Boris Becker parece enamorado de su propiedad maldita, la finca de Son Coll, en Mallorca, que le da más dolores de cabeza que alegrías a juzgar por el historial de problemas que le ha generado desde que la compró en 1998 por algo más de un millón de euros. Ayer evitó, como si hubiera salvado una bola de partido, que un juzgado la subastara hoy mismo. ¿Por qué? Porque saldó una importante deuda que tenía con una empresa de jardinería.

Un juzgado civil de Palma había tasado en 8,5 millones de euros la mansión (que dispone de un terreno de 265.000 euros en plena montaña), a la que se podía pujar depositando solo el 20% de ese valor. La propiedad estaba embargada desde hacía meses porque los jardineros reclamaban el pago de 276.000 euros (que con los intereses alcanzaban 359.011) por haber diseñado y mantenido el vergel.

DESDE EL 2009 La deuda se arrastraba desde el 2009, y solo cuando el extenista alemán entendió que, efectivamente, iba a perder la mansión por un precio irrisorio, sus abogados propiciaron el acuerdo liquidando la factura. Quizás ahora, una vez salvada, decida venderla, como había intentado estos últimos años, ofreciéndola por entre 12 y 15 millones de euros a través de inmobiliarias de lujo.

Son Coll, que Becker posee a través de una de sus empresas, Goatbridge, es una fuente inagotable de líos, muchos de ellos provocados por él mismo. Además del jardinero, últimamente una constructora le han reclamado por otra vía una deuda de 430.000 euros.

El extenista, que en Alemania estuvo a punto de ir a prisión por evasión de impuestos (un tribunal de Múnich le condenó a dos años de cárcel pero saldó la deuda y pagó medio millón en multas), ha cometido en Mallorca varias irregularidades e infracciones urbanísticas y ha construido más de lo permitido y sin licencia. Ninguna autoridad en la isla balear se lo ha perdonado a pesar de que había sido contratado en los años 90 para publicitar los acontecimientos deportivos que se celebraban allí. Las multas que ha tenido que abonar son abultadísimas, ya que suman casi 500.000 euros.

Por si fuera poco, tuvo que demoler toda edificación que no se ajustaba a la legalidad. Un revés tras otro, en fin, aunque este último lo ha solucionado cuando el partido parecía definitivamente perdido.