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LA CAFETERA DE ASPASIA

Marisa Vadillo

Nuestros alumnos... esos esclavos

ESeptiembre es, para el profesorado, el pistoletazo de salida para aceptar el reto de volver a ocuparse de formar a las generaciones más jóvenes. En teoría, debería ser un proceso ya conocido, estable, con pocos cambios ya que nos llegan los estudiantes con la misma edad, en las mismas asignaturas. Deberíamos conocerles. Sin embargo, el alumnado ha cambiado tanto en los últimos años que cada vez son más distintos a sus propios compañeros.

La pandemia ha intensificado este fenómeno. En este curso, asistiremos a la graduación de los que ingresaron en la universidad cuando nos confinaron. Parece que están más desorientados, más frágiles, más enfermos mentalmente. La impresión es que hay una ruptura radical con los referentes que hemos tenido las generaciones anteriores. Están más solos, tenemos menos margen de maniobra en ellos, y se encuentran absolutamente domesticados por las redes sociales.

Posiblemente, este sea el gran problema. Quizás llegue un día en el que no les dejaremos acercarse a ellas, o que esté mal visto que las usan como lo hacen, porque ahora mismo son una generación meme. ¿Qué hacen esas niñas de doce años imitando comportamientos exhibicionistas, exponiéndose a las opiniones de cientos de personas que ni conocen?

A todas las generaciones jóvenes les han suministrado su propio opio, con el fin de anestesiarlas. Los setenta la marihuana y el ácido; los ochenta la heroína, los noventa las pastillas, los dos mil la cocaína. Ahora, les roban el tiempo, sus imágenes, el vínculo con su entorno, con su familia, con las personas reales que les rodean, con su atención. La exposición en ellas les enferman, les deshumanizan. Los mensajes que reciben a través de las redes son crueles, ligados al odio o -simplemente- estúpidos. A pesar de estar muy formados en otros ámbitos, muchos son incapaces de concentrarse en una lectura mínima, o no entienden lo que leen. A muchos de ellos no les interesa el cine, ni les interesa las noticias, no protestan, no son capaces de construir vínculos reales con personas ni son capaces de pensar con objetividad.

Y mientras, con este plan, la política cambia de ley educativa cada vez que se les ocurre, desgastando al profesorado en papeleo y gestión, con ratios desbordadas en cada clase. Un desastre.

Feliz vuelta al cole.

* Artista y profesora en la Universidad de Sevilla

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