En plena de caza de veraneantes por las carreteras, perseguidos por la Guardia Civil con controles al amanecer, multas y hasta con drones, alcaldes atrincherados en sus feudos como Pedro Crespo en su rincón, (ya llegará el verano, dicen los que pagan el IBI a precios de Madrid en villorrios de cazurros cuando el septiembre se agosta) un camionero me llama y me dice: vosotros preocuparos cuando dejéis de ver camiones circulando por la carretera. Mientras los polis y los concejales andan al acecho de que nadie circule por las carreteras sin motivo justificado, la advertencia del camionero anónimo me hace pensar en una realidad que no vemos y, si me pongo estupendo, me lleva a Macbeth y el augurio de las brujas: serás rey hasta el que bosque de Birnam escale hacia la colina. La metáfora trágica me vale para interpretar el anuncio del camionero. No temáis mientras vayan circulando los camiones por las carreteras cargados de frutas y patatas, pollos congelados, leche y derivados lácteos, cervezas y cocacolas.

Mientras los supermercados estén abiertos y abastecidos -hasta en días sagrados como jueves y viernes santos-, mientras las neveras estén repletas en exceso y la única duda de los confinados sea qué ponemos de comer mañana, Pedro Sánchez no tiene nada que temer. Pero ¡ay! del día que los templos del consumo estén cerrados, o que estén abiertos y atiborrados de comida pero los consumidores no tengan dinero para comprar o la tarjeta no responda. Entonces, Sr. Sánchez, échese a temblar y eche a correr por donde pueda porque el hambre es mucho más peligrosa que las andanadas de Abascal en el Congreso. Por mucho que nos quejemos y nos agobie el encierro, con la nevera llena, doscientos canales en la tele y teléfonos con tarifa plana para estar todo el día recibiendo chorradas y reenviándolas, tal estado no supone sacrificio más allá de la queja congénita. Pero después de los quince días que tenemos por delante vendrán otros quince, lo que quiere decir que en muchas casas no entrará un pavo y lo ahorrado menguará. El problema del confinamiento vendrá cuando los encerrados que ahora salen y compran y vuelven a salir a tirar la basura y comprar más no puedan hacerlo porque se vació la cartera. Esa facilidad y familiaridad con la que el Gobierno habla de los ERTE y las moratorias hipotecarias conlleva una burocracia imposible para los muchos, aprovechable solo para pocos. Ya lo verán cuando se pongan a ello. Si no son ni capaces de contabilizar los muertos cómo van a manejar los 400.000 ERTE anunciados. Siendo un grandísimo problema el que tenemos en lo alto, ni los muertos ni el coronavirus han dado la verdadera cara de la tragedia que vendrá cuando los camiones desaparezcan de las carreteras.

* Periodista