Los orígenes de las actuales cofradías de la Semana Santa cordobesa hay que buscarlos en el siglo XVI, entidades religiosas fundadas con el fin de hacer penitencia pública durante los días más señalados de la Cuaresma, si bien a esta actividad se unían otra finalidades de tipo devocional, social o asistencial. Parece ser que el germen de estas hermandades, que empiezan a proliferar desde las últimas décadas de la Edad Media por toda Castilla, está en las órdenes religiosas que comenzaron a fomentar este tipo de congregaciones en sus conventos. De hecho, en Córdoba, la mayor parte de las primeras cofradías están ligadas a Franciscanos, Agustinos, Mercedarios y Trinitarios.

En su origen estas cofradías llevaban en sus procesiones un número reducido de hermanos que portaban velas (los hermanos de luz), junto a otros que se disciplinaban en público (los hermanos de sangre), además de lo que en aquel entonces se denominaban urnas, que no eran otra cosa que pequeños pasos en los que se portaba a las imágenes a las que cada corporación rendía culto: una representación de Cristo en algún momento de su Pasión, o la Virgen Dolorosa.

Esta manera de celebrar la Semana Santa se mantuvo más o menos intacta hasta finales del siglo XVIII, cuando el monarca Carlos III suprime las cofradías cuyos estatutos no estuviesen aprobados por el Consejo de Castilla y prohíbe las procesiones de disciplinantes: "Por lo cual os mando a todos y cada uno en vuestros distritos y jurisdicciones no permitáis disciplinantes, empalados no otros espectáculos semejantes que no sirven de edificación y puede servir a la indevoción y al desorden en las devociones de Semana Santa, Cruces de Mayo, rogativas ni en otras algunas, debiendo los que tuvieran verdadero espíritu de compunción y penitencia, elegir otras mas racionales y secretas y menos expuestas, con consejo y dirección de sus confesores. Ni consentiréis procesiones de noche, haciéndose las que fuere costumbre y saliendo a tiempo que estén recogidas y finalizadas antes de ponerse el sol para evitar los inconvenientes que puedan resultar de lo contrario".

Virgen de la Soledad: La imponente imagen de la Virgen de la Soledad del antiguo convento de la Merced es testigo mudo del esplendor de la Semana Santa de los siglos XVI y XVII. Córdoba

La estética de las cofradías

Gracias a las interesantes aportaciones del historiador Juan Aranda Doncel, está documentada la importancia patrimonial de las cofradías cordobesas en las centurias del XVII y XVIII, cofradías importantes que mostraban un rico patrimonio del que en la mayoría de los casos solo han quedado las imágenes titulares, cuyas hechuras nos hablan de esta importancia que estamos valorando. Tal es el caso de la cofradía de la Soledad de Nuestra Señora del antiguo convento de la Merced, que procesionaba la tarde del Viernes Santo, una interesante imagen de escuela granadina que procesionaba bajo palio; además, poseía un importante terno de bordados para los que trabajaron los mejores bordadores de la época.

No menos interesante es la imagen de Jesús Humilde, asimismo del convento de la Merced, que procesionaba en la tarde del Jueves Santo con un cortejo procesional que lo abría la cruz guiona, Jesús Humilde, la Dolorosa y San Juan. A estas se unen cofradías como la de Jesús Nazareno, el Calvario, Jesús Caído, los Dolores o las Angustias cuyas imágenes titulares resumen la importancia de este momento artístico que estamos valorando.

En lo que respecta a los primeros pasos procesionales que tuvieron estas imágenes, por lo general respondían a una gran peana donde lucía la imagen, a las que en el caso de la Virgen se le adaptaba el palio. Un elemento que ya desde antiguo se usaba para las procesiones portado por personas y que en el siglo XVII se sube al paso.

