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HISTORIA EN EL TIEMPO

José Manuel Cuenca Toribio

Un periodista de excepción (y 3)

Tico Medina nunca se atribuyó protagonismo en el retorno a la democracia

Son innumerables las entrevistas a las que pudiese ahora remitirse su ocasional glosador; mas obvias razones de espacio hacen que, antológicamente, aluda tan solo a la entrevista que llevara a cabo a uno de los grandes ministros de la edad contemporánea que, a través de la implacable e impecable meritocracia del franquismo, escalase, hijo de un conserje de una escuela pública de Vallecas, a las cumbres ministeriales de Industria y, luego, Asuntos Exteriores, cartera esta desde la que el revarbativo madrileño Gregorio López Bravo realizó el milagro de lograr las relaciones plenas con la China Comunista... (Entre paréntesis y con el fin de no mitificar nunca a ningún poder ni a sus servidores, diremos, como acotación, eso sí, por pertenecer el tema a la parcela anecdótica de la severa Clío, que el mencionado gobernante no agradeció a su autor ni siquiera formulariamente la citada entrevista.)

No obstante su decidida y acaso también decisiva participación en las sesiones del «Parlamento de Papel» que precediera a la venturosa restauración de las libertades públicas en la fecha áurea de diciembre de 1976, Tico Medina no cayó jamás en la tentación de atribuirse, individual ni gremialmente, un protagonismo axial en el retorno del sistema democrático. El pueblo español y nada más que el pueblo español fue el actor determinante de tan magno y feliz suceso. Tal conducta dibuja elocuentemente la calidad del personaje cuya rica silueta tenemos ya de modo imperativo que concluir de pergeñar con un muy breve escolio de sus libros.

Ni siquiera la mera referencia a su intitulación cabe hacerla aquí por su variedad y extensión. En la axiología de la res literaria la cantidad se encuentra muy por debajo de la calidad, aunque no por ello resulta siempre despreciable, al menos, como constatación de entrega, disciplina y, en último término, de amor y vocación por el subyugador y al tiempo también amedrentador oficio de rellenar las albas y ariscas cuartillas con escritura enjundiosa y, en especial –se volverá repetir- en el periodismo, amena y ágil.

No son pocos, en verdad, los libros de Tico que han hecho las delicias e insuflado en sus lectores fe a raudales en el entrañable solar de la gran patria española y en el quehacer de sus habitantes. Si tuviera la temeridad de transmitirles ahora una mínima cifra de sus impresiones, debería desgranar los eslabones más refulgentes de su larga y ancha cadena, extendida desde el libro de viaje ‘Crónica del Pirineo de Huesca’ (1972) -sin igual recreación de andanzas y aventuras por el Pirineo aragonés, dignas a no dudar de la rúbrica del mejor Cela- a la biografía intimista de legendarias figuras del folklore y el arte de Cúchares, a la manera, entre muchos otros, de ‘Lola, memorias de Lola Flores’ (Madrid, 1995), ‘El día que mataron a Manolete’ (Madrid, 2011), ‘Ortega Cano. Traje de Luces, traje de Cruces’ (Madrid, 2007), o la de la ya mítica aristócrata ‘Cayetana, Duquesa de Alba’ (Madrid, 1972).

En esta hora enlutecida de su fallecimiento apostamos decididamente porque algún maestro de su difícil oficio periodístico o algún joven -mujer u hombre- íntegramente entregado a su vocación consagre sus ilusionadas energías a escribir la gran biografía que los múltiples méritos y saberes que concurrieron en su fecunda existencia sirvan de abono fecundo para la convivencia en la gran patria española con la que soñara sea, por fin, una plenificante realidad.

* Catedrático

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