Síguenos en redes sociales:

Tribuna abierta

Ruth Ferrero-Turrión

Sombras de sospecha

Algo huele a podrido en Dinamarca, o mejor en Washington, cada vez más parecido a ‘House of cards’

Algo huele a podrido en Dinamarca, o mejor, en Washington. La política norteamericana cada vez se parece más a House of cards y se aleja del Ala Oeste. La «era Trump» ha convulsionado no solo el plano de la política internacional con sus rupturas sistemáticas del multilateralismo y la impredecibilidad de sus actos; sino que también la política doméstica se ha visto afectada de manera recurrente desde el comienzo del mandato del multimillonario neoyorquino en el 2016. La incertidumbre se ha instalado en la Casa Blanca con un ir y venir constante de altos cargos, destituciones y acusaciones diversas que no generan ningún tipo de sensación de estabilidad.

En esta ocasión el terremoto ha venido provocado por la filtración de la transcripción de una conversación telefónica entre el presidente Trump y su homólogo ucraniano Zelenski en la que, supuestamente, el primero le ofrecía un paquete de ayuda militar al segundo por un monto de 400 millones de dólares, y a cambio, el segundo, ayudaría a buscar información necesaria para desacreditar a un potencial candidato demócrata, Joe Biden, cara a las presidenciales del 2020.

Este es el contexto y el detonante de algo que andaban buscando los demócratas desde hace meses. La excusa perfecta para intentar lanzar un impeachment contra Trump. Nancy Pelosi, portavoz de la Cámara de Representantes y tercera autoridad de país, se había estado resistiendo, apoyándose en la división interna del partido sobre la conveniencia o no de adoptar una decisión de este calado.

El impeachment es un procedimiento de apertura de investigación contra cualquier cargo federal. De hecho, actualmente, 17 personas están siendo investigadas en la Cámara de Representantes utilizando esta figura, entre otros varios jueces federales y un senador, las acusaciones suelen ser por traición al cargo y a la patria, cohecho, perjurio, etcétera. Sin embargo, solo se ha lanzado el procedimiento contra un presidente en dos ocasiones a lo largo de la historia norteamericana. La primera en el siglo XIX contra el presidente Johnson, la segunda en los años 90 del siglo XX, contra el presidente Clinton. En ambos casos decayó por mor del bloqueo en el Senado gracias a sus mayorías demócratas.

Actualmente, el partido republicano controla la Cámara alta, y una de las atribuciones constitucionales del líder de la mayoría es la de marcar los plazos en caso de procedimiento de impeachment. Durante ese periodo que bien podría alargarse hasta bien entrado el año electoral, Trump tendría tiempo, no solo de acusar a los demócratas de no velar por el bienestar de su país lanzando una caza de brujas, sino que también dispondría del margen necesario para reforzar las sospechas de corrupción lanzadas sobre el hijo de Biden, Hunter Biden, sus negocios en empresas gasísticas ucranianas y las idas y venidas de fiscales anticorrupción ucranianos. Todo esto no puede sino acrecentar la popularidad de Trump y acercarle más a un segundo mandato. Si finalmente, se lanza el procedimiento no hay ninguna garantía de éxito para los demócratas, salvo dimisión de Trump, algo poco probable en una personalidad cuajada de megalomanía. Desde luego, no creo que nadie pensara que veríamos a una de las democracias más consolidadas del planeta en este trance

* Profesora de Ciencia Política en la UCM e investigadora sénior en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales

Pulsa para ver más contenido para ti