Las vicisitudes del siglo XIX

Así llegaron las cofradías al siglo XIX donde las distintas vicisitudes históricas no jugaron a su favor. Primero la invasión francesa, luego las desamortizaciones eclesiásticas y más tarde los sucesivos gobiernos anticlericales debilitaron, cuando no hicieron desaparecer para siempre a estas corporaciones centenarias. En el caso cordobés, a todo lo anterior, se une el decreto del obispo Trevilla aprobado en 1820 por el Consejo de Castilla.

El citado documento regulaba las procesiones de Semana Santa en la diócesis de Córdoba, imitando, en cierto modo, el promulgado en 1805 para Madrid, y básicamente reducía las estaciones de penitencia a una única procesión oficial, el Viernes Santo, en la que se incluían diversas representaciones de la Pasión en orden cronológico con un claro sentido didáctico. El decreto suprimió, además, el uso de hábitos nazarenos, palios, representaciones vivas de la Pasión y figuras bíblicas y, por consiguiente, paralizó el devenir natural de la Semana Santa sobre todo su aparato artístico.

Con la declaración de la mayoría de edad de Isabel II y la llegada al poder del partido moderado del general Narváez en 1843, la Iglesia va a jugar un papel importante y recupera posiciones después de la tensa situación originada por el proceso desamortizador. La legitimación hecha por la Santa Sede de la venta de los bienes incautados, a cambio de una compensación económica, significa la puesta en marcha de una política de colaboración que cristaliza en la firma del concordato de 1851. En este contexto hay que enmarcar la revitalización de las hermandades y la recuperación de las procesiones de Semana Santa, tras un prolongado vacío de tres décadas.

El primer intento de recuperar las procesiones surge en el seno del Ayuntamiento de la ciudad a comienzos de marzo de 1849. En esa fecha, el regidor Julián Bustillos insta al gobierno municipal a establecer la procesión oficial del Viernes Santo que se contempla en el reglamento de 1820 del obispo Trevilla. La singularidad del proyecto estriba en que la organización de la procesión del Santo Entierro corresponde enteramente al municipio, que designa una comisión encargada de los preparativos necesarios. Para ello se hace un llamamiento a las hermandades y colectivos profesionales con el fin de que colaboren económicamente. De este modo, los miembros de la comisión municipal ponen su objetivo en 1851 para conseguir la vinculación de las cofradías a un proyecto que se va consolidando paulatinamente.

Talla en madera: paso de nuestro aparecido taller de Santa Águeda. Santos

De este periodo la procesión oficial del Viernes Santo de 1852 es la más grandiosa en la historia de la Semana Santa cordobesa por el número de pasos y cofradías que forman parte del cortejo. Como es habitual, la artística cruz guiona de la parroquia de San José y Espíritu Santo, con los acogidos en el Hospicio, abre el cortejo. Le sigue Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto, Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado, Nuestro Señor Amarrado a la Columna, Nuestro Padre Jesús Humilde, Nuestro Padre Jesús Nazareno acompañado de Santa María Magdalena, la Verónica, San Juan y Nuestra Señora de la Soledad, Nuestro Padre Jesús Caído y Nuestra Señora del Mayor Dolor, el Cristo de Gracia, Nuestra Señora de las Angustias, Nuestro Señor del Santo Sepulcro y cerrando el cortejo la imagen de Nuestra Señora de los Dolores.

A nivel patrimonial, el siglo XIX se cierra con el estreno del manto "de las Palomas" de la Virgen de los Dolores, estrenado en 1897, una novedosa pieza que toma su nombre de la presencia de estas aves. Se trata de un diseño de Ángel Redel enmarcado en el estilo arts & crafts, alzándolo así como una de las piezas más vanguardistas de las cofradías cordobesas. La pieza fue bordada por sor Catalina del Espíritu Santo y Rafaela Barbudo sobre terciopelo azul, un color que supuso un gran impacto en la época ya que, por entonces, las dolorosas por lo general vestían de negro.

