Los casi 6 kilómetros que unirán la autovía A-4 (Madrid–Sevilla) y la carretera del Aeropuerto, la N–437, están a punto de abrirse al tráfico. Según ha podido saber este periódico y si no hay imprevistos, los planes de Fomento son tenerlos listos para finales de la semana que viene. Su puesta en servicio brindará a la ciudad otra ingeniosa forma para cruzar el Guadalquivir, el puente de Abbas Ibn Firnas, una infraestructura de 270 metros de largo por 31 de ancho con tres carriles por los que se podrá circular a 100 kilómetros por hora.

Visto desde el cielo, el Guadalquivir a su paso por Córdoba posee una singular figura que se quiebra en siete puntos. Esas siete interrupciones que perturban su cauce y aparecen como lanzas que atraviesan su cuerpo son esas misteriosas estructuras que desafían a la naturaleza para unir sus dos orillas. Desde El Arcángel hasta Casillas, los puentes de la Autovía, El Arenal, Miraflores, Romano, San Rafael, de Andalucía y el nuevo de Abbas Ibn Firnas han puesto fin a las limitaciones que había para cruzar de una orilla a otra.

Todo empezó hace más de veinte siglos en el entorno de la Mezquita- Catedral, que entonces ni siquiera era un sueño. En el siglo I después de Cristo, en época del emperador Augusto, al Guadalquivir le salió su principal desafío, el Puente Romano, que soporta sobre sus pilares todo el peso de la historia de Córdoba.

También hay referencias anteriores y pudo ocupar el espacio que dejó un puente de madera. Sea cual sea su origen, su gran mérito es que sigue ahí, como seña de identidad de Córdoba y principal referencia de las idas y venidas de las corrientes del Guadalquivir. Además, durante siglos fue la única vía de comunicación de la ciudad con el Sur, el nexo de unión entre la Baja Andalucía y Castilla y entre Córdoba y la Vía Augusta que llevaba a Roma. Junto a uno de sus extremos nació la Puerta del Puente, que fue la entrada y salida de la ciudad. Con el tiempo tuvo una acompañante que lo defendió en innumerables batallas, la torre de la Calahorra.

De su planta romana original se conserva poco, ya que ha sido sometido a continuas reformas por sus heridas de guerra y por las continuas crecidas que lo maltrataban. La última restauración fue muy polémica y la dirigió el arquitecto Juan Cuenca dentro de las actuaciones que la Junta lleva a cabo en el eje monumental. Duró dos años y dio como resultado el aspecto remozado que luce ahora. Cuenca consolidó el puente y recuperó elementos eliminados en el siglo XX. Entre otras actuaciones, sustituyó el pretil por otro más acorde a su imagen originaria, reconstruyó el balcón y la hornacia y restauró el San Rafael que lo preside desde 1651 tras una epidemia de peste.

Desde el 9 de enero del 2008, es un espacio peatonal con losas de granito rosa y farolas que se posan sobre su tablero, que recibe la visita de miles de turistas. Este viejo puente de tez más clara desde su última reforma es el punto desde donde se domina la ciudad monumental.

Tuvieron que pasar veinte siglos para que al Puente Romano le saliera un competidor, el de San Rafael, que supuso una nueva entrada y salida a Córdoba y un enlace directo con la antigua Nacional IV –Madrid-Cádiz–. Era la llave para que Córdoba se convirtiera en un atractivo comercial y turístico. El puente fue inaugurado por Franco el 29 de abril de 1953, con Antonio Cruz Conde como alcalde. Los trabajos de sondeo empezaron unos años después de que acabara la Guerra Civil, en 1945, aunque la idea surgió un año antes.

La construcción se hizo bajo la supervisión del ingeniero Santiago García Gallego y la constructora fue Entrecanales y Távora. El día de la inauguración fue un acontecimiento para Córdoba, según recoge la prensa de la época. El obispo Fray Albino efectuó la bendición y la esposa de Franco, Carmen Polo, descubrió la placa que perpetuaría esa fecha hasta su retirada en el 2004. Este puente, que hoy une la avenida del Corregidor con la plaza de Andalucía, guarda una relación especial con la Ribera y los antiguos jardines del Alcázar. Durante mucho tiempo soportó un gran trasiego de coches entre La Victoria y el Sector Sur, aliviado por el puente de Andalucía. Pero esa es otra historia.

