A Alberto Palatchi, dueño de Pronovias, le gusta decir a modo de lema, casi de mantra, que "lo importante es el amor". ¿Un romántico? Sí. Pero también un empresario de éxito gracias a esta filosofía de vida. Ejemplo: Bar Refaeli coge un avión en Suiza para plantarse el viernes por la noche en el desfile de la firma de moda nupcial en la Sala Oval del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Una cuestión de amor, sin duda, porque sabe que la supermodelo está enamorada de Barcelona, del Barça y del juego que despliega alguno de sus futbolistas. Tanto, que viaja cada dos por tres a la capital catalana, ya sea por trabajo o por placer (en enero, se sentó en el palco del Camp Nou para animar a los azulgranas en su partido de Copa contra el Real Madrid). "La playa, la gente, los restaurantes... Sí, aquí estoy como en casa", admitió.

Tras seguir el pase en tan imponente escenario con otros 1.800 invitados (entre los que estaban las maniquís Helen Lindes y Eva González, los actores Carla Nieto, Roberto Hoyas e Irene Montalà y la hija del cantante Luis Miguel, Michelle Salas), la antidiva de la coleta cruzó la calle que separa el Palau Nacional del palacete Albéniz. Allí ejerció sin pretenderlo de reina de una fiesta repleta de rostros menos angelicales y menos conocidos mundialmente, como Tamara Falcó, Marina Castaño y Alonso Aznar (esta vez, el hijo del expresidente del Gobierno no se pasó la noche gritando "¡tequilazo!", como hace dos años en el CDLC, básicamente porque no había destilado mexicano).

Refaeli, que acaba de debutar como actriz interpretando a una espía del Mossad, estuvo bien protegida por su mánager en una zona abierta al público en una de las terraza del palacete, de modo que a pocos hizo caso: a una mujer a la que no conocía de nada para pedirle un cigarrillo ("excuse me, do you mind...?" ); a Leo Solanes, que le exigía gestos "sexis" a la cámara para el anuncio de El Corte Inglés en el que la dirigió hace un lustro; al hijo de esta, Josemaría, que descubrió resignado que la entonces novia de Leonardo DiCaprio no guardaba el más mínimo recuerdo de él, y a la bella colega Karolina Kurkova, con la que charló sin parar y jugueteó con el móvil.

Más activa que la israelí estuvo la checa, que desfiló en el MNAC y bailó en el sarao antes de irse a medianoche al hotel, cual Cenicienta moderna. Kurkova fue a cuidar de su hijo Tobin, de dos años, con el que había viajado a Barcelona. Refaeli también se recogió pronto; debía tomar un avión a las 5 de la mañana con destino a Tel-Aviv para ver a su familia.