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Historia en el tiempo

De la decadencia a la destrucción

Una reflexión sobre la vitalidad cultural de la España del año 1923

1923 fue una fecha esplendente en la cultura española. En tal efemérides tradujo el de todo punto admirable y hoy alevosamente olvidado D. Manuel García Morente (l884-1943) La Decadencia de Occidente, del bávaro Oswald Splengler. Al igual que en casi todas las afortunadas iniciativas en el campo de las Humanidades del periodo de entreguerras, D. José Ortega y Gasset (1883-l955), amigo casi fraternal por aquellos años del catedrático jiennense que lo clasificaba en la categoría de maestro, estuvo muy presente en la puesta a punto de una de las traducciones más encomiables y deslumbradoras que registran en España los anales del muy difícil género. Con ella -aparecida en la acreditada Biblioteca de Ideas del Siglo XX- cabe afirmar que se inauguraba probablemente la etapa más descollante de la cultura hispana en el muy rico y fecundo, intelectualmente considerado, novecientos. El reverso de tan feliz y fecundo acontecimiento estribó en el despliegue simultáneo de la primera dictadura militar de nuestro novecientos; aunque, bien mirado, el hecho no ofrece nada de extraño en la perspectiva española al recordar que, en su gran mayoría, las fases más refulgentes de las letras y las artes hispanas vinieron a coincidir con frecuencia con periodos y regímenes autoritarios. Al margen de ello, resulta indiscutible que la etapa en que naciera la Revista de Occidente, viese la luz el Romancero Gitano, se consolidaran los nombres de la generación de 1927 o asistiese dos años después a la publicación de la monumental La España del Cid, de D. Ramón Menéndez Pidal, entre otros muchos eventos de la misma índole (por no hablar también de los sobresaliente éxitos científicos que colocaron a la España del momento en vanguardia de los países más adelantados de Occidente), no puede por menos de estimarse como una de las de más pujante y creativa cultura en toda su andadura por la historia.

Elemento muy notable de tal recorrido fue, como se anotaba más atrás, la aparición en castellano de una de las obras de mayor impacto y controvertidas en el panorama político-cultural de los años veinte de la centuria pasada. La versión española fue la primera o la segunda de las muchas llevadas a cabo en otros meridianos culturales del Viejo Continente, prueba incontrovertible de la vitalidad gozada por aquel entonces por nuestra cultura. Venturosamente, la modernidad alcanzada en dichas kalendas en gran medida por el empuje capitalizador de la economía hispana de la primera postguerra, se encontró acompañada insistiremos- de un idéntico impulso dionisíaco en el terreno literario y artístico, como igualmente en el de las ciencias experimentales. De ahí, que la decadencia inexorable de Occidente, profetizada con gran acopio documental y acuidad analítica por el pensador germano, supusiera un torpedo a la misma línea de flotación de un navío como el de la cultura española coetánea, en airosa y entusiasta navegación después de un siglo de postración tras el fin de la España imperial.

* Catedrático

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