Diario Córdoba

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Ángela Labordeta

el triángulo

Ángela Labordeta

Otro curso político

Ha comenzado el curso político y nada parece haber cambiado: las mismas frases, los mismos desencuentros y un tedioso desprecio por lo que el otro hace o dice, aunque lo que haga o diga resulte sensato y alentador. Mi abuela que no era precisamente optimista ni tampoco una ferviente admiradora de la clase política, supongo que vivir una gran parte de su vida a las órdenes de Franco le hizo desconfiar de todos aquellos que querían sumar y nombrar poder, sentía, sin embargo, una particular simpatía hacia Felipe González, lo que resultaba sumamente curioso si se tenía en cuenta que era una mujer católica, preñada de prejuicios heredados y tremendamente conservadora en todo aquello que tuviera que ver con los derechos de las mujeres y en general con todo lo que no fuera llevar una vida de orden y abstinencia. Y si era así lo era porque no sabía ser de otra manera y tampoco la sociedad en la que le tocó vivir le ayudó a ser diferente, porque su marido murió cuando ella estaba embarazada de su segunda hija y en la soledad de mujeres viudas y solteras salió adelante sin juzgar, sin casi opinar y sirviendo con educación y cortesía. Por eso resultaba tan curiosa su admiración hacia Felipe González y era emotivo cuando pedía que nos calláramos porque él estaba hablando y decía no sé qué cosas que mi abuela aplaudía y que no sé muy bien si entendía, pero él era el que mandaba y a ella le habían enseñado que al que manda hay que idolatrarlo, porque si no te pueden castigar e incluso matar y mi abuela lo último que quería era que alguien la arrancara de sus hijos sin padre.

Mi abuela fue creciendo como creció la democracia y poco a poco fue entendiendo que nadie iba a castigarla y que ella podía pensar y decir lo que quisiera, cosa que por otro lado nunca llegó a hacer, pero yo sé que se sentía cada día un poco más libre y cada día tenía menos miedo y también sé que cuando Felipe González dejó de ser presidente y llegó a Aznar sintió un luto sobre sus ojos que fue breve y nada doloroso.

A lo largo de todos estos años, desde la muerte de Franco y la instauración de la democracia, hemos visto pasar políticos y más políticos y si bien algunos de ellos han dejado huella en nuestra memoria y espíritu eso no es lo importante, lo importante es que sigan existiendo y sus siglas se alternen y sus rostros expresivos o inexpresivos nos llenen de razones para admirarlos o para criticar su gestión y discurso. Mi abuela entendió pronto que eran necesarios y lo triste es que a veces ellos, más interesados en disputas de patio de colegio y rancios juegos de partido, lo olvidan y es entonces cuando el comienzo del curso político trae más miedo que esperanza.

* Periodista y escritora

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