--¿Por qué estudió Veterinaria?

--Mi idea era hacer Matemáticas, pero no existía la titulación en Córdoba y mi familia no podía pagarme estudios fuera. Opté por Veterinaria que sí la había aquí. Con 17 años comencé a dar clases particulares a niños para ayudar a la economía familiar. Desde que estudié Histología en segundo curso comprendí que mi vocación era la enseñanza y me metí de alumno interno en el departamento. Cuando terminé la carrera en 1959, el profesor Gaspar Gómez Cárdenas era el responsable de esa materia y me ofreció la oportunidad de incorporarme a su cátedra de Patología General. Al ponerse enfermo este profesor, me tuve que encargar, recién licenciado, de impartir materias tan importantes como Patología General y Patología Médica. Hacía un esfuerzo importante porque eran clases diarias, pero aprendí a enseñar. Transcurrido un año se quedó vacante una plaza de profesor adjunto de Histología y Anatomía Patológica.

--Usted, ¿solo trabajaba?

--Sí. En mis inicios de profesor, como el presupuesto de la facultad era tan pequeño, el decano me llamó la atención por tener las luces encendidas por la tarde. Había un conserje que tenía un bar cerca de la facultad y se paseaba por la tarde para ver qué luces estaban encendidas, lo que nos obligaba a echar las persianas para que no supieran que trabajábamos a esas horas.

--Para poder hacer su tesis se marcha a Noruega.

--Mi tesis doctoral versaba sobre grupos sanguíneos y tuve que estar unos meses en Oslo, con el profesor Mikael Braend. Volví a España. Hice la tesis en tiempo récord. Tras ir a Alemania a presentar una comunicación conocí al profesor que más ha influido en mi formación, el profesor Leo Clemens Schulz. Conectamos muy bien y me ofreció la posibilidad de irme a Hannover de director de departamento, con una beca de 2 años. Aquello dio oxígeno a mi carrera docente e investigadora. Con ayuda de compañeros iba y venía a Hannover y seguía con mi faceta docente en Córdoba. Esta relación abrió las puertas de la facultad de Veterinaria a Hannover. Se firmó un convenio de valor incalculable, que sigue en vigor, de intercambio de docentes y alumnos. Este profesor tuvo el honor de ser nombrado primer doctor Honoris Causa por la Universidad de Córdoba.

--¿Podía haberse marchado a la Complutense de catedrático, pero por distintas causas obtiene la cátedra por León?

--Gané la cátedra de León en 1970. Estuve allí poco tiempo, porque paradójicamente la misma cátedra en Córdoba no estaba dotada, pero le puse una carta al director general y la dotaron. Regresé a Córdoba y ahí comenzó mi etapa de político universitario. Me nombraron vicedecano de Veterinaria. Estando en este cargo se crea la Universidad de Córdoba y fui director del Instituto de Ciencias de la Educación (ICE) (1972-1976). De 1976 a 1980 fui vicerrector de Ordenación Académica, pero debido a la dotación de unas cátedras que nos pareció incorrecta se produjo una dimisión colectiva y pasé a director de mi departamento. Al pronto se convocaron elecciones para decano de la facultad. Me pidieron que me presentara y estuve diez años.

--¿Cómo se investigaba antes?

--En mis inicios trabajaba mucho con el animalario de la Facultad de Medicina de Sevilla, a donde iba los sábados. En Hannover hice también mucha experimentación e incluso fuimos a Madrid.

--¿Cómo era un día de rector?

--La suerte que ha tenido la Universidad es que estaba soltero durante mi etapa de político docente. Trabajaba las 24 horas. Viví algunos años con una hermana mía, que tiene casa al lado del Rectorado. A lo mejor llegaba a las 2 de la mañana de un viaje y me llegaba al Rectorado para firmar documentos. Era mi casa realmente. La mañana de un domingo me quedé atrapado en un ascensor. Pensé que estaría dentro del ascensor hasta el día siguiente. Oí ladrar al perro del portero que vivía encima del Rectorado. Pensé que si el perro me oía podrían enterarse sus