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Colaboración

Luis Palenzuela

2021: Atención Primaria y covid-19

Sobre los médicos que asisten a pacientes con coronavirus no ingresados y a toda la población

En esta época maldita, los esfuerzos realizados por todos los compañeros sanitarios son enormes, cada uno en su ámbito, con más o menos implicación. Para todos nosotros la crisis está suponiendo un gran estrés en lo profesional e, indudablemente, también en lo personal. De hecho, durante estos 10 meses de crisis sanitaria, la incidencia de trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés en el colectivo médico se ha incrementado considerablemente. Nos afecta doblemente: no solo como individuos sino también por la enorme presión que sentimos desde el ámbito profesional. Un desgaste tremendo, al fin y al cabo.

Durante este periodo, la proyección de la crisis desde todos los medios de comunicación ha sido, y sigue siendo, muy sesgada; focalizada hacia el ámbito hospitalario y, sobre todo, hacia Unidades específicas que, sin duda, están contribuyendo de modo determinante en esta situación tan crítica. Pero esa no es toda la realidad. Ya comentamos al inicio de la pandemia la poca visibilidad que la población tiene sobre la relevancia de la Atención Primaria (AP) en esta crisis, la poca presencia que en esos medios se da a los más de mil médicos de familia colegiados cordobeses que trabajamos en Atención Primaria, que nos volcamos por completo, en esta «época covid», hacia todas aquellas personas afectadas, directa o indirectamente, y que no requieren ingreso hospitalario; y que son, obviamente, la mayoría. La gestión de los contactos, la atención de los casos asintomáticos o sintomáticos, el seguimiento de estos y de los pacientes ingresados tras el alta hospitalaria, el manejo y toma de decisiones tras la realización de los test específicos y de las pruebas complementarias, la realización de los procedimientos de registro necesarios para su procesamiento epidemiológico, la información reiterada a los pacientes que quieren hablar con su médico para aclarar sus dudas y aliviar sus angustias, etc., son algunas de nuestras tareas cotidianas, muchas de ellas compartidas con nuestros compañeros enfermeros. Todo ello asociado, obviamente, a la atención de los pacientes con otras patologías y que, unido, constituye el grueso de nuestra agenda habitual en época de pandemia. Conviene aclarar que, si desgraciadamente llevamos acumulados cerca de 60.000 fallecimientos durante la pandemia, durante el año 2019 fueron cerca de 430.000 los españoles que fallecieron por las causas de las que habitualmente muere la población, causas a las que hay que seguir atendiendo.

Esa atípica agenda se soporta básicamente en la «consulta telefónica» que se ha incorporado a nuestro «acto médico» sustituyendo la famosa silla a la que se refería don Gregorio Marañón. Cuando se habla de consulta telefónica, algunos de nuestros gestores, lo perciben como un acto menor, algo de trámite, de menor envergadura, de poca cosa. Los que la sufrimos, tanto en Atención Primaria como en el ámbito hospitalario, sabemos que no es así. Es un acto médico en toda regla, en el que se tienen que tomar decisiones, realizar juicios, establecer criterios de modo atípico, creando en ocasiones incertidumbres que nosotros nos llevamos a casa y, a veces, el paciente a la suya. Los que trabajamos en AP, los que tenemos la gran suerte, cada vez menos, de llevar años trabajando con la misma población --la longitudinalidad es la esencia de nuestra especialidad como médicos de familia y de la comunidad, lo cual contribuye a la relación afable con los pacientes-- sabemos que ese contacto verbal implica atender bastante más de los seis u ocho minutos en una agenda sobrecargada permanentemente. El paciente quiere «hablar» con su médico libremente, sin acotamiento de tiempo, lo que es difícil de controlar a través del teléfono, a través solo de la voz, sobre todo si ese límite es, a todas luces, insuficiente.

Obviamente, la presencialidad completa volverá a los centros de salud, cuando las condiciones epidemiológicas lo permitan, y esperemos que sea segura y progresiva; pero mientras tanto, tendremos que seguir adaptándonos a este medio, con las mismas agendas saturadas y sobrecargadas de siempre, dedicadas a lo puramente asistencial, a demanda como siempre, con reparto de cupos sin médico referente, con plantillas deficitarias y envejecidas debido a una nula previsión (el 28% de los compañeros de AP tenemos más de 60 años) que son, en definitiva, reflejo de una financiación histórica y progresivamente precaria. Dada la actual situación económica del país, acentuada en nuestra Comunidad, mucho me temo que la situación empeore.

* Vicepresidente 3º del Colegio de Médicos de Córdoba

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