Diario Córdoba

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entre líneas

Juan M. Niza *

De leyes, reyes y sentido común

A veces se nos olvida que las leyes deben cambiar conforme lo hace la ciudadanía

Las normas, en su forma y en su espíritu, están pensadas para cada época concreta de una sociedad. Es una obviedad, un precepto de los más básicos que contenía aquella asignatura de ‘Introducción al Derecho’ de la Facultad de Ciencias de la Información. Pero a veces se nos olvida que las leyes, salvo las de la ciencia, deben cambiar conforme lo hace la ciudadanía. Hasta la ley divina evoluciona e incluso la oración del Padrenuestro cambió de texto no hace mucho.

En su día, el código de Hammurabi, el más antiguo código civil y penal escrito del que se tiene noticia, revolucionaba la justicia porque ponía en piedra normas para todos los ciudadanos y suponía un salto, 1.700 años antes de Cristo, que dejaba atrás la arbitrariedad del juez. Aunque hoy en día propugnar el «ojo por ojo y diente por diente» es descabellado. No me veo actualmente a las compañías de seguros amputando miembros o dejando tuertos a los causantes de un siniestro.

De la misma forma, fueron revolucionarios los versos de Calderón de la Barca cuando puso en boca de Pedro Crespo que «al rey la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios». Toda una doctrina jurídica en una durísima época de que hay valores sociales, éticos y culturales que están por encima de los que fija el legislador, rey incluido. Pero igualmente, hoy no sería de recibo ponerse a asesinar a alguien porque haya ofendido nuestro particular concepto de honor.

Digo todo esto por los dos falsos debates que, sin embargo, son más que actuales y en los que resulta también obvio que el conflicto viene de interpretar una ley antigua literalmente pero olvidando su espíritu. Uno de ellos es el que intensamente se está viviendo en EEUU tras la última matanza de un joven en una escuela sobre la necesidad de restringir la venta y uso de armas frente al precepto constitucional que protege al ciudadano ir armado. En su día, aquellos fusiles que portaban los colonos británicos, y por lo que podían ser condenados por la Justicia del Rey Jorge, reflejaban toda una doctrina del derecho del individuo frente a cualquier agresión de la naturaleza, de los vecinos e incluso del sistema legal instituido. Hoy, en la moderna (?) sociedad norteamericana es un sinsentido que sea más fácil comprar un fusil semiautomático que una aspirina.

La otra polémica en boga, ésta en España, es sobre el artículo de la Constitución sobre la inviolabilidad del Rey, una norma antigua pero que se mantuvo en la Carta Magna 1978 para respaldar al monarca por estar obligado a sancionar y promulgar leyes (artículo 62) que confeccionan otros (los parlamentos), liberándolo de la responsabilidad que ello le pueda acarrear. Pero entenderlo actualmente con que alguien, sea quien sea, se puede pasar por donde quiera el Código Penal y el Civil... es otra historia de otra sociedad y otro tiempo.

¿Qué el objeto de esta reflexión es terminar haciendo una crítica encubierta a la Monarquía? Pues no. Bastante tiene esta institución con lo que se está buscando y le están buscando. Solo digo que hay normas que se van quedando antiguas porque las sociedades cambian y que el legislador, además de modernizarlas, también debería hacer algo de pedagogía. Porque, como afirma el dicho que atribuyen a Beltrán Duguesclín cuando en 1398, intervino en una pelea entre Pedro I y Enrique II, dos candidatos a la corona: «Ni quito ni pongo rey». Más aún, ni siquiera ayudo a mi señor.

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