La conducta social -dice Averroes- solo se diferencia de la privada en que la práctica de las virtudes ha de ser más meticulosa. Pero ¿cómo va a elevarse al plano comunitario lo que no existe en el personal? Me hago esta pregunta, y otras tantas, viendo esas estanterías vacías de los supermercados en algunas ciudades, tras el paso acaparador de ciudadanos avaros, desaprensivos y miedosos. ¿Qué sería de nosotros si de verdad nos vinieran mal dadas? ¿Qué sería de nosotros si de verdad mañana no encontráramos alimentos en la plaza del mercado o en el supermercado? ¿O si, habiendo como hay multitud de productos y tan gran variedad, no pudiéramos comprarlos por falta de dinero? Pues eso es lo que ocurre en la mitad del planeta, que o bien no hay alimentos, o donde los hay no tienen dinero para pagarlos. Mientras en Europa, en la sociedad del bienestar, la plena escolarización, atención sanitaria y cultural, resulta que dedicamos el tiempo libre a arramblar con los supermercados. En este país, donde hay un supermercado hiperabastecido de 9 de la mañana a nueve de la noche por cada mil habitantes, más las tiendas de alimentación, fruterías de paquistaníes y tiendas de chinos, resulta que vemos correr con los carros llenos a ciudadanos pasados de peso que jamás vivieron un día sin comer a no ser que fuera por la indigestión de un opípara cena o prescripción facultativa. Al margen de los políticos y sus trágalas ¿De veras creen que tenemos el más ligero concepto de lo que debe ser mejorar un país? Vivimos unos días en los que las cosas que hasta ahora eran participadas, asumidas y compartidas se han vuelto del revés como un calcetín, y es hora de que empecemos por anteponer nuestras obligaciones como buenos ciudadanos a nuestros derechos. Cada uno de nosotros somos un baluarte contra el coronavirus y, a la vez, un fallo por donde penetra el virus como Pedro por su casa. Lo cuentan los españoles que vuelven asombrados de lo vivido en Italia, lo advierten los que allí se han quedado sin poder salir, lo están diciendo los médicos y sanitarios que son la fuerza de choque contra la epidemia, sin tiempo para perderlo en pamplinosos y pusilánimes que acuden a las consultas. Se están quejando del tiempo que les hacen perder y que quitan de la atención a quienes de verdad lo necesitan. Seamos sensatos. Al menos, por una vez, escarmentemos en cabeza ajena. China, Corea, Irán, Italia ¿no nos dicen nada? porque detrás de estos cuatro focos va España, o sea, nosotros. No seamos ciegos, ni locos, ni insolidarios, ni desobedientes, ni acaparadores. A ver si al menos, después de todo lo que vamos a perder con esta ruina sanitaria y económica que tenemos en todo lo alto, aprendemos a controlar el tonto y el egoísta que todos llevamos dentro.

* Periodista