Los primeros años 20

En apenas dos décadas cambia considerablemente la estética de los pasos procesionales, así, si en años atrás la Virgen de las Angustias procesionaba en una sencilla parihuela, en la década de los años 20 la vemos en un paso con respiraderos de madera y candelería delante de la imagen, como era común en la época. La Virgen de los Dolores también nos deja en 1925 una instantánea similar con paso con respiraderos de madera y una candelaria delantera; caso similar es el de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad de San Cayetano, una mesa con respiraderos y candelería delantera, sin palio.

Así, la Semana Santa continúa su curso ascendente si tenemos en cuenta la evolución que experimentan las cofradías, con importantes cambios estéticos en los que ya se aprecian elementos foráneos. La primera en experimentar este cambio estético es la cofradía de Jesús Caído. En 1930 la cofradía encarga a Hijos de Manuel Seco los respiraderos de plata para el paso de Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, que son estrenados en la Semana Santa de 1931. Unos respiraderos donde predomina la ornamentación vegetal, en origen corridos y que años después se le colocaron los medallones que hoy luce.

Pero no solo en los pasos de Virgen se va a apreciar esta evolución, ya que podemos verla en los pasos de Cristo, concretamente el paso del Señor del Huerto de la parroquia de San Francisco. Una canastilla tallada en madera y las esquinas y unos candelabros arbóreos de tulipas con luz eléctrica. Cabe destacar la escenografía con la recreación del Huerto de los Olivos con el olivo natural, algo que mantiene hoy en día.

También estrenará un novedoso paso la imagen de Nuestro Padre Jesús del Calvario. Este paso fue estrenado en la Semana Santa de 1920, tal y como recoge la prensa de la época. Se trataba de una canastilla calada sin respiraderos realizada en madera tallada, tanto al frente y trasera, como en los costeros lleva una amplia cartela. El paso presentaba en cada esquina unas ménsulas, asimismo talladas que sostienen los candelabros de metal fundido. Todo el conjunto estaba dorado en oro fino, un trabajo que fue encargado en 1920 a Rafael Díaz Fernández.

Una década de los 30, concretamente en 1937, que culmina con el estreno más importante y punto de partida de los pasos de palio posteriores, que no es otro que el de la Virgen de las Angustias estrenado en 1937. El conjunto fue diseñado por Manuel Mora Valle y bordado sobre malla en oro por las Madres Adoratrices de Córdoba. Si bien, en 1957 el obispo Fray Albino aconsejó quitar el palio por considerar que el paso era de misterio y no de Virgen. Decisión acertada o no, el caso es que este palio, que durante dos décadas llevó la Virgen de las Angustias, presenta unas características muy concretas, entre las que se encuentran las ochavas, la heráldica o las bambalinas sueltas, detalles que lo alzan como precedente inmediato de otros palios cordobeses que entre los años cuarenta y cincuenta se proyectan.

Palio de Las Angustias: El palio de Las Angustias, estrenado en 1937, fue el primer palio de la Semana Santa moderna, precedente inmediato de los palios que llegaron después. Córdoba

Resurgir de la posguerra: Martínez Cerrillo

Sin duda, uno de los momentos históricos que va a marcar al mundo cofrade fue la Guerra Civil, que si bien no afectó de lleno en la ciudad, sí que paralizó el ambiente cofrade. Fue tras la Guerra Civil cuando la ciudad experimenta un importante auge cofrade, algo que podemos apreciar en los impresionantes altares de cultos que se levantaban, así como por la fundación de diversas cofradías, entre las que encontramos la Paz, Pasión o Esperanza.

Surge un nuevo concepto de ver la Semana Santa, un nuevo modelo de imágenes que se apartan de alguna manera de las imágenes antiguas, surgiendo una imaginería contemporánea que conecta rápidamente con el fiel. En este momento no podemos pasar por alto la figura de Juan Martínez Cerrillo (1910-1989). El imaginero de Bujalance introduce una nueva manera de recrear la imaginería procesional alejada del patetismo que se había representado en época barroca. Cerrillo idea, tanto en sus cristos como en sus vírgenes, imágenes cargadas de unción sin apenas rasgos de dolor y sufrimiento. Así se puede ver en tallas como la Virgen de la Paz, la Virgen de la Esperanza, la Piedad o Cristos como Jesús de las Penas, Sentencia o Humildad.

