Cortegana es uno de esos pueblos que parecen hechos para vivir, un pueblo con cuestas imposibles, con un castillo que lo preside con orgullo para sus vecinos, los mismos vecinos que ven rota su tranquilidad por el presunto asesinato cometido por alguien que, desde luego, no les es desconocido, informa Efe.

Bernardo M., el detenido ayer como sospechoso de la muerte de la joven profesora Laura Luelmo, provocó en el 2005 unos disturbios que nadie ha olvidado en el pueblo, donde es complicado encontrar alguien que quiera hablar abiertamente de lo que pasó hace exactamente 23 años, en los días previos a la Navidad de 1995.

El 13 de diciembre de 1995 Bernardo entró por la ventana de Cecilia Fernández Díaz, a la que asestó varias puñaladas con un machete de grandes dimensiones en la región dorsal y el cuello, que le seccionaron la carótida y la yugular, causándole la muerte, un crimen por el que dos años después fue condenado a 20 años de prisión.

Se ensañó con la anciana porque iba a declarar contra él en un juicio por lesiones y el pasado octubre, tras acumular nuevas condenas, salió de la cárcel de Huelva, prisión a la que volvió el pasado viernes para tener un vis a vis con su pareja, otra reclusa.

«A ese padre lo matan esos hijos», explica una vecina de Cortegana. Se refiere a dos de los nueve hijos de Manuel Montoya, Bernardo y otro que también tiene una condena por asesinato. Esta vecina es una excepción en un pueblo donde nadie parece querer hablar del tema, porque en la memoria tienen frescos los sucesos vividos con parte de la población gitana en el 2005 tras la muerte de un joven.

«Otra vez Cortegana en la tele para dar mala imagen del pueblo, otra vez un crimen», dice la vecina. Recordaba así lo que pasó hace 13 años, cuando la «venganza» del pueblo contra la población gitana causó daños en 12 viviendas y 14 coches.