Ganado: toros de Hermanos Peralta, bien presentados y con movilidad. Tercero y cuarto tuvieron más recorrido que los anteriores.

Leonardo Hernández: rejón de muerte y ocho descabellos (saludos desde el tercio); y dos pinchazos hondos, el primero de ellos escupido (oreja).

Alvaro Montes: rejón de muerte y tres descabellos (oreja); y cuatro pinchazos, un metisaca y rejón de muerte (palmas de despedida).

Incidencias: llovió con fuerza durante la lidia del primero de la tarde.

Plaza: Montoro. Más de media.

Un encierro de Hermanos Peralta, bien presentado, con movilidad y cierto genio de salida --sobre todo en los dos últimos-- puso ayer el broche a la feria de Montoro. Fue una corrida que en líneas generales sirvió para los rejoneadores, pues además de moverse lo hizo con buen son en numerosos momentos de las faenas.

Leonardo Hernández y Alvaro Montes, que actuaban mano a mano, sólo cortaron en total dos orejas --una y una-- que sin duda pudieron ser más de haber estado más certeros con los aceros. Abrió la terna Hernández, que en primer lugar se topó con un toro al que dejó llegar mucho a la cabalgadura y que salía distraído tras los primeros rejones de castigo.

TERRENOS DE TORILES

El animal, que de salida tuvo cierta tendencia a terrenos de toriles, se movió mejor en el tercio final, momento en que el rejoneador se lució en las banderillas, sobre todo en un par a dos manos. Mejor conjunto resultó en el tercero de la tarde --con muchos pies y fiereza--, cuya embestida templó con suavidad. El único borrón que tuvo fue un despiste mientras preparaba un par de banderillas, cuando fue sorprendido por el toro, que dio una cornada al caballo, rápidamente sustituido. Cortó una oreja tras dos entradas con el rejón de muerte.

El caballo, de nombre Quieto , sufrió "una cornada en la parte superior del vientre" y tras ser asistido por los veterinarios de la plaza fue trasladado a Córdoba para ser operado.

Por su parte, Alvaro Montes llevó a cabo una lidia más lucida que su compañero, con vistosa preparación en banderillas y poniéndolas al violín y al quiebro. En su primero clavó con acierto casi todos los palos y se adornó a la salida de los mismos a base de suavidad y dejando llegar al toro. Cortó una oreja.

En el que cerró la tarde y la feria de Montoro, que se dolió al sentir los primeros rejones de castigo, volvió a encelar la embestida del toro al caballo. Cuarteó con acierto en las banderillas aunque tuvo dificultad a la hora de colocar las rosas finales, con el toro parado y en terrenos de toriles. Mató mal y escuchó palmas al final.