Neurología

Pobreza y salud cerebral: más demencia, ictus, Alzheimer o Parkinson en personas con menos ingresos

Las personas con un menor nivel socioeconómico tienen hasta tres veces más posibilidades de desarrollar demencia temprana

La Sociedad Española de Neurología evidencia cómo las circunstancias socioeconómicas en las que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen impactan de lleno en la salud cerebral

Imágenes de escáner de un cerebro.

Imágenes de escáner de un cerebro. / EP

Nieves Salinas

Las personas de entornos socioeconómicos más bajos tienen tres veces más probabilidades de desarrollar demencia de aparición temprana. Quienes tienen bajos niveles de educación e ingresos tienen un 10% más de riesgo de muerte o discapacidad por ictus. La incidencia de la epilepsia es 2,3 veces más frecuente en las personas más desfavorecidas y menores ingresos y el menor nivel educativo también están relacionado con una mayor gravedad de la enfermedad de Parkinson y su discapacidad.

Son datos que ha aportado este lunes la Sociedad Española de Neurología (SEN) para evidenciar cómo los determinantes sociales de la salud, es decir, las circunstancias socioeconómicas en las que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud al que tienen acceso, son "fundamentales para mitigar a carga de los trastornos neurológicos", la principal causa de discapacidad y la segunda causa de muerte en todo el mundo.

Las enfermedades neurológicas, dice la SEN, son un desafío porque afectan "enormemente" a la calidad de vida, pero también generan importantes cargas económicas. Con los últimos datos disponibles, de 2020, el coste total de los trastornos neurológicos en Europa superó el billón de euros, una cifra que equivale al coste total de lo que supusieron todas las enfermedades cardíacas, cáncer y diabetes en su conjunto.

Prevención y recursos

Para abordar ese enorme impacto, subraya la sociedad científica, se necesitan "estrategias integrales" centradas en la prevención, detección temprana, acceso al tratamiento y seguimiento de los pacientes. Además, es crucial realizar esfuerzos para mejorar la infraestructura y los recursos de atención médica. Pero, advierte también, el doctor Jesús Porta-Etessam, presidente de la SEN, "es ya conocido que el nivel socioeconómico es un factor que condiciona el comportamiento individual ante la salud y las condiciones de salud de la población y esto no es ajeno a las enfermedades neurológicas".

Así, aproximadamente el 70% de la carga global de trastornos neurológicos se concentra en países de bajos y medianos ingresos y, de forma análoga, en países más favorecidos económicamente, como es el caso del nuestro, el peso de una gran mayoría de las principales enfermedades recae en personas con bajos ingresos".

Los determinantes sociales también en la salud cerebral en general. La SEN señala que, en los últimos años, se han publicado diversos estudios que han tratado de cuantificar este impacto en enfermedades como el Alzheimer y otras demencias, ictus, esclerosis múltiple, Parkinson, epilepsia, migrañas y otro tipo de cefaleas, enfermedades neuromusculares o neuropatías.

Demencia temprana

En el caso del Alzheimer y otras demencias, factores sociales como el nivel de educación, el acceso a cuidados de salud preventivos y el apoyo social influyen en su incidencia y manejo. Reciente se ha dado a conocer un estudio que ha determinado que las personas de entornos socioeconómicos más bajos tienen tres veces más probabilidades de desarrollar demencia de aparición temprana. Y, si esas mismas personas llevan un estilo de vida poco saludable, el riesgo es un 440% mayor en comparación con aquellas de un nivel socioeconómico más alto que llevan un estilo saludable.

La dieta, el acceso a la atención médica preventiva, el tabaquismo y el consumo de alcohol también influyen en el riesgo de padecer un ictus

Aspectos como la dieta, el acceso a la atención médica preventiva, el tabaquismo y el consumo de alcohol también influyen en el riesgo de padecer un ictus o algún tipo de neuropatía periférica y son muchos los estudios que han determinado que los estilos de vida perjudiciales y el control de los factores de riesgo vascular son peores en los individuos que no han terminado la escuela secundaria y entre los que se encuentran desempleados, realizan trabajos no cualificados o de baja remuneración.

