde marzo de este año, a Argel, donde dice encontrarse "como en casa". Allí, en la Delegación de la Unión Europea en Argelia, gestiona fondos y ayuda al acercamiento entre los pueblos. Porque, argumenta conciliadora esta cordobesa de 35 años que se define como "ecologista integral", "somos un cuerpo orgánico, e igual que el futuro de España pasa por Europa, Europa no existe sin el mundo --dice en la entrevista que mantenemos durante su fugaz visita a Córdoba--. Todos estamos conectados, y de lo que se trata es de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos".

--¿Qué balance hace de sus primeros meses en Argelia?

--Muy positivo porque era lo que quería, trabajar en el Magreb. La verdad es que Argelia me ha sorprendido positivamente, es una cultura que se parece mucho a la nuestra y me siento como en casa, pero a la vez lo suficientemente lejos para enriquecerme con nuevas experiencias.

--¿No la intimidó recalar en un país islamista que, tal como se ve a este lado, no ofrece plenas garantías de seguridad?

--El país tiene una mala prensa que no se corresponde con la realidad. Para mí fue una sorpresa el nivel de seguridad que se respira sobre todo en Argel, en la capital, que es donde me muevo. Otra cosa que me sorprendió fue su cultura. Esperaba encontrarme un país mucho más cerrado, no sabía si podría beber alcohol o si tendría que cambiar mi forma de vestir, con foulard en el pelo, y me encontré una ciudad muy abierta en la que conviven distintas culturas.

--Y, vistiendo y viviendo 'a la europea', ¿no llama la atención entre las mujeres tapadas?

--Mi impresión es que en Argelia hay dos sociedades que conviven, una que tiende a islamizarse y otra que tiende a occidentalizarse. Por eso puedes perfectamente vestir al modo occidental sin que a nadie le extrañe.

--¿En qué consiste su misión?

--En gestionar fondos europeos de cooperación que van destinados al programa institucional más relevante y transversal de la Unión Europea en Argelia, que es el programa de apoyo al Acuerdo de Asociación, un acuerdo marco de colaboración entre la UE y el Estado argelino. En definitiva, se trata de estrechar lazos con Argelia a través de fondos que ponemos a su disposición para elaborar proyectos que les acerquen a las políticas europeas.

--Parece una gestión muy cercana a la diplomacia.

--Bueno, se trata ante todo de gestionar correctamente los fondos europeos, con transparencia, asegurando un trato idéntico a todos los que presentan proposiciones. Mi trabajo consiste en que las reglas europeas de financiación se respeten y a la vez se destinen a fines que interesan a las dos partes, la argelina y la europea. Lo que pretende la Unión Europea es consolidar un espacio de prosperidad y de seguridad en todas sus fronteras.

--¿Y es Europa generosa?

--Sí, lo que pasa es que el contexto es muy complicado. Un contexto en el que el montante de los fondos para la vecindad (los llamamos así por la cercanía) se ha mantenido, pero es necesario hacer un reparto en base a las necesidades --Argelia es un país de ingreso mediano-alto, debido al gas y al petróleo-- y al contexto. Hay países que están en crisis y necesitan unos fondos adicionales. Es una generosidad hasta cierto punto obligada, porque para nosotros es beneficioso extender nuestros valores, crear espacios de seguridad y expansión de nuestros mercados. Esta zona constituye nuestra primera línea de defensa y de desarrollo comercial.

--O sea que hablamos de cooperación pero en realidad se trata de política y economía.

--De hecho el nuevo equipo de gobierno de la Comisión Europea ha decidido crear una dirección general específica para los países que van a acceder a la Unión Europea y los países de la vecindad, diferenciándolos del resto de los países beneficiarios de fondos cooperación. Estamos como digo en un nivel de unos intereses mutuos, y además con países desarrollados. Argelia es un país muy potente, con muchísimo petróleo y gas. España importa el 60% del gas que consume de Argelia, y ese porcentaje puede ir en aumento si los conflictos con el Este continúan.

--Total, que está usted situada en una zona verdaderamente estratégica.

--A mí siempre me ha interesado mucho el Mediterráneo, aunque en general creo firmemente en la colaboración para el desarrollo de los seres humanos y de los pueblos. Mis ídolos son los líderes invisibles, que suelen pasar desapercibidos pero que verdaderamente son los que mueven el mundo.

Si se le pregunta por qué cambió el mundo de la prensa por el de la cooperación institucional, reconoce que le encantaba imaginarse como reportera y viajando de un país a otro, aunque pronto descubrió que la realidad del periodismo es, además de más prosaica de lo que se cree, altamente sacrificada. "Por otro lado, me atraían mucho la democracia, el estado de derecho y las bases que hacen que nuestra sociedad exista --afirma--. Así que me fui a Madrid para estudiar Periodismo y Ciencias Políticas a la vez. Mi idea inicial era ser periodista con formación politóloga, pero al final ha sido al contrario (ríe). Me di cuenta de que también me gustaba mucho la cooperación, el colaborar con el otro para hacerlo mejor y mientras hacerte mejor tú".

