ELA. Esclerosis lateral amiotrófica (una enfermedad degenerativa e irreversible del sistema nervioso central que paraliza paulatinamente los músculos afectando a las extremidades, respiración, habla y deglución. De momento, no tiene cura). Así se llama el desafío al que cada día desde hace más de diez años planta cara Ana María Cano.

Ana Gutiérrez, su madre y, desde que la enfermedad dio la cara, su bastón, sus manos y el hombro en el que desahogarse, recuerda que su hija arrastra problemas de salud desde la infancia. "Ha sido siempre una niña muy feliz, siempre pendiente de sus tres hermanos, pero también ha sufrido mucho". Creció muy delgadita. Con 18 años apenas pesaba 35 kilos. Y con problemas en la dentadura. Con 11 años, fue intervenida de una verruga cancerígena en el ombligo. Ana, que se esfuerza por contar ella misma su historia ayudada por el respirador conectado a su tráquea, explica que nunca le gustaron los libros porque su sueño era ser peluquera. Con 18 años, la enfermedad empezó a dar la cara en sus manos, a las que la fuerza fue abandonando poco a poco. En 1999, los médicos le diagnosticaron una miotrofia espinal crónica y le recomendaron hacer fisioterapia y rehabilitación. "Como la Asociación Cordobesa de ELA, en Vistalegre, me pillaba de camino, pregunté si podía apuntarme y me dijeron que sí. En ese momento, ni siquiera sabía lo que era la ELA", recuerda su madre. La actividad física consiguió retrasar el desarrollo de la enfermedad, que finalmente revelaron unos estudios genéticos. "Cuando oyó que era ELA, se emperró en que no, en que había un error porque a esas alturas sabía perfectamente por la asociación lo que significaban esas tres letras".

Al ser una enfermedad degenerativa, los síntomas empeoran poco a poco. "Primero fue con bastón, luego con andador y desde hace cinco años en silla de ruedas". Madre e hija se emocionan al recordar el último ingreso de Ana en Reina Sofía. "Desde marzo, no podía comer y tenía problemas de respiración, así que el médico le dijo que no quedaba más remedio que hacer una traqueotomía", explica la madre, "pero antes de entrar sufrió un paro cardiaco y casi se me muere". Las dos se deshacen en elogios para el personal del hospital. "Toda la familia está muy agradecida a la cuarta planta de Reina Sofía, módulo B, por su trabajo y, sobre todo, por el cariño con el que nos trataron".

A pesar de las dificultades para comunicarse, Ana sigue siendo una polvorilla que reparte besos y te quieros por doquier. "Es muy valiente y aunque hay días que se levanta llorando, y eso que yo la despierto bailándole y cantando, siempre ha sido la alegría de la casa y de la asociación", afirma su madre. "La ELA no puede conmigo, yo puedo con ella", se repite en voz alta cual letanía a sí misma. Cuando le pido un consejo para otras personas que tengan que pasar por lo mismo, Ana se detiene y dice dos palabras: "Fuerza mental". Luego toma aire y va más allá. "Es muy duro porque tu mente está intacta y tu cuerpo no responde, pero tienes que pensar que tú eres más fuerte que la ELA". Rodeada del cariño de toda su familia, confiesa que la inspiración para seguir adelante la obtiene de su único sobrino, Hugo, al que quiere con locura.