Son un fiel reflejo de la generosidad que se desprende de la donación entre personas vivas. Pablo, de 23 años, le donó un riñón a su hermano Álvaro, de 27, quien desde hacía tiempo pasaba seis horas al día conectado a la diálisis porque le fallaba el único riñón que tenía (el otro se lo exirparon con 3 años a causa de un cáncer). Un año después del trasplante en vivo, Pablo y Álvaro muestran su alegría.