Pero, sin duda, la contribución más singular de Juan Martínez Cerrillo a la imaginería procesional cordobesa ha sido la composición de algunos pasos de misterio o recreación de un pasaje de la Pasión, novedad plástica que hasta entonces no se había popularizado en la ciudad de la Mezquita. Comienza así esa emulación a los modelos sevillanos, que con tanto éxito protagonizó Castillo Lastrucci.

El primer misterio al que Cerrillo da vida es el destinado a la cofradía de la Sentencia, cuya imagen titular, Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, había realizado en 1944. Este misterio se componía de Pilato sentado en el tribunal, un soldado y un sanedrita. Con el paso del tiempo el misterio fue sustituido por el actual, obra del imaginero cordobés Miguel Ángel González Jurado, estrenándose en la Semana Santa de 1993.

Su segundo paso de misterio para la Semana Santa de Córdoba fue el encargado por la cofradía de la Paz para el titular de la cofradía, Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia. La primitiva composición que el imaginero realizó presentaba a Cristo en el centro del paso rodeado de un sayón, un sanedrita y el Cirineo. Décadas después las figuras fueron cambiadas por el propio escultor, modificando la composición. El Señor de la Humildad pasó a ocupar la parte delantera del paso; tras él, un romano y, en la parte posterior, Cirineo conversando con un sanedrita. Finalmente, la hermandad decidió renovar la composición del misterio, encargando al imaginero cordobés Antonio Bernal Redondo el diseño y tallas de las nuevas figuras, imágenes que fueron concluidas en 1997.

Pasos de misterio: Siguiendo el ejemplo de ciudades como Sevilla, en los años 40 se introducen en la Semana Santa cordobesa los primeros pasos de misterio. Córdoba

Pero Cerrillo no era solamente el imaginero que hacía su obra y se desentendía. No, él se ocupaba prácticamente de todo, de ahí que poco a poco Cerrillo se hizo imprescindible en la Semana Santa cordobesa, introduciendo una estética que sin duda sentó las bases de la Semana Santa actual.

Él tenía claro que lo que había no le gustaba, sabía que Córdoba merecía una Semana Santa mucho mejor, tal y como él había tenido la oportunidad de ver en otras ciudades como Sevilla o Málaga, donde Cerrillo iba con asiduidad a contemplar los pasos. Una Semana Santa de luz y color, de alegría, de música, de distintos matices que no solo fuera la austeridad de la Semana Santa cordobesa. Cuenta su familia que con un premio en metálico obtenido en un concurso convocado por el Ayuntamiento de Córdoba, Martínez Cerrillo viaja a la capital hispalense, donde conoce la Semana Santa sevillana, quedando totalmente impresionado por el esplendor, la brillantez y la riqueza de las cofradías de la ciudad vecina.

Pero Cerrillo seguía indagando y conociendo otras Semanas Santas como la de Málaga, su espíritu cofrade le hacía adentrarse en el estudio de aquellas cofradías populares, sin duda porque sabía que era lo que enganchaba a la gente joven, donde él veía el futuro de la Semana Santa. Cofradías hoy conocidas como de bulla, en las que el secreto estaba en acercarlas al pueblo a través de la estética y que de alguna manera las distinguiera de esas otras cofradías de corte serio. Nacen así palios como el de la cordobesa Virgen de la Paz de Capuchinos, un conjunto en malla con aplicaciones de seda, un palio cuya inspiración más cercana está en el desaparecido de las Angustias de Córdoba, con las ochavas, bambalinas sueltas y heráldica frontal, pero sin olvidar el paso de la Virgen de la Amargura de Málaga, la popular Zamarrilla.

