Si hay un drama en la historia de los niños que crecen en centros es qué pasa con ellos cuando cumplen los 18 años. La ley prevé medidas de protección para menores, pero es después cuando se da el desamparo más absoluto. Hoy por hoy, pocos son los hijos que se van de casa al cumplir la mayoría de edad y, sin embargo, a los que han sido víctimas de situaciones dramáticas se les exige afrontar su emancipación a contrarreloj. Un poco cruel e injusto, ¿no?