--Y al poco tiempo estaba trabajando en Bruselas, su anterior destino.

--Tuve mucha suerte, y eran otros tiempos. Tuve la oportunidad laboral maravillosa de trabajar en lo que quería. Empecé con unas prácticas en Madrid mal remuneradas, pero mi generación todavía se podía promocionar. Pasé a tener un contrato más decente, luego a un ascenso con responsabilidades que me dio la experiencia para llegar a Bruselas, previo examen y entrevistas de trabajo. Y en el 2010 me dieron un puesto de gestora de fondos europeos en la Dirección General de Cooperación de la Comisión Europea.

--Supongo que dominar el inglés y el francés la ayudaría.

--Fue duro (sonríe). Muchos de mis colegas parten con la ventaja de tener padres de distintas nacionalidades y de hablar en casa tres o cuatro idiomas de manera natural. El hecho de que mi padre y mi madre fueran de un mismo sitio, Andalucía en este caso (de Córdoba y Almería), era una rareza para ellos.

--Después de cuatro años, pasó del frío centroeuropeo al calor del Magreb, y de la gestión aséptica de despacho al contacto con la realidad. ¿Le costó trabajo el cambio?

--Fue un gran cambio desde luego. En Bruselas el trabajo es frío y así debe ser, las decisiones que se arbitran en Bruselas tienen que ser ecuánimes y tus contactos con el terreno no son tan estrechos. Ahora mi trabajo me permite ver los proyectos, identificarlos, formularlos desde el origen, trabajar con los beneficiarios... Ahora siento que estoy desarrollando mi vocación.

--¿Qué se piensa de España en esa zona del Magreb?

--Ser español es partir con una ventaja. Te reciben con una sonrisa y luego la clásica pregunta de si eres del Madrid o del Barça. En todo el Magreb el fútbol es nuestra marca España. A mí me da un poco de pena, porque no deja de ser un cliché, como los toros y el flamenco; se simplifica la visión, cuando son muchas las cosas que tenemos que exportar. Pero tampoco es que en España se sepa mucho de Argelia, aquí es un país casi desconocido...

--...Y que se asocia al terrorismo.

--Porque ha vivido un decenio negro (1992-1999) sangrante que ha marcado a la población. Por ejemplo, había 400 salas de cine en el país y quedan 12, porque los terroristas ponían bombas en las salas. Pero ahora es un país que está emergido, fiel a su tradición socialista. Es un país rico, con recursos, que intenta construir su futuro. Yo lo veo como una fuente de oportunidades.

El día de María del Mar Roca en Argel suele amanecer temprano, porque es madrugadora. Y nada más abrir la ventana se sumerge en un paisaje "muy verde --dice--, porque Argel es muy verde". Tanto que junto a su casa hay un parque donde se rodaron las primeras películas de Tarzán, las protagonizadas por Johnny Weissmuller, o sea que aquello es como una selva. "Luego voy a la oficina y mantengo reuniones de trabajo para sopesar dificultades de proyectos y mejorar lo mejorable --añade--. Pero sobre todo hay mucha gestión".

--¿Qué hace cuando no trabaja?

--Salir a cenar a casa de amigos o a alguno de los restaurantes de la bahía; tomar sardinitas fritas a la orilla del Mediterráneo hace que las fronteras desaparezcan. Las embajadas tienen mucha vida cultural y siempre surgen planes de conciertos y exposiciones. Mi vida es muy tranquila, con mis cinco gatos y mi galgo, General, que viajó conmigo desde Madrid a Bruselas y luego a Argel. Me encantan los animales y las plantas, me considero una ecologista integral, y allí estoy feliz porque puedo tener mi jardín y mi huerto.

--Por nuestra herencia árabe, habrá rincones y sabores que le recordarán a Córdoba.

--Mucho, sí. Lo que pasa es que Argel tiene una gran herencia francesa, y por ejemplo los edificios --es una ciudad de gran calidad arquitectónica-- recuerdan más a París o Marsella que a Córdoba. Lo que más me recuerda a Córdoba es la gente, las caras; y hablando tienen los mismos gestos que nosotros.

--Pero habrá cosas que eche de menos, ¿no?

--Yo nunca cojo un avión sin echar en la maleta magdalenas y tortas apestiñadas de aquí. Pero sobre todo me llevo la fuerza de mi familia y mis amigos.

--¿Cómo imagina su futuro?

--En otro país, porque los que nos dedicamos a la cooperación tenemos una vocación nómada. Buscamos encontrarnos a nosotros mismos en otro sitio. Y luego está esa mirada que te va enriqueciendo sin perder tus raíces. Ahora comprendo a Córdoba mucho más que antes.