No sería el único palio de malla. Después vendría el de la Virgen de la Esperanza, al que le incluye guadamecíes. Así hasta realizar un palio totalmente de guadamecí, una originalidad que lamentablemente se ha perdido.

También intenta Cerrillo completar el arte del cuero policromado con la orfebrería, la talla o el bordado, donde se alternan figuras de advocaciones con elementos geométricos y vegetales. Dentro de su producción encontramos grandes proyectos como la totalidad de los enseres de la hermandad de la Esperanza o de la Paz, que introduce elementos que no se veían en Córdoba como el Senatus o el Simpecado.

Cerrillo dibujó también el manto blanco de la Virgen de la Paz bordado en Valencia y hoy propiedad de la hermandad de la Paz de Lucena, donde se aprecia la soltura del dibujo de Cerrillo y esa gracia que confiere a las piezas un estilo único. Mucho más trabajado en dibujo es el manto de la Virgen de la Esperanza bordado sobre terciopelo verde por las Madres Adoratrices.

Una renovación estética que también de la mano de Martínez Cerrillo llega al exorno de los pasos, elementos que hoy día vemos con naturalidad, como las flores, las velas rizás, pero que en estos años era toda una novedad. Novedad que introdujo el maestro Cerrillo al emular las flores rizadas que él había visto en Sevilla probablemente a la Macarena y que él empezó a confeccionar de papel con la ayuda de su madre, siendo las primeras destinadas al palio de la Virgen de la Paz. Cuentan sus allegados que fue un fraile capuchino quien le enseñó a hacer las flores de tela que este fraile realizaba para el monumento del Jueves Santo.

Años más tarde vendrían los cirios ornamentados con flores de cera, algo que hoy vemos como muy lejano, pero que hace poco más de 20 años eran habituales en la Semana Santa. Responden a unas flores muy peculiares que Cerrillo hacía con un molde de patata que luego rellenaba de cera, y cuyo resultado era una flor que se fundía al cirio. No era la cera rizada que conocemos, pero, al menos, le daba vistosidad a los cirios.

En lo que respecta a la flor, a finales de los 50 crea la piña con claveles encañados y pinchados sobre un soporte relleno de brezo o lentisco. Hasta entonces las ramas se realizan a base de claveles de distintas alturas con el tallo enrollado por un alambre que permite darle la forma deseada. Cerrillo deshilachaba las telas metálicas, hacía una morcilla de verde y sobre ella encañaba todas las flores, algo de lo que puede dar cumplida cuenta su hija Maribel, que ha encañado cientos de flores en aquella época. Cerrillo colocaba la primera jarra en su casa de San Rafael y ésta se llevaba al convento de Santa Isabel para que las copiaran. Los Dolores, Paz, Jesús Caído, Calvario... todos contaban con Cerrillo para que les montara la flor.

Asimismo, destacó como vestidor creando un auténtico estilo basado en la exuberancia de las formas. Cerrillo ensancha el pollero desde las sienes, recoge el manto a la cintura, circunda el rostro, a veces con un collar de perlas, y coloca a modo de toca de sobremanto una mantilla que recoge en el pecho y cuyas blondas sirven para perfilar el tocado.

A finales de los 50, Rafael Díaz Peno, muy vinculado a la hermandad de la Misericordia, dibujó el conjunto de palio y manto de la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo; primero se ejecutó el palio y años después el manto que recientemente ha sido restaurado. Una pieza bordada en oro fino sobre terciopelo color malva en la década de los 50 del pasado siglo por el taller de bordado las Madres Adoratrices de Córdoba. En 1959 se concluyó la ejecución del bordado, siendo este mismo año la primera vez que se lució en público, concretamente el 15 de marzo, en el besapiés y besamanos de los titulares de la hermandad.