Mortalidad por ictus

Otros estudios, continúa la SEN, también han evidenciado una asociación entre bajos niveles de educación e ingresos y la mortalidad por ictus, llegando a la conclusión de que pueden tener un 10% más de riesgo de muerte o de depender de otros para completar las tareas diarias tres meses después de un ictus, en comparación con las personas con altos niveles. 

En ictus, las personas de clases sociales más desfavorecidas, del ámbito rural y de mayor edad tienen un menor conocimiento sobre la urgencia médica que supone

Además, comenta el doctor Porta-Etessam, "en el caso del ictus, las personas de clases sociales más desfavorecidas, del ámbito rural y personas de mayor edad, habitualmente, tienen un menor conocimiento sobre la urgencia médica que supone un ictus. Esto hace que sean muchos lo que esperan a que los síntomas de un ictus se resuelvan espontáneamente, limitando la solicitud de ayuda o que cuando llegue al hospital ya sea tarde".

Exposición a pesticidas

En el caso de la enfermedad de Parkinson, la exposición a pesticidas y otros productos químicos, que puede estar relacionada con ocupaciones específicas y condiciones de vida, ha sido vinculada a un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad. Además, también se han publicado diversos estudios que han asociado menores ingresos con una mayor gravedad de la enfermedad y discapacidad, en distintos grados.

La incidencia de la epilepsia parece ser 2,3 veces más frecuente en las personas más desfavorecidas

Vivir en una situación socioeconómica vulnerable también aumenta las posibilidades de desarrollar epilepsia. La incidencia de la enfermedad parece ser 2,3 veces más frecuente en las personas más desfavorecidas. La clase social y la educación también limitan tanto al acceso a la atención médica para recibir un diagnóstico y tratamiento adecuados, como al estigma social asociado con esta enfermedad.

Estrés y migrañas

La alta relación entre el estrés, que a su vez también suele estar relacionado con condiciones laborales, económicas y sociales, con el desarrollo de migrañas y otras cefaleas, hace que la prevalencia de estas enfermedades sea mayor entre las personas más desfavorecidas. La sociedad científica dice que son muchos los estudios que afirman que la migraña crónica, que es la migraña más invalidante, es más frecuente en personas que viven en entornos con un nivel socioeconómico más bajo.

Pero no solo el estrés, también otros factores como la obesidad, estilos de vida, falta de sueño, que influyen en la discapacidad que provocan estas enfermedades, están más presentes en personas de entornos más desfavorecidos.

La relación con la ELA

Por otra parte, la prevalencia de la esclerosis múltiple también puede verse afectada por factores geográficos y socioeconómicos, incluyendo el acceso al diagnóstico y tratamientos especializados. Al igual que con ciertas enfermedades neuromusculares (como la distrofia muscular o la ELA), en el que acceso a cuidados de salud y apoyo social son clave para su manejo.

La falta de recursos también puede limitar tanto el acceso a los tratamientos, como a los apoyos para la discapacidad

Doctor Jesús Porta- Etessam

"El estatus socioeconómico es, por sí solo, un factor importante a la hora de aumentar el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades neurológicas. A su vez, la falta de recursos también puede limitar tanto el acceso a los tratamientos, como a los apoyos para la discapacidad", explica el doctor Jesús Porta- Etessam.

Por otra parte, añade el neurólogo, las personas de entornos desfavorecidos "pueden tener más dificultades para llevar hábitos de vida saludables, como por ejemplo, adherirse a la dieta mediterránea, que es la más indicada para tener una buena salud cerebral, o para acceder a una educación o a trabajos más motivadores o de carácter más intelectual, que ayudan a mejorar nuestra reserva cognitiva, lo que a su vez nos ayuda a compensar la neurodegeneración que provocan muchas enfermedades neurológicas". 

En definitiva, concluye el neurólogo, el estatus socioeconómico "puede afectar desde múltiples dimensiones a la salud cerebral y también a nuestro estilo de vida y todo ello puede influir tanto en el desarrollo de una enfermedad neurológica como en el grado de discapacidad que genere".