Síguenos en redes sociales:

En Cerdeña

Hemos celebrado entre los amigos de Fuengirola el tradicional perol del verano. Esta vez ha sido un arroz de carabineros --89,99€ el kilo-- monotemático; quiero decir que, aparte del consabido sofrito, sólo llevaba carabineros; nada de calamares, almejas, gambas o mejillones, que tanto solemos utilizar. ¿Qué podría decirles? Memorable. Y de memoria va la cuestión, porque este arroz me ha hecho retroceder a otro, casi perdido en el tiempo --cuarenta años por lo menos-- que comí en Cerdeña, en una pequeña localidad llamada Porto Rafael, situada en la costa noreste de la isla, frente por frente a la isla de La Maddalena, fundada a finales de los años 50 por Rafael Neville Rubio-Argüelles, conde de Berlanga de Duero, a su vez hijo de Edgar Neville, el famoso autor teatral de obras como La vida en un hilo, El baile o Alta fidelidad, y de Ángeles Rubio Argüelles, directora del Teatro-Escuela ARA, en el que yo participaba como actriz en los sucesivos Festivales de Teatro Grecolatino que se celebraban en el Teatro Romano de Málaga.

En fin, que por estas conexiones me encontré en Porto Rafael, en el mes de agosto, viviendo una de las experiencias más interesantes de mi vida. No he vuelto a este pueblecito-urbanización y supongo que se habrán producido algunos cambios, pero en aquel momento estaba compuesto por casitas blancas, construidas a distintos niveles, comunicándose por medio de escaleritas, siguiendo el dibujo del escarpado paisaje, en el que quedaban totalmente integradas. La plaza, punto de reunión, estaba situada a pie de playa.

Y en esa plaza, a finales de agosto, se organizó un concurso entre los vecinos. Cada concursante llevaría un plato, que además de someterse al escrutinio del jurado, serviría de cena a los asistentes. Todo muy casero. Como tengo la costumbre de meterme en todos los charcos que encuentro, me presenté con un gazpacho de tomate que, naturalmente, no ganó, aunque recibí como recuerdo un gracioso paño de cocina con el dibujo de un fortachón marinero. Lo conservo enmarcado y colgado en lugar preferente. Ganó un arroz de langosta cocinado por Rafael Neville: exquisito. Y lo mejor fue que en el reparto me tocó un plato en el que sobre el amarillo del arroz destacaba un montón rojo que no identifiqué hasta que lo miré de cerca: todo el coral de la cabeza de la langosta. ¿Cómo habría podido olvidarlo?

* Escritora. Académica

Pulsa para ver más contenido para ti