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Isaac Marcet, ex CEO de PlayGround: "La IA es una tecnología demasiado poderosa que debería prohibirse y apagarse: nadie puede aspirar a ser dios"

Fundó y dirigió un medio de comunicación orientado a las redes que llegó al top 10 internacional de los más leídos, pero el poder tecnócrata introduce un algoritmo para controlar la información, y se lo carga, como pasará con toda la prensa

Isaac Marcet, creador de Playground.

Isaac Marcet, creador de Playground. / Jordi Otix

Elena Pita

De la filosofía cayó al ciberespacio para crear PlayGround (2008), medio de comunicación enfocado a las redes sociales; él, que nunca tuvo un perfil en redes, por pudor. Pero creía en el artificio del futuro y llegó al top 10 de los medios más leídos en el mundo. En 2018, la tecnocracia de Silicon Valley pretende una regulación puritana de la información a través de un algoritmo y, de la mañana a la noche, lo hunden, como pronto harán con el resto de la prensa. Isaac Marcet (Barcelona, 42 años) vuelve al mito y la antropología y escribe “La historia del futuro”, un intento de recuperar la visión del tiempo que se perdió y marcó el declive de la humanidad. 

¿Cuál sería su propuesta para salvar a la prensa de su desaparición a manos del monopolio tecnócrata?

Ante la ofensiva real de Google y Meta contra las noticias, cuya veracidad no han sabido regular, invito a la unión de todos los medios de comunicación del planeta a exigir a sus gobiernos una alianza para acabar con el modelo de negocio llamado “la economía de la atención” (cada segundo en la red les reporta beneficios en publicidad), que engancha incluso a los niños y que está obligando a medicarlos. La economía de la atención anabolizada por Inteligencia Artificial es una tecnología demasiado poderosa para estar en manos de nadie: es el mito de Prometeo: nadie puede aspirar a ser dios. Hay tecnologías que deberían prohibirse, porque degradan no sólo nuestra salud, sino la libertad y la democracia. Y esto se ha hecho siempre en la historia de la humanidad, pero vivimos la carrera de la innovación por la innovación, que llevará a la destrucción del planeta.

La invención del reloj mecánico fue a su juicio la gran maldición de la historia. ¿El reloj mató al destino?

Sí, y lo sustituyó por el concepto de “futuro”, porque marcó un ritmo inédito, lineal y constante en el universo, donde nada es constante y la línea recta no existe.

Pero ¿qué diferencia esencial supuso pasar de medir el tiempo por la luz solar o la clepsidra a hacerlo por un sistema de poleas?

A partir de entonces nos creímos que el tiempo es algo objetivo y homogéneo. Para el hombre antiguo, el reloj era el ritmo del corazón y su medida, relativa y aproximada. Creemos que el tiempo lineal nos ha ordenado, pero en el fondo nos ha hecho caóticos y dispersos, y esclavos.

Porque ¿fue precisamente la causa del desfase de nuestra civilización contemporánea frente a la naturaleza?

Sí, junto al contubernio protestante y burgués, el descubrimiento de América, el nacimiento del capitalismo y la deuda bancaria. Fue la promesa del progreso: invirtiendo iríamos a mejor. Pero sucedió a costa del medioambiente, el lenguaje, los afectos, el silencio, la paz.

"El futuro se convierte en una droga, nos causa ansiedad, y el capitalismo fue la manera de hacerla productiva". ¿Fue también el principio de nuestro miedo al tiempo y de que vivamos para trabajar en lugar de trabajar para vivir?

Sí, ahí se produce. Trabajo viene de “tripalium”, que es un objeto de tortura con tres palos que se utilizaba para los esclavos. El trabajo para nuestros ancestros era espantoso, nunca honroso. De golpe se implanta la ética del trabajo: protestantismo puro y duro. El capitalismo es una fábrica de futuro, te obliga a mirar siempre adelante: ¿qué es un business plan o un plan de deuda? Estamos en un momento paradójico en el que el futuro ha destruido nuestro futuro y seguimos haciendo planes de futuro enloquecidos, nos mata la ansiedad. Elon Musk es el futurista por excelencia: quiere llevarnos a otros planetas porque habremos destruido la Tierra, e implantarnos IA en nuestras conciencias. Pero ¿no será más sencillo decrecer, dejar de consumir tanto, reducir la producción, como decía Walter Benjamin, para evitar la destrucción? Estamos en un bucle tecnológico.

También sostiene que el tiempo ha sido y es la causa de todas las guerras. ¿Qué opera el tiempo en la masacre de Gaza o la invasión de Ucrania?

