No dejo de temblar en manos de estos cazarrecompensas, mentirosos, mordaces, arribistas, que hacen política no más allá de por la mañana a por la tarde. Y sigo temblando cuando los oigo decir que ya vamos saliendo de la crisis sanitaria producida por la Navidad. O sea, que seguimos en el bucle, y no es el bucle melancólico de la insoportable levedad del ser, es el bucle del terror de otra mentira y otra y otra, para volver a estrellarnos y estrellar a nuestros sanitarios en el mismo desastre. Es la profesión de la mentira de quienes todos mantenemos con nuestra mentira y nuestra inercia. Así que a prepararnos al nuevo envite tras la Semana Santa. Nos encerraron después de decirnos que no había peligro, que lo de la China era otro cuento chino, y lo de Italia nos cogía muy lejos, que aquí sólo tendríamos algún caso esporádico, como un detalle de la moda. Y cuando con nuestra clausura se hincharon de legislar como les dio la gana, nos dijeron que ya habíamos vencido al virus, que a salir y disfrutar, y el virus partiéndose de la risa por el aire veraniego. Y caímos del verano directamente a la realidad, y más muertos, y más encierros, y más ruina. Y conseguimos atajarlo. Pero el virus, a partirse de la risa, y que qué os creéis, me muto y sigue la fiesta, porque yo también he aprendido a mentir y camuflarme. Y llegó la Navidad, y volvió el virus a pitorrearse, y más muertos y más ansias. Ahora, ya vamos a mejor, o sea, que nos preparamos para la Semana Santa, y allí nos espera el virus para otro picotazo. Así en este bucle en el que vamos cayendo en la costumbre, porque la masa se acostumbra a todo. Que si la vacuna tal, que si la vacuna cual, que si ésta no llega, que si aquélla se ha acabado, que si el culillo de la sexta dosis, que si no hay segunda dosis, que si la otra es peligrosa para mayores de cincuenta y cinco años. Tiemblo. Como decían nuestras abuelas, “que Dios nos coja confesados”, pastoreados por estos lobos camino del matadero. Así que yo, cada mañana me levanto a temblar, a tiritar, estremecerme, tremar, vibrar, castañetear, agitarme, aterrarme, desolarme, ahogarme, cuando veo a los cantamañanas en las elecciones catalanas, en ensuciarnos la cara ante el extranjero, en vendernos, entramparnos, arrasarnos con su guadaña de risitas.

* Escritor