Objetivamente, el Córdoba de la jornada 12 hace más para ganar que antes: dos goles de ventaja y mejores sensaciones fuera de casa, más orden y control, aunque sea ante un Elche tan limitado como él. Pero es más cierto que no le da un mínimo exigible para mantenerse con garantías en Primera. Ni tampoco para ganar. Además, por primera vez, Djukic deja dudas razonables en cuanto a manejo, con dos posibles eximentes: la rapidez entre el 0-2 y el 1-2, y que el empate llegase cuando estaban listos los relevos. Si la lucha fuera solo consigo mismo, es posible que el equipo que dirige el serbio terminase dando mejores prestaciones; lo del mercado de invierno puede llegar un momento en que sea tan secundario como un análisis sesudo para entender lo que pasa. A estas alturas, la situación es tan transparente que no admite discusión alguna: el equipo no da para más. Que ayer desperdiciara un 0-2 de ventaja solo añade dureza a la situación, también frustración, pero esas sensaciones solo desvelan problemas de más calado en medio de la lucha titánica que ha emprendido el Córdoba por la salvación: inseguridad, incapacidad, inadaptación... Y en determinadas posiciones, una clamorosa falta de calidad que no es culpa de las piezas sino del maestro de obras.

La continuidad de Málaga valió en el Martínez Valero para llevar una clara ventaja de 0-2 transcurridas dos terceras partes del encuentro. Suficiente para sumar un triunfo en situaciones normales. El Córdoba, hasta el minuto 60, contó con toda la fortuna de su parte: un penalti marrado por Jonathas a los cinco minutos, un larguerazo del mismo atacante al filo del descanso y el desacierto compartido de los rivales en los numerosos centros laterales donde las líneas defensivas y el meta del Córdoba hacen agua partido tras partido. Demasiado poco en clave ofensiva (apenas tres disparos) para acumular un 0-2 tan contundente en 60 minutos de encuentro. Mucho orden, mucho balón atrás y mucha posesión conservadora. Sin duda, lo mejor estuvo en clave individual con los chispazos de Borja, Fidel y Cartabia, que junto a Ghilas les fue suficiente a los de Djukic para poner el marcador en franquicia.

Pero ayer fue un día de claro protagonismo de banquillo. Toda la lentitud --con los matices antes apuntados de mala suerte; colegiado al margen-- que mostró Djukic para amarrar el partido con sus movimientos de piezas fueron aciertos en el cuadro local. Escribá varió con tres toques ligeros un decorado que sus hombres se encargaron de completar gracias a los desaciertos de la primera línea defensiva del Córdoba. Así, todo lo que de medios en adelante ganaron los blanquiverdes, de cintura para atrás lo echaron por tierra en los dos goles. Primero, con el penalti infantil que cometió Pinillos y que Lombán convirtió en el 1-2 (62') y después con otra desconexión general dentro del área que aprovechó Jonathas en el 74' para establecer el empate a dos.

Llegados a este punto, una vez más, solo quedan dos caminos por tomar. El de la desesperación y los nervios solo puede conducir al mayor de los ridículos. El que vale es otro, el del trabajo y el empeño compartido.