Todas las guerras actuales son luchas capitalistas por los recursos. Los Estados tienen mucho miedo al mundo que viene, un mundo de muy pocos recursos, donde la información será el nuevo oro y la IA la tecnología y el poder que tomará las decisiones. Es una guerra por el tiempo, sin duda. ¿Qué es el PIB? Una guerra por el futuro, por un tiempo que tememos, y ese miedo te aparta del presente. El futuro es una abstracción, una mentira, la vida no está ahí. Según los sufís era “pecado”, donde “pe” es pie y “cado”, tropiezo.

Propone un nuevo tiempo que volvería a su concepción circular. ¿Por qué es esencial para ello y para dar respuesta a los retos contemporáneos la recuperación del mito y la etimología?

Hay una inteligencia que se ha perdido, el mito y la etimología nos lo demuestran, nos revelan cómo hemos tergiversado la verdad: fíjate por ejemplo cómo Ayuso utiliza la palabra libertad. Etimología significa palabra verdadera y el mito, historias originarias y ejemplares más allá del tiempo, nos representa como especie humana: son las mismas en todas las tradiciones del mundo. Si la ciencia mide el dato, la mitología es la ciencia del espíritu: es la historia del origen, es como un gen que se transmite a través de las generaciones, por eso tradición significa ofrenda, el linaje que se transmite.

El lenguaje de la informática –sostiene– “es fascista y misógino”. El futurismo de Marinetti, alabando velocidad, violencia y misoginia, denostando el intelecto y la ecología, está en la base del fascismo, vale, ¿pero por qué lo compara con el andamiaje tecnofinanciero?

A partir del nacimiento del futuro se impone una visión binaria del mundo, basada en opuestos, mientras la mitología y la poesía nos enseñan que estamos en continua metamorfosis y que somos andróginos: la realidad es mucho más compleja que una definición exacta. El mundo era circular y todo estaba conectado, la carretera que sube también baja; y su lenguaje estaba abierto a la complejidad. El lenguaje informático se basa en unos y ceros, símbolos unívocos, cerrándose a una visión bipolarizada que nos convierte en máquinas confrontadas, violentas, fascistas, y por eso estamos en una guerra civil mundial.

Compara internet con el mito de Frankestein, “un monstruo hecho a base de nuestros trozos de vida, o sea nuestros datos”, ¿pero la red no era la democratización del saber?

El doctor Frankestein alumbra el monstruo por ego y por deseo de crear un ser superior que salvará vidas y nos hará inmortales. Exactamente lo mismo que sueña Silicon Valley: crear un gran dios, o sea una IA, que todo lo solucione y prediga el futuro. Pero de golpe esa creatura arremete contra su creador, que es lo que ha ocurrido en la historia de la humanidad: una línea parricida. Recuperando el mito de Prometeo, la gran profeta Mery Shelley nos cuenta que las tecnologías, que ya entonces se vislumbran, van a ser lo que nos destruya. Y que cuando nos demos cuenta no nos quedará otra opción que acabar con ellas, porque es un juego demasiado peligroso, tal y como le ocurre a Víctor Frankestein o como ya hizo Jennifer Doudna con su herramienta capaz de editar genes ad infinitum, convirtiéndose ella misma en la máxima reguladora de su propio descubrimiento.

¿Qué es la EA (estupidez artificial)?

Inteligencia, palabra acuñada por Cicerón, significa inter-llegere o leer entre líneas, que es precisamente lo que no sabe hacer la IA: idiotez artificial (sería más exacto que estupidez); una técnica simplista por naturaleza, que puede ser todo menos inteligente, y que nos convertirá en máquinas.

La última astracanada de Elon Musk apunta a que dejaremos de trabajar por obligación y sólo lo haremos por placer, pero ¿no es cierto que la IA no hará sino acelerar la rueda de la codicia y la deuda eterna?

Está cometiendo el mismo error que Keynes, que predijo que gracias al progreso el hombre hoy estaría trabajando 15 horas a la semana, cuando la tendencia es la contraria: no solo dedicamos a ello el tiempo estricto del trabajo, sino que toda la proyección en redes, las relaciones humanas, la “espiritualidad” new age, todo está enfocado a que seamos más competentes en nuestro trabajo: todo es un tripalium, una tortura para acumular dinero. Por esto el máximo exponente de la new age es Silicon Valley: herramientas para trabajar más, no para descubrir nuevos mundos, cuando la espiritualidad siempre fue anticapitalista y revolucionaria, tradiciones que animaban al jubileo: año sabático en el que se descansaba, se daba libertad a los esclavos y se condonaban las deudas.

