Para un lletraferit sevillano radicado amorosa y libremente en Córdoba y de venerados ancestros jiennenses, poner negro sobre blanco varias cuartillas acerca de un tema sumamente aborrascado hodierno a escala provincial y regional y aun a la del entero país, no puede por menos de ofrecerse como una cuestión rebarbativa. Empero, un mínimo deber profesional así lo ha exigido.

Imaginar, por supuesto, que un asunto de la magnitud de la implantación del Colce en tierras cordobesas no despertaría fuertes tensiones en los niveles indicados y remecería de ‘fond à comble’ la convivencia entre las diferentes autonomías y zonas razonablemente aspirantes a contar con tan poderoso motor de desarrollo en todos los órdenes, entrañaría un pesaroso desconocimiento de las reglas más elementales de la vida política, y, muy singularmente, en un contorno como el actual.

Impenitente y gozoso elector sin militancia activa alguna, el anciano cronista es sabedor de la intrínseca dificultad de las cuestiones que componen la agenda de los partidos, a la husma de soluciones válidas a los mil problemas cuya resolución demandan, de ordinario por vía de urgencia, sus adeptos. Y la ciudadanía en general. Tras la resolución gubernamental respecto del disputado emplazamiento del susomentado Centro Logístico, una híspida polémica se ha suscitado entre los mandatarios edilicios de Córdoba y Jaén, con reproches mutuos de prácticas caciquiles. No indignarse, sino comprender. El muy preciado lema spinoziano ha de traerse a colación como tantas otras veces para comprender la génesis del airado talante con el que las autoridades de la capital del Santo Reino y, muy singularmente, sus dirigentes socialistas se han enfrentado a la decisión ministerial. Llueve sobre mojado. Algún benévolo lector del articulista acaso recuerde que uno de sus artículos de hace un quindecenio en este mismo periódico se titulaba «Jaén: cima de Andalucía, clave de España». En él se aludía al ingrato papel de Cenicienta que a lo largo de la contemporaneidad han protagonizado las tierras y los hombres y mujeres del antiguo Santo Reino. Por desgracia, la feliz Transición y el afianzamiento de la democracia no trajeron aires de renovación o mudanza radicales en tan desapacible panorama. Cuando, pesarosamente, se emborronan estos reglones uno de los escasos «milagros» jiennenses de los dos últimos siglos, la consagración de Linares como una de las urbes más dinámicas del Mediodía peninsular en casi todos los órdenes, atraviesa un angustioso estadio de su antaño radiante andadura; y a la espera de momentos aún más lancinantes...

Ojalá que no sea así. Entretanto se entiende y se comprende la magnitud alcanzada por la protesta del PSOE jiennense a la cabeza de todos los habitantes de un solar tan noble y entrañable como el cantado y preferido de D. Antonio Machado y Miguel Hernández. Un mirada serena observará muy probablemente que, en el enojoso pleito, la razón -o la mayor parte de las razones...- se decanta a favor de Córdoba. Deseando ‘ex toto corde’ que pronto, muy pronto, la política y los políticos españoles hagan realidad una coyuntura altamente positiva para el porvenir de unas gentes de la mejor estirpe ibérica. ¡Envolvámoslas en una simpatía universal.

* Catedrático