Sin embargo, la fundación de la hermandad de la Buena Muerte en 1943 trajo nuevos horizontes estéticos a la Semana Santa cordobesa. Una cofradía que al localizar a los artistas que llevarían a cabo su patrimonio artístico pone la mirada en Sevilla. El caso más elocuente es el palio de Nuestra Señora Reina de los Mártires, bordado entre 1951-1955 por Esperanza Elena Caro, contando con orfebrería de Jesús Domínguez. Sin duda, se inauguraba una nueva estética de la Semana Santa cordobesa, eso sí, con la mirada puesta en Sevilla.

Cera Rizada: Lo más parecido a la cera rizada actual es lo que Cerrillo ideó en los años 50 para hermandades como La Esperanza. Córdoba

Renovación estética de los años 70

Los años setenta del siglo XX son los años bisagra de la revolución estética que va a experimentar la Semana Santa cordobesa, auspiciado por la gran juventud que se acerca a las cofradías. Sin embargo, responde a una Semana Santa que al restablecerse no mira hacia una historia pasada.

En aquel momento de recuperar la Semana Santa nadie se ocupó de buscar una identidad propia, que la había, con unas características muy particulares y cuyos modelos se podían haber restituido y mejorado. No podemos obviar que Córdoba fue cuna de grandes diseñadores de retablos como Sandoval, Sánchez de Rueda, Sánchez Cañadas, etcétera. Sin embargo, a la hora de hacer los nuevos pasos esto se ignora buscando modelos sevillanos. Pasos que, salvo algún modelo, carecen de identidad, puesto que la mayoría de los que vemos en la actualidad ni siquiera están hechos a mano, usándose el pantógrafo y con elementos que se repiten hasta la saciedad en unos y otros.

Esta evolución estética fijada en Sevilla también afecta a la imaginería. De este modo, comienzan a entrar imagineros de Sevilla como Francisco Buiza, Juan Ventura o Luis Álvarez Duarte, que aportan imágenes como la Virgen del Rosario, La Estrella, Soledad, Concepción o Merced.

Un cambio de imagen que viene asociado al diseño para bordado, donde no podemos pasar por alto la producción del capuchino fray Ricardo de Córdoba, quien en esta centuria comienza su ardua labor dibujística al servicio de las cofradías. Fray Ricardo se estrena en la Semana Santa cordobesa con el palio y manto de la Virgen del Rosario, comenzado en 1974 y concluido en 1982. Un dibujo donde predomina la profusa utilización de elementos ornamentales como cintas, lazos, flores, conjugados con la tradición iconográfica, elementos que se sucederán en las creaciones del capuchino.

En los primeros años de 1980 la totalidad de las cofradías acometen algún proyecto, en su mayoría salido de las manos de fray Ricardo, unos nuevos y otros para cambiar otro existente. De este modo, el capuchino crea para la ciudad el dibujo del palio de la Virgen de la Encarnación y el de la Virgen de la Paz, ambas obras realizadas en aplicación por el ecijano Joaquín Ojeda.

Virgen de las Lágrimas: El diseñador Rafael Díaz Peno diseña para la hermandad de la Misericordia el palio de la Virgen de las Angustias, un conjunto bordado por las Adoratrices. Sánchez Moreno

Entre los proyectos de más envergadura que se encargan a finales de los ochenta destaca el palio de la Virgen de la Merced comenzado en 1985. El discurso plástico sigue las características de su creador, aunando recursos ornamentales junto a una gran carga simbólica que se aprecia en las cadenas.

Será a principios de los noventa cuando la fiebre del bordado da paso a la llamada fiebre de los misterios. Esto se ve propiciado por el auge que experimenta la imaginería en la capital. En este momento se renueva la mayoría de los pasos de misterio de la mano de imagineros como Miguel Ángel González Jurado, Antonio Bernal y que, junto a Francisco Romero Zafra, son los tres puntales de la imaginería contemporánea cordobesa.

