No hay mayor reto para un alma sensible que encontrar el camino para aprender a vivir sin miedo.

Lucas Jurado tiene 28 años, pero hasta hace tres no reunió el valor para afrontar sus miedos y empezar a ser quien es y no lo que los demás querían que fuera. Su infancia fue "como la de cualquier niño que tiene padres con problemas de pareja, dolorosa". Cuando él tenía diez años, su padre se fue de casa y no ha vuelto a verle desde 1997. Su rechazo a esa situación se hizo visible desde muy pequeño, cuando empezó a romper cosas y a desarrollar múltiples tics que solo llevaron a empeorar las cosas. "Mucho después me diagnosticaron TDAH y síndrome de Tourette (un trastorno neuropsiquiátrico con inicio en la infancia, caracterizado por múltiples tics físicos y fónicos), pero en ese momento yo no sabía qué me pasaba, solo que en el colegio se reían de mí y que me sentía diferente a los demás. Ojalá hubiera recibido atención médica entonces, creo que mi vida habría sido distinta". Siempre tuvo mucho interés por los libros. "Me divertía leyendo la enciclopedia", recuerda, "sentía como una necesidad de aprender". De la etapa escolar no tiene buenos recuerdos aunque su peor etapa la vivió cuando cursó la ESO. "Nunca tuve muchos amigos, pero los dos últimos años del colegio fueron una tortura, sufrí acoso, debido a los tics fui objeto de insultos y vejaciones de todo tipo ante la pasividad de los profesores, viví un auténtico infierno que no deseo a nadie". Su afán de conocimiento no necesariamente se traducía en buenas notas. "Las ciencias se me dan muy mal y era mal estudiante porque tenía dificultad para concentrarme", explica. A pesar de todo, decidió estudiar una carrera y hoy es licenciado en Historia. "Acabé el año pasado porque he tenido largas temporadas en las que no he podido asistir a clase debido a los tics y a los trastornos neurológicos que me obligan a estar muy medicado".

Según confiesa, internet fue para él una liberación total. "He vivido muchos años aislado, acomplejado, así que internet me abrió una ventana al mundo".

Sin embargo, lo que de verdad le permitió conciliarse consigo mismo fue aceptar su condición sexual. "El último paso fue poner nombre a lo que yo era y reunir el valor para salir del armario", señala. La primera parte del proceso tuvo lugar en el año 1998, cuando tenía 16 años y a su alrededor los adolescentes empezaron a interesarse por el sexo contrario. "Yo no sabía qué era ser gay, siempre había sido así, pero sabía que algo no encajaba porque, por ejemplo, a mí me gustaba jugar con las muñecas y las cocinitas aunque en Reyes siempre recibiera cochecitos y cosas así". Rodeado de heterosexuales, se vio obligado a fingir. "Hacía como que me gustaba una niña cuando en realidad me gustaba el mismo niño que a ella". Una década después, hace solo tres años, decidió que estaba harto de ser quien no era y se lo dijo a su madre. "Ella me aceptó sin más, yo creo que ya lo intuía, y ahora me quiere y me respeta igual que antes, aunque no todo el mundo reaccionó igual, hay personas que me han decepcionado mucho", dice sin señalar a nadie.

En su opinión, el mundo ha cambiado mucho menos de lo que la gente cree. "Hay mucha hipocresía. La gente acepta más o menos que el hijo de tal o cual sea gay, pero en su casa no pasan esas cosas", comenta tajante. Después de años de vivir en la sombra, ahora quiere ser transparente. "Quiere ser como soy, no tengo que avergonzarme de nada y nadie tiene derecho a juzgarme a mí ni a nadie".