El verano es tiempo de calor, ocio, vacaciones y también de moscas por todas partes, de forma que nos solemos equipar con mosquiteras, insecticidas de todo tipo e incluso la clásica paleta matamoscas que es ecológica y efectiva.

Por suerte, la llegada del frío las hace desaparecer de nuestras vidas, aunque justo en estos días de otoño es cuando están más “pesadas”, pues enseguida buscan la oportunidad para entrar en casa y estar calientes.

¿Dónde van las moscas en invierno?

Estos animales tan pesados no se mueren durante el invierno, sino que terminan escondiéndose en grietas o lugares más cálidos, en la materia en descomposición, en donde entran en una especie de letargo en la que están quietas y ni siquiera necesitan alimento.

Sus organismos son incompatibles con el frío, así que se paran y no pueden revolotear, además de que no se reproducen, dándonos un descanso durante unos meses al año en los que no están molestándonos en casa o en la calle.

Se reactivan en cuanto suben las temperaturas

En cuanto lo peor del invierno va quedando atrás y los días son más cálidos, no tardan en salir en busca de alimento, poniendo huevos que a veces eclosionan en menos de un día. Estas larvas tardan un mes en completar su desarrollo, acortándose este periodo si la temperatura es alta.

Como se puede ver, se trata de un animal con un ciclo vital muy rápido, con una esperanza de vida de alrededor de 25 días, que se alargan hasta los 60 si las condiciones ambientales les favorecen.

Algunas curiosidades sobre las moscas

Lo que más asco nos da de una mosca es ver cómo se posa sobre uno de nuestros alimentos, y la razón para que haga eso es que tienen las papilas gustativas en las patas, de manera que cuando se ponen encima de algo, en realidad lo están probando.

Son muy veloces, de ahí que no sea sencillo matarlas, procesando hasta 250 imágenes por segundo, mientras que nosotros procesamos menos de la cuarta parte.

Ya sabemos cuál es la razón de que estos animales nos dejen tranquilos: el frío. De esta manera, ahora vamos a tener unos meses en los que no habrá ni rastro de ellas.