Isaac, nunca la memoria había caído tan bajo, ¿hemos de recuperarla para volver a ser humanos?

Cien por cien: para saber dónde estamos y a dónde vamos hemos de conocer nuestras raíces, recordar el origen y otros finales de ciclo que ha habido, porque el tiempo es circular y todo sucede una y otra vez. No somos islas sino herederos de un linaje.

También sostiene, y esto va a irritar a muchos, que según el evangelio copto de Tomás, Jesús fue andrógino y predicó la filosofía trans y no binaria. ¿Por qué la división binaria sería la causa de nuestra soledad?

Lo cuenta muy bien Aristófanes cuando habla del mito del primer humano, y también está en la Cábala y muchas otras tradiciones, según lo cual el primer humano era perfecto y completo, femenino y masculino a la vez, andrógino. Pero como era tan poderoso se rebeló contra los dioses que lo partieron en dos, dándole la oportunidad al ser escindido de volver sentirse completo, por eso nos enamoramos. Todos sentimos que nos falta algo, nos sentimos solos, y ese algo nos lo puede dar la religión, la mística, el arte, el travestismo, siempre y cuando tenga una base. Todos somos espiritualmente andróginos: es una forma de ver el mundo, una poética, un lenguaje: esto no tendría ni que debatirse. Nuestros ancestros conocían el mito y vivían en metamorfosis continua; nosotros lo hacemos en compartimentos estancos, nos clasifican en aras de la productividad, capitalismo puro. Hacer el amor es fusionarse, dejar de ser tú y el otro, y la eternidad es la mayor de las androginias o fusiones.

Convencido de que el capitalfuturo nos ha abocado al apocapitalismo, al fin del mundo, habla de una guerra civil mundial. ¿Sólo matando el tiempo puede renacer la civilización? Y ¿qué lo sustituiría?

Hemos de regresar al tiempo original y no mediatizado por el capitalismo y la tecnología, y donde a través de la circularidad de las estaciones y los ritmos naturales volvamos a estar en consonancia con un mundo que nos excede pero del que formamos parte. Y volver a encontrarnos con la eternidad.

¿Qué entiende por eternidad?

Lo que está más allá del tiempo y el lenguaje: la fusión de los opuestos, la androginia. Sólo a través de un lenguaje abierto a la androginia, del símbolo, la poesía, el arte, el amor, se puede llegar a rozar su comprensión sin ser muy consciente: es metafísica, es la mar mezclada con el sol que dijo Rimbaud, una metáfora de la unión. Todo es un infinito continuum, pero el lenguaje informático corta el mundo analógico a través de símbolos binarios, heteros, siempre en guerra. Por eso la revolución será andrógina, sólo así podremos despolarizarnos y dejar de pelearnos.

¿Confía en que esa revolución llegará?

No queda otro remedio. Ha de nacer en el interior de cada uno, porque vivimos en un laberinto de tecnología capitalista que solo lleva a la destrucción: hay que sacrificarla como hizo Frankestein, por un bien mayor. Cuando dejamos de tener miedo a la naturaleza, porque la convertimos en objeto domeñable, dejamos de respetarla. Hemos convertido en objeto hasta nuestra propia inteligencia, con la metáfora invertida de la IA: la única solución es apagarla, prohibir su monetización, como se ha hecho en la historia con lo demasiado poderoso, con la pretensión de ser dios, porque la naturaleza lo castiga, como hizo Zeus trayendo a Pandora con su caja de desgracias para controlar al hombre. ¿Creemos realmente que podemos ser inmortales sin consecuencias o diseñar un sistema que puede ser dios e infinito?

Antes aún, dice, pasaremos por la última plaga: la enfermedad autoinmune, que usted mismo padeció al deshacerse de su anterior vida en la economía del ciberespacio. ¿No será esto sino el secreto deseo de morir?

Absolutamente, porque como pensamos binariamente, de golpe nos separamos de nuestra naturaleza, y el cuerpo ataca. Ante esa división entre la necesidad vital del cuerpo que es descansar, respirar, sentir, y los deseos implantados en nosotros por el capitalfuturo, el cuerpo se rebela y surge la enfermedad autoinmune. Me mediqué durante cinco años con un dolor insufrible, sin poder dormir, enfermo de futuro, pero cuando logré parar, me curé. Se supone que tenía una enfermedad crónica, pero la curación existe.