En este momento también se renuevan distintos pasos de Cristo, renovación que durará prácticamente toda la década. Para estos cambios las cofradías contarán tanto con diseñadores sevillanos como locales, tal es el caso de las hermandades del Amor, Sentencia, Calvario y Huerto, que encargarán su diseño y posterior ejecución al sevillano Manuel Guzmán Bejarano; también de Sevilla llega el diseño del paso de misterio de la hermandad de la Merced, esta vez firmado por Antonio Martín Fernández. Entre los diseños cordobeses destaca el paso del Rescatado, obra de José Carlos Rubio; Moreno Anguita, en el paso de Nuestro Padre Jesús de la Sangre; los talleres Santa Águeda, quienes diseñan el paso de misterio de la hermandad de la Paz, así como el rococó paso de Jesús Nazareno salido de las manos de Andrés Valverde.

Hacía una consolidación estética

En las últimas décadas las cofradías han ido consolidando su patrimonio y a la vez mostrando una nueva estética con pasos más terminados y cuidando todos los detalles, desde la composición de las candelerías, como los exornos florales, estos últimos de gran desarrollo en los últimos años, así como el exorno de las imágenes titulares, sobre todo las de las vírgenes, donde año tras año se pueden ver ricos encajes perfectamente puestos que combinan con un ajuar de gran calidad artística. Prueba de ello es uno de los grandes estrenos de este año, el manto de salida de la Virgen de Gracia y Amparo, titular mariana de la hermandad de la Sentencia. La pieza ha sido bordada en hilo de oro sobre terciopelo granate por Francisco Pérez Artés.

En lo que respecta al patrimonio, ha ido evolucionando paulatinamente a la par que el auge de cada una de las corporaciones. Tal es el caso de la hermandad de la Paz, que en 2012 sustituyó el palio de las palomas de fray Ricardo por otro bordado en plata por los talleres sevillanos de Salteras, bajo diseño del cordobés Jesús de Julián. No fue el único paso sustituido en los últimos años; también lo cambió la hermandad del Prendimiento o el Buen Suceso, que en la actualidad continúan en la fase de talla, pasos con estética dieciochesca que se vislumbran como unas obras de gran personalidad.

Ha sido en los últimos años cuando ha llegado el momento de avanzar en los pasos de palio, durante años olvidados. Junto a las nuevas incorporaciones, como el paso de palio de la Virgen la Salud de la hermandad de la Agonía en 2018, se ha podido ver el trabajo del nuevo palio de la Virgen de la Trinidad, hermandad de la Santa Faz, una obra que bajo diseño de Rafael de Rueda ha realizado el bordador Jesús Rosado.

No menos interesante es el palio de la Virgen de la Alegría, hermandad del Resucitado, cuyo espectacular techo de palio se estrenó en 2019. La pieza realizada por Jesús Rosado destaca por el trabajo de las sedas que ocupan la gloria central. Asimismo, sobresale la reforma del paso de la Virgen de la Merced, cuyo respiradero frontal, obra de Ramón León y Francisco Pérez Artés, con diseño del sevillano Javier Sánchez de los Reyes, se estrenará este año. También este año llegará el estreno del esperado palio de la Virgen de la Esperanza del Valle, un conjunto muy terminado en orfebrería y bordado.

En resumen, las cofradías han ido afianzándose en las últimas décadas en sus proyectos patrimoniales, evolucionando de forma ascendente, pudiéndose ver en los nuevos estrenos, tanto los ya ejecutados como los que están en proyecto. Una continúa búsqueda de la calidad a la hora de hacer sus encargos patrimoniales, dejando atrás esa mentalidad de hacer las cosas para cubrir una etapa. Para muestra, la interesante exposición celebrada en la Mezquita-Catedral el pasado mes de noviembre, donde se pudo ver de cerca el ingente patrimonio que conforman el ajuar de las cofradías cordobesas, unas piezas que además de su innegable valor artístico año tras año han ido marcando la particular evolución estética de la Semana Santa cordobesa.

Conjunción de artesanías: En un mismo paso confluyen Dlla o El Dorado. Chencho Martínez