Con la Expo de Sevilla, Córdoba estrenó la autovía A-4, que une Madrid y la capital andaluza. Fue la primera vía rápida que disfrutó la provincia y supuso un giro radical para las comunicaciones. Su consecuencia directa sobre el Guadalquivir fue un nuevo puente, el más sencillo, que enlaza la orilla del recinto ferial de El Arenal y el estadio El Arcángel con la otra donde acaba el barrio de Fray Albino.

Desde esa década todo cambió y en menos de veinte años el río ha sido dominado por cuatro puentes más. Muy cerca del anterior fue levantado el más lúdico, el de El Arenal, muy frecuentado en los días de feria y en las tardes de fútbol. Desde 1993, año en el que era alcalde Herminio Trigo, acerca El Arenal al Campo de la Verdad. Fue un encargo de Urbanismo, la empresa Megusa lo fabricó y Dragados lo construyó. Combina acero y hormigón en su estructura, que se apoya en dos pilas intermedias y en los estribos de los extremos.

Diez años después, la profunda curva que hace el río en la proximidad de la ermita de los Santos Mártires se quebró con otro puente, el más polémico, el de Miraflores, que une la Cruz del Rastro y el parque que lleva su mismo nombre --símbolo de los cambios que se han producido en torno al Guadalquivir--. El 2 de mayo del 2003 fue inaugurado con Rosa Aguilar como alcaldesa, lo que permitió un año después restringir la circulación en el Puente Romano como prueba previa a la peatonalización de la que disfruta ahora. Fue un encargo de Urbanismo a CHS Arquitectos, estudio del que formaban parte Rafael Casado Martínez, Antonio Julio Herrero y Juan Suárez Avila --que ganaron un concurso de ideas en 1987--, y costó casi 12 millones que pagó Sistemas Inmobiliarios del Sur. Antes fue desechado por atrevido el diseño de Santiago Calatrava. Su apertura se celebró con un llamativo espectáculo de luz y sonido que ha dado al Ayuntamiento más de un quebradero de cabeza. Su aspecto oxidado y su joroba no gustaron y un año después de su puesta en uso necesitó una reparación urgente. En el 2006 requirió más arreglos y el año pasado aparecieron más grietas.

Pero el puente más impactante fue el de Andalucía, que forma parte de la ronda de Poniente. Sus 444 metros por 29,5 lo convirtieron en el más largo y ancho de la ciudad y sus cables de acero le confirieron una espectacular silueta de líneas rectas y angulosas que llama la atención desde las dos orillas. Cuando se proyecta sobre el río, dibuja un rombo en su lámina de agua. El puente costó 15 millones, fue promovido por Obras Públicas y construido por OHL y es la gran insfraestructura colgante de la década. El 10 de febrero del 2004 se abrió al tráfico y unos días antes fue un lugar de paseo para todo el que quiso acercarse a comprobar su majestuosidad. No faltaron Rosa Aguilar ni la entonces consejera de Obras Públicas, Concepción Gutiérrez. Su autor fue el premio Nacional de Ingeniería del 2003, Javier Manterola, que usó un novedoso sistema de tirantas de sujeción. En poco tiempo atrajo más de 40.000 vehículos y redujo el tráfico en el puente de San Rafael. Aunque acerca los barrios de Poniente a La Torrecilla y a las autovías, tiene una asignatura pendiente, su enlace con la A--4, para lo que Fomento construye la variante que lo prevé.

Ahora su espectacularidad se ve algo mermada con la presencia de otro compañero, el puente de Abbas Ibn Firnas, el que está más al oeste de todos. Sus dos vanos se asemejan a unas alas que acaban de levantar el vuelo. A esa imagen contribuye la escultura que homenajea al ingeniero que le da nombre. Es el nuevo símbolo de Córdoba, otro mirador para la ciudad y un desafío a la naturaleza.