Iba yo por la avenida Barcelona y de pronto vi la tira de coches con la bandera de España y tocando el pito festejando así el 1 de mayo. Creí que era algo relacionado con la selección de fútbol, pero instantes después me di cuenta que era un acto de votantes de Vox porque llevaban carteles que decían algo así como que la patria es el mejor sindicato. Yo, la verdad, no suelo fiarme mucho del patriotismo desde que vi la película ‘Senderos de Gloria’. Aparte, creo que la patria que nos protege es sobre todo la Comunidad Europea porque sin ella nos las hubiéramos visto y nos las hubiéramos deseado con el destrozo económico reinante. Como no podía salir del aparcamiento, me senté en el césped de la mediana a observar los rostros de los que conducían y que tan orgullosos desfilaban.

Porque como dicen todos los días en la televisión los demás partidos que los de Vox son fascistas, intolerantes, criminales, racistas, en fin, una mala ralea y como por primera vez tenía la oportunidad de estar muy cerca de ellos, pues lo dicho, me senté a mirarlos a los ojos. Pero antes de empezar, de pronto, un chaval con un chaleco reflectante de Vox y que parecía que tenía tareas de ordenar la cosa porque iba andando va y me suelta a su paso: «¡ese Marquitos!». No me dio tiempo a reconocerlo porque siguió andando, pero su forma de saludarme era la misma que utilizábamos en la Fuensanta cuando yo era un muy joven. Después de esta sorpresa, seguí mi cometido de espía público y como Córdoba es un pañuelo sobre todo para los que rulamos por todos lados, reconocí a muchas y muchos que les aseguro no tenían nada que ver con las SS ni las cámaras de gas sino más bien con autónomos descontentos y parados amargados; pero sobre todo eran gente como usted y como yo. Entonces volví a meditar que, si son gente de a pie, no me explicaba porque los partidos tradicionales no intentaban convencerlos en vez de insultarlos porque así lo que conseguían era alejarlos más. Porque más allá de algunas cosas retrógradas que predican sus dirigentes, lo que pude comprobar es que, en principio, los votantes de Vox eran sobre todo gente harta de todo. Entonces, lo correcto y acorde con los procederes democráticos, no era insultar cada día en todos los medios por parte de los partidos tradicionales a tanta masa de pueblo, sino hacer el esfuerzo de conocerlos y una vez realizado ese trabajo de campo, convencerlos. Pero tacharlos de que son el enemigo criminal a batir y no la parte de población que necesita un revulsivo de la democracia es engordar al monstruo que tanto temen. Porque a mí si un político no solo no me escucha intentando hacer un cordón sanitario, sino que además me llama criminal sin conocerme ni de la bulla la feria, lo que hace es que, como mínimo, no cambie mi voto contra el que tanto me desprecia.

* Abogado