Este 20 de mayo se ha votado a los representantes del Colegio de Abogados de Córdoba. Unas y unos valientes que han aceptado partirse los sesos para organizar y defender a un colectivo fundamental en democracia. Y esto no es como los políticos que sé que trabajan muchísimo pero también gozan de importantes prestaciones. Los representantes de los letrados solo ganan disgustos por los lógicos conflictos internos y por el menosprecio externo. Por eso a todos los candidatos les doy las gracias por preocuparse de nosotras y nosotros a costa de sacrificar su propio despacho; teta y sopa no cabe en la boca. Y ya puesto me quito el sombrero con el saliente, José Luis Garrido que tuvo los santos cohone de exigir contra viento y marea que en el Juzgado de 24 horas no tuviera ni un segundo para la hipocresía y significara lo que en verdad se vendía que era: una garantía certera para acortar la privación de libertad de detenidos que son presuntos inocentes; y aparte, pero por añadidura, un sistema que beneficia el funcionamiento y pago justo de los juzgados de instrucción. Es cierto que los tres candidatos son maravillosos. Y los que van con ellos más maravillosos todavía. Y estoy seguro que Victoria García de la Cruz será una excelente decana. Y estoy seguro que García-Calabrés será un excelente Decano. Pero me decanto por Carlos Arias. Pero no porque empecé con él cuando me abrió sus puertas sin conocerme, consciente de la obligación de los abogados curtidos de ayudar a los nuevos compañeros. No porque siendo su pasante, mi padre estuvo ingresado y apareció sin haberle dicho yo nada en la habitación del hospital. No porque me dio el do de pecho más digno en un tema procesal incomodísimo para él. Es decir, lo quiero de decano, no tanto porque yo lo aprecie como porque este aprecio me ha servido para conocerlo en profundidad y poder trasladar así a los votantes que está en un momento idóneo para el decanato. Mi Carlos causa respeto por donde va por una vida entregada a la honestidad, laboriosidad y seriedad. Encima, no solo porta vanguardismo, sino que será capaz de recuperar aquel mérito social que teníamos los abogados en el siglo XIX cuando estábamos a la misma altura que fiscales y magistrados. Además, este puesto requiere un conocimiento exhausto de los juzgados para llamar a los problemas con nombre y apellidos. Y para tener ese conocimiento hay que ser penalista. Porque a diferencia de otras ramas de la abogacía que confinan en el despacho, el penalismo requiere presencia física diaria en los juzgados. Y Carlos es un penalista de los más activos de Córdoba. Así que este mensaje no es para los que lo han votado, que tienen claro lo que digo sino para los que no lo han hecho: quedaos tranquilos si Carlos resulta elegido, porque con él también se cumplirán todas vuestras expectativas.

* Abogado