A Aurelio Teno le gustaba contar que su nombre significa "envuelto en otro", y fantaseaba con que tal vez su vida y su obra hubieran sido otras si, por ejemplo, lo hubieran bautizado como Rafael. El caso es que era supersticioso (decía que su vida había estado marcada por el número 7 desde que vino al mundo un 7 de septiembre de 1927) y fatalista, de modo que se sentía orgulloso de un nombre en el que veía predestinado su nacimiento junto a una mina, su posterior pasión por los tesoros de la tierra y su asiento definitivo en Pedrique, que al parecer había sido siglos atrás una mina de oro.

Y era digno de oírse lo que narraba sobre su apellido, que no dudaba en emparentar (con grandes visos de verosimilitud por cierto) con orígenes araucanos. "Fíjate en mi cara, ¿no ves que tengo rasgos de indio?", concluía, hallando la explicación a su gusto por esculpir personajes exóticos en su corte facial duro y esquinado, aunque lo suavizaban una mirada soñadora y su buen humor. Fuera por legendarios antecedentes o simplemente por el destino, Aurelio Teno fue un ser único e irrepetible.[,20]