Muchos muertos están más vivos que nunca y muchos vivos tan muertos para innovar como siempre. Y es que estamos en campaña electoral, penosamente para algunos una especie de trilogía de los juegos del hambre, el todo vale para alcanzar el poder, incluso el sacar pecho a favor o en contra de dictadorzuelos.

Sin embargo, las dictaduras se orienten a derecha o izquierda, son sistemas crueles que gangrenan la dignidad humana vulnerando derechos, tanto que tras el lenguaje carismático de todo tirano populista, convergen no solo las más oscuras formas de prevalimiento, explotación y nepotismo, sino la devoción fetichista hacia un líder mitificado, que acaba enriqueciéndose desmesuradamente “por la gracia de Dios”, o “por el beneficio de la revolución”.

Lo curioso, siempre el mismo patrón, pero quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra, diría Cristo Redentor, no obstante ninguna corriente entona un Mea Culpa, ¿que curioso no? o más bien cuanta radicalidad y poca franqueza ante lo históricamente evidente: crímenes de lesa Humanidad, violaciones, represión etc. Lo peor, aun tras la muerte de estos personajes, sus gardingos contemporáneos, zaga de bobos útiles intergeneracionales, perpetúan su legado, sectario y radical, fruto de su pobreza espiritual que no da más allá del abrazo al sentimiento extremo, el fomento a la apología de postulados mesiánicos, favorables a estos asesinos de talla presidencial.

Así que, volviendo a la izquierdita más radical, las únicas dictaduras que cuentan son las de derecha, por cuanto las de la izquierda son revoluciones, ¡buah!, y para la derechita plus ultra las únicas dictaduras de consideratione son las de la izquierda puesto que las suyas son movimientos patrióticos redentores para echar andar la economía ¡buah, buah¡ excusas. Ninguna dictadura es buena, a la porra Kim Jong-Un, Nicolae Ceaucescu y Fidel Castro, ¡falsos! habéis pensado como Marx, gobernado como Stalin, pero ojo, vivido como Rockefeller, mientras la población sufriendo penurias ¡vaya comunismo de salón! y si vamos al ala contraria personajes como Stroessner, Duvalier, Pinochet y Franco son tres cuartos de lo mismo, censura, represión y enriquecimiento de una oligarquía en simbiosis con un régimen criminal, ¡vaya nacionalismo isquémico!. Esto me recuerda a lo que el pensador mexicano Enrique Krauze dice su libro El pueblo soy yo: "El populismo es el hechizo entre el pueblo y el líder por encima de las leyes”.

En conclusión, todas las dictaduras son malas e injustificables, no podemos evolucionar adoleciendo de auto crítica política y franqueza colectiva. El reconocimiento sincero nunca es pérdida; todos nos equivocamos y quien escribe el que más. Afirmo que el votar movilizados por el odio no es más que proseguir el escalón primario hacia el enfrentamiento estéril. Como diría mi profesor Francisco Alemán, “somos seres sociales, personas ante todo y estamos llamados en la diferencia a entendernos”; el desencuentro sale más caro, para muestra la repetición de unas elecciones que a mi juicio no tenían que haberse producido. Ante este clima son propicias las propuestas que abandonen la radicalidad de quienes legitiman el interminable revanchismo entre “rojos y azules”, no somos colores, somos personas, agitadores volvemos a tomar nota en las urnas. Así que los 30 grs de polvo óseo que deben quedar del dictador Franco, los suficientes para llenar una cucharilla, no deben ser suficientes para monopolizar el debate político, privándonos de la presentación de propuestas de avance e innovación. Ya el Estado de derecho afortunadamente se ha encargado de llevar al caudillo a su sitio, heme aquí los vivos, renuentes a vivir en bucle de crispación y progresar, como decía la madre Teresa de Calcuta “es necesario aprender del desencuentro con el otro, superar las dificultades y salir fortalecidos respetarse y perdonarse. Uno tiene mucho que corregir antes de molestarse con el otro”, hay cinco palabras que pueden ayudar en esta acometida preelectoral menos Franco y más francos.

* Profesor y cronista