El que durante las últimas décadas ha sido uno de los paradigmas ecologistas del animal en peligro de extinción, el oso panda gigante, ha dejado de ser calificado como tal, según la última evaluación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Aunque la noticia reconoce los esfuerzos de China, esta la ha recibido con matizado entusiasmo: teme que estén vendiendo la piel del oso demasiado pronto y que se acentúe el debate sobre los grandes recursos destinados a su emblema nacional.

Los pandas pasan en la última lista de la UICN de «estar en peligro de extinción» a ser «vulnerables», es decir, del cuarto al quinto peldaño en una escala de nueve. La organización con sede en Suiza alude a criterios numéricos. Su población ha pasado de 1.596 ejemplares en libertad en el 2004 a 1.864 en el 2014. En la década de los 80 se contaban menos de un millar y los procesos de industrialización y urbanización que amenazaban sus hábitats dibujaban un panorama tétrico. China ha aumentado las reservas, protegido los bosques de bambú, prohibido las talas, creado corredores para que las comunidades interactúen y perseguido con saña la caza furtiva.

La Administración Forestal Estatal de China alude a la letra pequeña. Las 33 comunidades de pandas parecen muchas, pero 24 están en peligro. Muchas tienen menos de una treintena de miembros y 18 no alcanzan la decena, lo que complica su reproducción. Los corredores han aumentado, pero la amplitud de algunos no supera el kilómetro. La superficie de bosques de bambú crece, pero asoma la amenaza del calentamiento global que podría reducirla en un 35% en los próximos 80 años. Y Sichuán, la provincia que concentra al 80% de los pandas en libertad, tiene una actividad sísmica acusada.

«Si rebajamos su estatus o relajamos nuestros esfuerzos para conservarlo, la población de pandas y sus hábitats pueden sufrir pérdidas irreversibles y nuestros logros se verán arruinados. No somos alarmistas cuando pedimos que se mantenga su condición anterior», señaló Pekín.

China y la organización internacional World Wildlife Fund (WWF), que precisamente tiene un panda como emblema, abrieron tres décadas atrás la Reserva Nacional de Wolong para dirigir las operaciones. Desde ahí, el experto Marc Brody también ha criticado el cambio y planteado dudas sobre el método contable. El simple examen de las marcas de sus dientes en las cañas de bambú, sostiene, impide conclusiones sólidas.

DEMASIADOS RECURSOS / Algunas entidades conservacionistas habían lamentado ya que los pandas concentren demasiada atención y recursos. A esos fósiles vivientes con manchas negras en su pelaje blanco les beneficia su aspecto. Otros animales, como los insectos, menos adorables pero mucho más relevantes para el ecosistema, son ignorados. Los pandas necesitan 14 kilos diarios de bambú, que supone el 99% de su dieta. Preservar los bosques de bambú es muy costoso y no beneficia más que a los pandas. China ha mostrado menos afecto por otras especies autóctonas, como los delfines de río, castigados por la presa de las Tres Gargantas, o los pangolines, que en el sur del país acaban estofados.

Ninguna medida sobra en China para salvar a su símbolo animal. Desde 1963, acude a la inseminación artificial para contrarrestar su abulia sexual. Su época de celo apenas dura unos días al año y los esfuerzos para estimularles, incluso con películas porno y viagra, son de eficacia escasa.

También se les ha impuesto una tabla diaria de ejercicios sexuales que consiste en hacerles caminar erguidos sobre sus piernas traseras con una manzana como señuelo. Esa danza desarrolla y fortalece los músculos de la pelvis y la cadera. Y se ha recurrido a la estimulación olfativa, colocando a los machos en cubiles de hembras y viceversa, confiando en que el olor les recuerde que están en celo. El programa ha elevado el porcentaje de pandas que mantienen relaciones sexuales del 10% al 30%.

El cuadro se agrava por sus serios problemas reproductivos. El 90% de los machos son estériles y el 78% de las hembras no pueden quedarse preñadas. Las crías pesan un centenar de gramos y no pueden moverse los cinco primeros meses, lo que dificulta su supervivencia en estado salvaje. Los pandas gigantes o Ailuropoda melanoleuca son un milagro evolutivo, carnívoros reconvertidos en herbívoros. Llegan a medir 1,80 metros y pesar 135 kilos. En la antigüedad poblaron las bosques asiáticos desde Vietnam a Myanmar y el norte de China, pero ahora solo hay en la provincia de Sichuán y, en menor medida, en Gansu y Shaanxi. H