Una epidemia de desaliento recorre la enseñanza en España porque cada vez que se ha intentado una reforma ha sido para... peor. Esperamos que la LOE y la LEA no sean una Logse-bis. Son muchos los profesores que cada curso se preguntan alarmados por qué se encuentran mal en un trabajo al que han dedicado su vida. Es la pregunta que se hace el catedrático de Lengua y Literatura, Daniel Arenas, en su libro ´Perdón por enseñar´ (Editorial Brosquil, 2008). La respuesta es relativamente compleja: debido al desprestigio del esfuerzo, la falta de orden y curiosidad, la carencia de hábitos de estudio, la disciplina de los alumnos. Quiero saber mis derechos, braman los adolescentes, y hacer lo que me viene en gana, para quien las normas serían una antigualla, por lo que el autocontrol estaría bajo mínimos. Lo que lleva a algunos, una minoría aún, a abandonar la enseñanza desesperanzados. ¿Cómo ha sido esto posible? Porque una determinada ´ideología´ pedagógica se ha impuesto a la ´ciencia´ pedagógica y al sentido común, la de los psico-pedagogos ´metementodo´ que no son ni lo uno ni lo otro, y lo que es aún peor que el discurso de alta política los ha alentado. Los que alimentan pensamientos erróneos como los del señor Ibarra, para quien el problema es que los alumnos se aburren en las aulas porque son digitales y los maestros continuamos siendo analógicos, lo que lleva a pensar que el político extremeño no se entera.

En una ESO-guardería, los creyentes de la Logse premiaban al alumno al que había que divertir a toda costa y el profesor era sospechoso, por lo que el derecho a la educación se derrumba al imponerse la ley de la fuerza para que la mayoría se quede sin derechos. Muchos padres no quieren o no pueden educar a sus hijos, mostrándoses claudicantes con la tiranía de sus hijos, y acabaron poniéndose en contra de los maestros. Con el ´catecismo Logse´, depositario de la verdad pedagógica, los profesores empezaron a desconfiar (con razón) de la presencia de los psico-pedagogos en los centros, fisgoneando en las aulas e inventando términos pseudocientíficos como la figura del ´mediador´ de conflictos o la ´motivación´ (sustituyendo al de voluntad para estudiar).

En los tiempos del BUP y del COU, profesores y alumnos se entendían desde la autoridad bien entendida, la democrática, y con el sentido de la disciplina responsable. La ¡culpa! de todo lo que pasa en los centros, según algunos, pareciese que la tuvieran los profesores, que no sabemos "motivar" al alumnado ¡Faltaría más! En una obra aparecida por las mismas fechas, ´El profesor en la trinchera´, de José Sánchez Tortosa (Esfera de los libros, 2008), se queja amargamente de la tiranía de los alumnos y de la frustración del profesor, que no debe ser amigo, ni padre, ni hermano de sus alumnos, sino ejercer este noble oficio de siglos, con el apoyo de la sociedad en su conjunto. Es cierto que la famosa ley no vino acompañada de presupuestos por lo que no siguió adelante, sin embargo los psicopedagogos habitaron los centros con su ´creencia ciega´ de ángeles custodios de la buena nueva pedagógica, por el que los alumnos nunca son culpables de nada, dado que están inmersos en un proceso de maduración al parecer sin fin. Los maestros han contado desde siempre como aliados a los padres, los más interesados en la educación de sus propios vástagos, pero es que la tendencia actual sería la contraria, al apoyar incondicionalmente los caprichos de sus hijos, lo que ha dado pie a unos profesores acobardados, a la defensiva.

¿Quién ha ganado con la Logse? Nadie, ni alumnos, ni profesores, ni la sociedad. Los perjudicados han sido los profesores de Bachillerato, entre la FP y los maestros de EGB. El virus de la demagogia pedagógica se propagó por todo el sistema educativo, por cómo organizar la escuela, gracias a los sociólogos de la educación, otra ´ideología´ a tener en cuenta, queriéndonos convertir en profesores de transversalidad y actitudes.

La nueva ´religión´ pedagógica se impuso, los profesores se rebelaron solo a medias. Y ahora es el momento de preguntarse ¿hacia dónde va la enseñanza? Rectifiquemos, pues.